sábado, 15 de octubre de 2016

PIMENTEL

PIMENTEL 

 Miguel Suárez Sandoval (1)


  De tarde en tarde te veo en el reflejo que forman –en el poniente–  el  mar,  las  nubes  y  mis  recuerdos   –allende el crepúsculo– entre las cuatro y las seis y minutos de las horas vespertinas.

Eres una perla que la naturaleza ha puesto en la playa. En las retinas de mis ojos te conservo y, al instante, en mi memoria apareces haciéndome vivir mi adolescencia.

Los últimos años de la primera mitad del siglo XX transcurrían: caminaba de sur a norte con el mar –que simboliza amor– a mi izquierda marcando mi destino con sus olas que pasaban –como todo pasa en la vida– y morían poniéndose a mis pies aún descalzos.

Ironía: antes todo un mar a mis plantas, porque era joven; ahora –que han pasado más de cincuenta años– todo es tan remoto que físicamente no te alcanzo, no te veo, ni te oigo. El mismo mar, el mismo Sol, la misma Luna; pero tú no estás; no obstante, siento espiritualmente tu presencia, y entre las sombras vislumbro tus contornos en la noche que se acerca.

Aunque, en todo  tiempo, todo plazo es chiquito, es pequeño en la vida, tú –el mar– sigues siendo grande. Sin embargo, estás cada vez más lejos: Mis manos no te palpan; mas, sigo percibiendo tu aroma; la razón es que fuiste mi cuna en la infancia; regazo y hogar en mi temprana vida.

Las arenas del desierto..., en ellas eres orgullo, porque te edificaron para la gloria de un futuro. Las dunas –pirámides movibles– conservan historia, tradición, amor y el tesoro de un pasado, que te lleva en  el corazón quien te ama y no te olvida.

Olas que van y que vienen, como marcando las escalinatas de un recuerdo, que ascienden para confundirse con el cielo.

Zona de colores que se pierde cada tarde en el horizonte entre rojo, amarillo, azul y verde para deleite de los que te miran y gozan de la penumbra, que cual un mitológico Anteo se reanima en tus arenas.

A veces quisiera volver, pero no puedo; mas, no he de cerrar los ojos sin antes  verte y recorrer los sitios que lo hice antaño… ¿Te gustaría?

Dar mi vida quisiera, pero no soy dueño ni siquiera de mi existencia. Y si poder tuviera dispondría retornar a la década de los cincuenta para tenerte y que tú me tengas: ambos estar cerca.

Antes de morir quisiera verme caminando en la sombra vespertina del lejano horizonte; abrazarme a las nubes de colores, y, allí, en el mar esculpir mi tumba y que nadie más que tú sepa que en tu búsqueda he muerto.

Vagando por el mundo estoy, desde que salí de mi querencia. De oriente a poniente me he desplazado; de sur a norte he rodado, y no he encontrado el abrigo que en ti tuve. Cuando muy cerca de la muerte me he visto, en mi agonía, te he nombrado.

Almíbar en mi boca, recuerdo que en  tus lares y junto a ti, yo saboreaba; pero ahora, vagando en el desierto de mi vida, solamente las espinas de un ‘cactus’ recibo entre mis labios.

Raras veces me encuentro con alguien que de ti me hable. He quedado aislado, con la arena en mis párpados para disimular las lágrimas que de mis ojos escapan y se pierden entre montículos, mezcladas con la hierba que a mis pies calcinan.

¡Gran dolor! Pero ¿qué puedo hacer contra el destino que sin piedad me castiga, sin tener la culpa de haberme alejado de tus lares? ¿Tú recuerdas por qué me alejé…, verdad?

Ahora, que estoy distante, por ti siento –al pronunciar tu nombre– gran sentimiento, emoción, dulzura y pena.

Solo, lejos de mi pueblo, lejos de ti, sin escuchar las palabras que me decías –en el rugir de tus olas– cuando cada mañana o cada tarde dialogábamos. Gracias por  levantarme el ánimo con la brisa matutina que a trabajar me ayudaba, y en las noches me adormece en un descanso placentero.



(1)      Laboralista, autor de varios libros sobre Derecho del Trabajo. Defensor inquebrantable de los obreros y trabajadores dependientes en general, durante sus 50 años de abogado. 
NOTA.- Artículo publicado en el N° 2 de la Revista EL SANMARQUINO  (Lima, agosto del 2008).

SEXTO ANIVERSARIO EN EL MUNDO VIRTUAL



SEXTO ANIVERSARIO
EN EL MUNDO VIRTUAL

                                         Miguel Suárez Sandoval



HAGAMOS LA PAZ LABORAL
Y HABREMOS PUESTO LAS BASES
PARA LA PAZ MUNDIAL

 La vida vale o no por lo que hacemos en ella, chiquitos o grandes; humildes o soberbios. Por lo que hacemos en beneficio de nuestro prójimo, especialmente por nuestros hermanos: los trabajadores subordinados o hiposuficientes, como los llamó Víctor Mozart Russomano; o egoístamente enriquecemos con la pantalla de “no espantar las inversiones”, porque los trabajadores por cuenta ajena son una minoría. Es decir, de una u otra forma son discriminados… Sin tener presente que DISCRIMINAR ES CORRUPCIÓN.
Han transcurrido seis (6) años desde el día en que nos iniciamos en el mundo virtual; seis (6) años de mi vida. Pero, ¿qué es ese lapso en la historia de las ciencias de la comunicación? ¡Nada!
Rememoro en mis casi 20 años de soledad que pasé en mi vida, algunos de ellos en la selva peruana: Oxapampa, muy bonita ciudad. En ella conocí a un fraile franciscano, natural del País Vasco, España. Nos hicimos amigos y, generalmente, los días lunes almorzábamos juntos en un albergue religioso, donde él tenía un lindo colmenar.
Existe un refrán, creo que es español, que dice: “Un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. En el transcurso del tiempo he ganado experiencia. Y creo no fue en vano “cambiar los hábitos por la toga”.
Una mañana, mientras caminaba entre las colmenas, el amigo fraile me llamó y me preguntó: “¿Qué haces en el colmenar?”. Reflexionando le contesté: “Caminando”. Y agregué: “Si sabes caminar en medio de colmenas, sabes caminar en la vida”.
Un día de esos transcurridos –más o menos cincuenta (50) años– de los tantos que pasan en la vida (en la capital peruana), a solas con mi conciencia, me pregunté: “¿Estoy haciendo lo que debo hacer?... ¿Soy tal quien debo ser?”
El hombre es el fin, porque es hombre. Y no puede ser usado como un medio. Las cosas son un medio. Culpar a la vida de lo que en su trayectoria no hemos podido alcanzar, es confundir el medio con el fin.
Los estudios son la fuente de la sabiduría; pero, talvez no sean el origen de la riqueza; más bien cuando esa sabiduría está al servicio de la clase trabajadora nos aleja de aquella.
Bienaventurados los que buscan el porqué. Pues, ellos encontrarán el camino que los lleve al “reino prometido”, donde serán útiles y no considerados “peligrosos”.
Antiguamente se pensaba que el día se había hecho para trabajar y la noche para descansar; pero no todos en el día pueden trabajar, ni todos en la noche pueden descansar. El hombre es cocreador del mundo y, conforme pasan los siglos, lo va modificando; sobre todo a partir de la Revolución Industrial… ¡Ojalá sea para bien!
Al inicio el hombre trabajaba individualmente: no conocía las ventajas del trabajo colectivo. Pero, con el tiempo y circunstancias, fue descubriendo al trabajo en equipo, el “trabajo digno” –por el que tanto se afanaba Emiliano Zapata (Miliano) en las postrimerías de la Revolución Mexicana– que todos estos, con la tecnificación dieron origen a las diferencias y subordinación, así como la pérdida de derechos adquiridos, lo que no es lícito, incluso podría considerarse delito.
Se decía y aún se dice que los derechos laborales del trabajador por cuenta ajena son irrenunciables; pero, ¿acaso al trabajador, hombre o mujer, le enseñaban cuáles eran sus derechos como hombre-trabajador por cuenta ajena? Salvo algunos partidos políticos. De eso se aprovecharon los dadores de trabajo del mismo mundo donde nació el trabajador y fue puesto para que “se enseñoreasen con él” ¡Qué ironía! Los patrones se aprovecharon para adueñarse de lo que no les pertenece. Lo que no es por desconocimiento o por necesidad, es por ambición y codicia coludida con el hambre que los mismos patrones causaron para crear la oportunidad para aquello.
La necesidad de comer lo hizo el Altísimo:. pero al hambre y la miseria las hicieron los que rompieron el equilibrio de la sociedad. Para mejorar la situación económico-político-social, recalcamos como lo decimos en “QUINTO NO MATAR”, hay que promover una mejor educación: desde el hijo del que ocupa la primera magistratura hasta el hijo del más humilde trabajador manual.
¿Y los poderes del Estado qué? A la hora que se le busca al patrón o empleadores, estos juegan al ¡Gran Monetón!
Cuando se terminó de hacer el mundo se pensó en todo lo necesario para que los seres vivos satisfagan sus necesidades; pero, en lo que no se tuvo en cuenta fue en lo que al humano le colme su codicia y ambición por el poder y el dinero, por considerarlo no lícito ni legal. Sugerimos seguir el camino que trazaron nuestros precursores: rastrear lo que siempre se ha buscado; algo que “ahora” no existe: la justicia social.
Ahora, cuando talvez estoy comenzando a vivir la segunda mitad del último tercio de mi vida, pienso que talvez tenían razón los que nos compararon con la hechura de don Miguel de Cervantes y Saavedra, porque los juslaboralistas buscan a la Dulcinea del Toloso; pero menos mal que en ella otros ven a la justicia: la santa justicia para los trabajadores por cuenta ajena; los nuevos crucificados en estos últimos siglos, a quienes seguiremos defendiéndolos en su dignidad humana aunque siempre viajando humildemente sobre Rocinante, y nuestra única compañía sea Sancho…; y nuestro común amigo el Tiempo, de quien espero haber aprendido algo; por que lo considero mi mejor maestro.
Los códigos, la Constitución y otras leyes, ¿de qué nos sirven cuando solo nos quedan segundos en el reloj de la vida? ¿De qué nos sirven a los pobres tantos procesos cuando al dictarse sentencia se necesita algo que no tenemos? ¿De qué nos sirven?... ¡De nada!