DAÑOS
PSICOLÓGICOS EN LOS TRABAJADORES POR EFECTO DE LA CRISIS ECONÓMICA
MUNDIAL
Miguel Suárez
Sandoval
A fines del año 2011 afirmábamos que: “El trabajo influye
positivamente en el desarrollo de la salud física, mental y social del trabajador”.
El cuerpo humano está estructurado material, moral y psicológicamente
para trabajar. Sin trabajo el hombre-trabajador decae, y esto sucede a diario;
pero, en este mundo, el “parado” o sin trabajo, desde el punto de vista
psicológico, por sus manifestaciones es un enfermo, un alterado.
El trabajador sin trabajo y consecuentemente sin salario pierde
toda razón de ser, nos dice Felice Battaglia (Filosofía del Trabajo, pág. 21 - El Despido del Trabajo y sus consecuencias Psicológicas).
“Para el ciudadano medio actual, el trabajo constituye un valor de
primer orden, la profesión su seña de identidad y el empleo un factor
aglutinante de sus creencias, actividades y opciones fundamentales” (Desempleo: Efectos del desempleo – Rincón
del vago)
El trabajo, por su origen, tiene una serie de funciones. “No solo
se trabaja para ganarse la vida, sino también para lograr el desarrollo
personal”. Por este motivo, desde la vertiente psicológica, perder el empleo
resulta demoledor, incluso aunque los recursos económicos estén asegurados.
FUNCIONES PSICOLÓGICAS DEL TRABAJO
“Los resultados de las investigaciones y comentarios tienden a
confirmar la hipótesis de Johada (1979), según la cual el salario no es la
única función derivada del empleo sino que este cumple otras funciones de
carácter latente”, de las que se deriva su significado, que dan cuenta de la
motivación positiva hacia él mismo y entre las que podemos destacar las de
definir el estatus y la identidad, y proveer de relaciones sociales. Si bien
todas estas características dependerán del puesto de trabajo desempeñado, las
dificultades que encuentran las personas desempleadas para beneficiarse de
ellas es un apoyo indirecto, pero suficientemente sólido, a la importancia
otorgada al empleo en el acceso a las mismas. En definitiva el trabajo sigue
constituyendo uno de los sucesos principales entre las metas individuales y los
objetivos colectivos; de ahí su importancia para la comprensión de las
sociedades contemporáneas (Desempleo: Efectos
del desempleo – Rincón del vago).
El problema del desempleo
es algo muy antiguo. Por las funciones que tiene el trabajo, resulta
enormemente complejo, tanto que escapa a los límites del Derecho del Trabajo o
Derecho Social; incursiona en la psicología laboral y, en general, en la filosofía
del trabajo y en otras ramas del saber humano.
PERO, ¿QUÉ ES EL DESEMPLEO?
Recalcamos que el desempleo viene desde muy antiguo, aunque en el
transcurso del tiempo no haya tenido el mismo significado, dependiendo del
idioma, la época, el lugar o cuando se trataba de personas o cosas. En sus
inicios era un término despectivo, y es recién en el siglo XX en que se refiere
al trabajador que no tiene puesto de trabajo. Un trabajador sin chamba.
Antes de entrar al problema del desempleo, veamos al trabajador en
sus actividades individuales, en el conjunto de trabajadores y en su vivencia:
mano de obra.
Mano de obra es la fuerza o energía de que dispone el país, región
o comarca para llevar adelante su industria, agricultura, educación, comercio,
banca, etc. Es un término moderno que talvez signifique “poder”, dominio, y se
usa en muchísimas asignaturas; por ejemplo, en la ciencia contable, estadística,
derecho, economía, etc.
Es el mejor recurso que puede tener una región. A la mano de obra
hay que cuidarla, porque es capital muy preciado; hay que mantenerla sana tanto
orgánicamente como en el campo psicológico.
El término desempleo, según Enrico Pugliese, ha existido desde
hace mucho tiempo. Pero, para que un trabajador sea calificado como desempleado,
requiere que tenga las condiciones de conformante de lo que se denomina mano de
obra; esto es: a) no tener trabajo, b) estar disponible para aceptar un trabajo,
y c) esforzarse en buscarlo.
Según Wright, para poderlo considerar desempleado debe ser una
persona adulta, sana y que esté buscando trabajo.
Garraty (1978) anota que: “… la consciencia del problema del
desempleo es, de hecho, tan nueva hasta el siglo XIX, y que el fenómeno del
paro aparece disfrazado junto con la pobreza”. (Nótese que el autor escribe consciencia,
con una “s” intermedia, que podríamos afirmar que está en latín). Su compatriota
Durkheim (1893-1897) refuerza a dicha tesis en su Sociología de la división del trabajo anómica (de anomia).
“Ya a principios del presente siglo el inglés Beseridge (1909)
publica su clásico estudio sobre el desempleo: un problema de la industria.
Pero en los últimos decenios es que parece haber calado más hondo en la
consciencia colectiva el hecho de que el trabajo integra, mientras que el
desempleo frena y aparca al desempleado en la excedencia social”. Y en lo
tratado, alude el autor europeo, reconoce el carácter deplorable y alarmante de
las consecuencias psicológicas y sociales del desempleo, al tiempo que urge la
adopción de medidas para el acceso a un
mejor conocimiento de la naturaleza del problema”.
Varios autores opinan que a las circunstancias del desempleo se
puede calificar de “emergencia nacional”; y hay otros que afirman que el paro
produce una incontenible cascada de efectos que inciden sobre muchos aspectos
cotidianos. La inseguridad de parados y trabajadores incrementa la desesperanza
y el miedo, paraliza carreras profesionales, reduce la autoestima, genera
estrés psicológico y numerosos riesgos que dañan la salud. Aumenta la
probabilidad de caer enfermos, tener problemas de ansiedad o depresión (tres
veces más que en quienes trabajan); engancharse en drogas como el
alcohol o tabaco, morir prematuramente
o suicidarse.
Según estudios: “… el primer gran impacto del desempleo es el
padecimiento del síndrome de invisibilidad.
Cuando una persona es víctima de este síndrome siente que ‘no lo es’. En esta
sociedad, a pesar de la crisis solo cuenta la productividad, el placer o el
tener. Los parados vagan por las calles, donde observan cómo los cines, los
escaparates, los restaurantes, los cafés, o las oficinas funcionan sin que
ellos puedan consumir ni formar parte de este engranaje productor que
constituye el mercado de trabajo” (Sólo sé que no sé nada).
Tratando de adentrarnos en el mundo laboral, recordemos lo dicho
por Beveridge (1909): “Podemos considerar que el trabajo en su dimensión económica
es el medio principal a través del cual la persona (trabajador) se relaciona
con la sociedad y contribuye al mantenimiento de la misma. Este
vínculo entre la persona y la sociedad posibilita, además, un sentimiento de
participación y utilidad. La primera función del trabajo
es, por lo tanto, la de proveer los medios
necesarios para poder subsistir” (Desempleo: Efectos del desempleo – Rincón del vago).
Consecuentemente estar desempleado supone una disminución de los
ingresos y, por tanto, de la calidad de vida. Pese a la importancia de las empresas
materiales, el trabajo es más que un medio de supervivencia.
Hendrick (1955) comenta que: “… desde una perspectiva analítica,
el trabajo está asociado a la necesidad innata de desarrollo corporal e
intelectual. Y, a los principios de placer y realidad, añade el principio de
trabajo en la explicación del desarrollo en la actividad humana. Para este autor,
la idea subyacente al principio del trabajo que es la manipulación y el control
del medio son necesidades innatas” (Desempleo:
Efectos del desempleo – Rincón del vago).
“… podemos afirmar que mantenerse activo y ocupado es una de las
principales actividades para el trabajador, y que uno de los mayores costes psicológicos
es el de la inactividad”.
PSICOLOGÍA Y MENTE. EL SÍNDROME
DEL SUPERVIVIENTE.
Conforme Jonathán García-Allen, autor primigenio de esta
publicación, nos dice que: “… la interrupción de la normalidad de la vida
laboral debido al downsizing (reducción de tamaño) causa en los empleados
(léase: trabajadores) que tengan que adaptarse a una nueva situación que puede
tener en un sujeto un efecto negativo
en el bienestar y la situación no solo de aquellos que se quedan sin empleo
(léase: sin puesto de trabajo), sino también de los que se mantienen en el
trabajo”. Según el autor, este fenómeno estudiado por primera vez por Noer, es
conocido como el “síndrome del
superviviente”. Y dice que: “… se caracteriza por niveles altos de ansiedad
y estrés (o burnout), falta de motivación y compromiso afectivo hacia la
organización, insatisfacción generalizada y desconfianza hacia la empresa”. A
renglón seguido el autor añade: “… ante la imposibilidad de cambiar el panorama
económico o político de un país en tiempos de recesión, son muchos los afectados
por este síndrome […]. Un estudio de Jussi Vahtera, investigadora del Instituto
Finlandés de Salud Ocupacional, encontró que, en tiempos de crisis, los que
mantienen el puesto de trabajo aumentan cinco veces las probabilidades de
padecer enfermedades cardiovasculares. ¿Las causas? El aumento de estrés, la
excesiva carga de trabajo y la continua inseguridad laboral”.
De acuerdo con el autor Daniel Palacios Carbonero, a fines del año
2012 “se suponía que más del 25% de la población activa estaba en paro”. Y agrega
que: “No solo se trabaja para ganarse la vida, sino también para lograr el desarrollo
personal. Por este motivo, desde el punto de vista psicológico, perder el
empleo resulta demoledor”.
Los psicólogos especializados, en estos últimos tiempos “observan
un aumento de consultas psicológicas como resultado de la difícil situación
laboral y los efectos negativos que conlleva dicen que los pacientes llegan
aquejados de ansiedad, depresión,
molestias digestivas o dolores musculares, problemas de pareja…”. Y agrega: “…
es una situación laboral complicada, tanto por desempleo o su amenaza, como por
precariedad, puede tener repercusiones en la salud mental […]. Ansiedad por mantener
el puesto de trabajo a toda costa, por encontrar uno nuevo rápidamente, por
pagar la hipoteca, el colegio, etc.”.
Silva Martínez Mendoza (Madrid) concuerda en que: “… la baja de la
autoestima se produce por haber perdido el empleo, lo que a veces puede desembocar
en depresión…” (El efecto de la crisis económica
en la psicología).
Cristóbal Jiménez Jiménez y José Luis Sánchez Laguna están de
acuerdo que: “… la reducción de la plantilla, a pesar de su carácter
predominante económico, fuertemente ligado al mundo de los negocios y de las
altas políticas financieras, se está configurando también como un fenómeno
marcadamente psicosocial”.
NOTA.- Psicosocial se refiere a la conducta humana y su insersión en la sociedad; el accionar individual analizando desde los aspectos
sociales. El ser humano y su
comportamiento en su contexto social es objeto de estudio de la psicología
individual y de la sociología.
El término riesgo social se utiliza para referirse a las
dificultades que genera el estrés laboral en el ámbito de la seguridad (riesgo
laboral) y la salud ocupacional, que afecta a las personas y a las organizaciones.
Los autores mencionados supra sugieren que: “…el síndrome de la
reducción de la plantilla y sus consecuencias sobre las personas que enfrenta a
lo que podría considerarse como un nuevo síndrome de la Psicopatología Laboral,
el síndrome del superviviente”.
NOTA.- En el Diccionario de la Lengua Española, sexta acepción,
aparece: “plantilla: relación ordenada por categorías de las dependencias y
empleados de una oficina, de un servicio público o privado…”.
Y los autores mencionados continúan: “… El efecto y las
consecuencias del downsizing sobre los trabajadores, son tan penetrantes que su
impacto empieza, incluso, mucho antes de anunciar por la empresa una reducción
de plantilla, tal como han puesto de relieve algunos estudiosos” (Dooley y Col,
1944, 2004 – Kanermanny Orttick, 2004).
Efectos sobre los que se van
Son víctimas de estos efectos: “En primer lugar, algunos de los empleados
que han perdido sus puestos de trabajo y se han visto forzados a buscar otro
trabajo, a pedir y aceptar la jubilación anticipada o engrosar la lista de ‘parados’.
Hay evidencias considerables que tal pérdida de trabajo es un suceso traumático
para muchos individuos, que conlleva costos muy considerables tanto personales
como sociales” (Dooley y Col).