SINFONÍA DEL
DOLOR
O
SINFONÍA INCONCLUSA
Miguel Suárez Sandoval
Quiero guardar la vida para vivirla mañana.
Como la copa de un árbol que se mece; como los trinos de un ave
que canta o que llora… pasa la vida.
Como la fuga de un preso –que condenado a la horca busca la vida–
así viene el dolor, así llega la “muerte”.
Entrar en un invernadero y en un rinconcito “caliente”, y sentarse,
con toda calma, para esperar que amanezca.
Quiero guardar la vida como a un zapato nuevo para que ni siquiera
se empolve; quiero vivir mañana…, que pasen quinientos años y todavía “seguir
viviendo”.
¿Qué es la vida? ¿Es algo o no significa nada? ¿O es simplemente
nada? ¡Para el tirano no es nada!; ¡para el filósofo es semilla que se siembra
hoy para cosechar mañana! Vida es el por qué y el para qué se creó el mundo
Quisiera ser una bíblica encina o como los Andes peruanos, como
las notas del viento o como un poema de Homero. ¡Quisiera ser! ¡Quisiera ser!
¿Y cuánto cuesta todo eso para con dolor pagarlo? Porque el dolor es moneda con
la que se compra la vida; y por lo que se encuentra la “muerte”. Dolor. El
placer del dolor. La paciencia y el tiempo hacen del dolor trinos de un ave
canora, y la vida… ya cuesta menos.
El hombre es cocreador del mundo y debe ser copartícipe de la gran
tarea de su conservación. Partícipe con su cuota de dolor en la diaria
crucifixión en el calvario de la vida.
Mi fogón no tiene lumbre y las tulpas están frías, aunque a veces
las calienta el sol; pero, en la madrugada
no sirven ni para guarecer a un gato.
Mi fogón no tiene lumbre, y sin querer ni pensar me he quedado
solo. Solo, con mis ideas. Con ellas me he casado y son “carne de mi carne y
hueso de mi hueso”, Dios mío, Dios mío, cuán solos agonizamos los pobres;
porque cuando vivimos nada tenemos y al “morir” ningún legado dejamos.
En el lugar donde reposen mis restos que no nazcan flores, Ni
rosas, ni claveles. Que una piedra grande coincida donde estén mis huesos. Que
de las ideas, que por egoísmo conmigo las lleve germinen y crezcan espinas, y en
las noches oscuras aparezca fuego para que a mi alrededor alumbre. Serán las
ideas del rebelde que conmigo se sepulten; para que, una vez “muerto”, al mundo
escapen; no importa que para esas fechas por doquier me insulten, porque seré
mudo, porque seré sordo.
Y cuando en un amanecer yo no amanezca o en el próximo atardecer
yo no atardezca, justo ese día en sus veinticuatro horas estaré sentado bajo la
sombra de un árbol esperando que pasen mis mayores para saludarlos y viendo el
juguetear de los niños que se atrevan a acercarse.
Todo en el mundo es fracción, inclusive el hombre. Sólo el mundo es
Unidad. En la medida en que nos sintamos unidad nos haremos sencillos y nos
volveremos víctimas del dolor.
El dolor es el precio que se paga por el derecho de disfrutar la vida.. Quiero ser sabio, pero comprendo que no podré serlo si no soy bueno.
El dolor es manantial donde se lavan las impurezas del alma; el
hombre sin dolor sería un semidiós; pero, sucio.
Desde la madrugada caminar tanto, apresuradamente, para temprano
marcar el final de la jornada. Dejé padre y madre; abandoné mi pueblo y me
convertí en apátrida para concluir siendo menos de lo que fui en el punto de
partida. Han pasado tantas cosas, he renunciado a todo por “algo” y, ese “algo”
–a través de los años– lo he perdido. Me he quedado sin padre, sin madre, sin
hermanos, sin amigos. Soy la Nada que quiere ser Algo. Soy algo que se lleva el
viento; que se pierde en el silencio oscuro del vacío.
Como el techo de una casa vieja y abandonada está mi alma; en él
hay oro, plata, cobre e inmundicia: todo cuesta igual; mi alma es el reflejo
del mundo. Estoy rodeado de vanidad, de soberbia y falta de cordura. Aunque el
suelo que piso es de piedra, sé que tengo los pies sucios. Por la altura y el
viento que sopla puedo perder el equilibrio si trato de limpiarlos. Que se
queden sucios aunque sé que ensuciaré el piso sobre el que camino.
La creación es Unidad, en ella no hay diversidad: pero el mundo ya
no es aquel mundo de la creación. Ahora es paraíso del dolor, de la miseria, de
ignorancia y discriminación. Todo está al revés… Gestas ya no es el Mal Ladrón;
ni siquiera el “más ladrón”, porque el Gestas de ayer no tuvo Poder ni Toga, ni
tampoco Inmunidad.
Por ratos siento que se me escapa el alma; quisiera tener una cuerda
aunque sea de bejuco, con la que pueda amarrarla. ¿Por qué peleamos, discutimos
y lloramos si al final solamente un puñado de polvo quedará de nuestro cuerpo?
Ambiciones y desvelos, allí acabarán las agonías, los dolores, los desvelos y
las angurrias.
Como las pocas plantas del desierto, he aprendido a absorber el
agua que hay en el ambiente para no morirme de sed. La vida cuesta y más tarde
o más temprano hay que pagarla, y el mundo no olvida calcular su precio…,
aunque a veces nos cobra con creces.
No pido que me quiten el dolor –porque eso sería como querer
disfrutar gratis de la vida– sólo pido que Tú, mi Señor, permitas que me
acostumbre a él, porque el dolor no es causa; el dolor es consecuencia, es
efecto del amor. Sólo padece el que ama. Si pudiera pagar la deuda en cuotas,
aunque sean grandes y fuertes, ya sería una ventaja pagar mi deuda de dolor en
partes.
Mamá, ¡Madre mía! Ahora comprendo qué dolor habrá sufrido cuando
me alejé de su lado… Su dolor fue semilla de mi destino. El dolor es sacrificio,
pero sólo el que ama se sacrifica. Cuanto más grande es el dolor, mucho más es
lo que para ofrecer tenemos, aunque el mundo no lo entienda; porque el mundo es
carnaval, es juerga… ¡Es leprosorio!
La vida en el mundo está de paso y todo pasa en la vida, como
pasan las olas del mar y como pasan las estaciones del año. Pero quiero que mi
paso sea lento, que mi paso sea firme y demore quinientos años en recorrer mi
destino.
Fuimos preparados por el dolor y para el dolor; quien se engríe
hoy no existirá mañana, porque solamente volverá al polvo y se perderá en el
olvido.
Nunca invadas límites fuera de tus posibilidades, ni vayas más
allá de tu capacidad. Y si por alguna circunstancia tuvieras que salir de tus
límites: sé humilde.
El día que me vaya, que nadie sepa que me he ido. Y si doblasen
campanas digan que son para un vecino.
Cuando de verdad me quede solo y la soledad y el silencio sean mis
amigos, mis hermanos o mis compañeros, los miraré de lejos para que no se
asusten. Como los “muertos” me habré quedado solo y estaré “muerto” y estaré
“vivo”…, para los que están yendo de subida o para los que están de bajada.
Orgulloso como el algarrobo que, no obstante estar solo en el
despoblado, no deja de ser señorial. Pasa el tiempo, pasa el tiempo; siempre firme,
siempre esperando –ventarrón tras ventarrón– que las lluvias lleguen y sin dejar
de crecer. A la distancia es un punto; para el caminante es salvación, y para
el hambriento, un manjar.
Quiero que alguien grite mi nombre para escucharlo; pero en el despoblado
en que vivo ni el eco lo repite cuando lo pronuncio. ¿A caso me estoy muriendo?
¿O estoy muerto?
Morir, eso sí es dolor del que hay que correr; “lo recuerdo”,
aunque a penas tenía ocho días en el mundo. Haber “muerto” y vuelto a la vida
es un reto que no entiendo. Asesórame Amiga Desconocida, condúceme de la mano;
porque yo con mi dolor y con él a cuestas he tocado mil puertas y ninguna se ha
abierto. Se me ha hecho de noche muchas veces y no he tenido ni dónde posar mi
cabeza; pero, recuerda, Amiga Desconocida, que cuando no se encuentra posada en
el día es porque algo grande va a suceder en la noche… de la vida. Ya se verá
la Estrella de Belén anunciando lo sucedido.
Aunque la historia siempre la han escrito los ricos, la han
protagonizado los pobres. Si quisieran medirme no lo hagan por mi tamaño;
háganlo por mi corazón, cerebro y tesón.
Cuánto dolor hay en mi cuerpo; cuánto dolor hay en mi alma. Lo
primero no me importa porque sé que lo devorarán los perros o ¿acaso no es
igual que sean los gusanos? ¡Festín del bruto!
¡Esta sinfonía siempre estará inconclusa, porque el dolor nunca
acaba, porque el dolor no termina!