jueves, 19 de enero de 2017

DAÑOS PSICOLÓGICOS EN LOS TRABAJADORES POR EFECTO DE LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL



DAÑOS PSICOLÓGICOS EN LOS TRABAJADORES POR EFECTO DE LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL



Miguel Suárez Sandoval



A fines del año 2011 afirmábamos que: “El trabajo influye positivamente en el desarrollo de la salud física, mental y social del trabajador”.

El cuerpo humano está estructurado material, moral y psicológicamente para trabajar. Sin trabajo el hombre-trabajador decae, y esto sucede a diario; pero, en este mundo, el “parado” o sin trabajo, desde el punto de vista psicológico, por sus manifestaciones es un enfermo, un alterado.

El trabajador sin trabajo y consecuentemente sin salario pierde toda razón de ser, nos dice Felice Battaglia (Filosofía del Trabajo, pág. 21 - El Despido del Trabajo y sus consecuencias Psicológicas).

“Para el ciudadano medio actual, el trabajo constituye un valor de primer orden, la profesión su seña de identidad y el empleo un factor aglutinante de sus creencias, actividades y opciones fundamentales” (Desempleo: Efectos del desempleo – Rincón del vago)

El trabajo, por su origen, tiene una serie de funciones. “No solo se trabaja para ganarse la vida, sino también para lograr el desarrollo personal”. Por este motivo, desde la vertiente psicológica, perder el empleo resulta demoledor, incluso aunque los recursos económicos estén asegurados.

 

FUNCIONES PSICOLÓGICAS DEL TRABAJO



“Los resultados de las investigaciones y comentarios tienden a confirmar la hipótesis de Johada (1979), según la cual el salario no es la única función derivada del empleo sino que este cumple otras funciones de carácter latente”, de las que se deriva su significado, que dan cuenta de la motivación positiva hacia él mismo y entre las que podemos destacar las de definir el estatus y la identidad, y proveer de relaciones sociales. Si bien todas estas características dependerán del puesto de trabajo desempeñado, las dificultades que encuentran las personas desempleadas para beneficiarse de ellas es un apoyo indirecto, pero suficientemente sólido, a la importancia otorgada al empleo en el acceso a las mismas. En definitiva el trabajo sigue constituyendo uno de los sucesos principales entre las metas individuales y los objetivos colectivos; de ahí su importancia para la comprensión de las sociedades contemporáneas (Desempleo: Efectos del desempleo – Rincón del vago).

El problema del desempleo es algo muy antiguo. Por las funciones que tiene el trabajo, resulta enormemente complejo, tanto que escapa a los límites del Derecho del Trabajo o Derecho Social; incursiona en la psicología laboral y, en general, en la filosofía del trabajo y en otras ramas del saber humano.

 

PERO, ¿QUÉ ES EL DESEMPLEO?



Recalcamos que el desempleo viene desde muy antiguo, aunque en el transcurso del tiempo no haya tenido el mismo significado, dependiendo del idioma, la época, el lugar o cuando se trataba de personas o cosas. En sus inicios era un término despectivo, y es recién en el siglo XX en que se refiere al trabajador que no tiene puesto de trabajo. Un trabajador sin chamba.

Antes de entrar al problema del desempleo, veamos al trabajador en sus actividades individuales, en el conjunto de trabajadores y en su vivencia: mano de obra.

Mano de obra es la fuerza o energía de que dispone el país, región o comarca para llevar adelante su industria, agricultura, educación, comercio, banca, etc. Es un término moderno que talvez signifique “poder”, dominio, y se usa en muchísimas asignaturas; por ejemplo, en la ciencia contable, estadística, derecho, economía, etc.

Es el mejor recurso que puede tener una región. A la mano de obra hay que cuidarla, porque es capital muy preciado; hay que mantenerla sana tanto orgánicamente como en el campo psicológico.

El término desempleo, según Enrico Pugliese, ha existido desde hace mucho tiempo. Pero, para que un trabajador sea calificado como desempleado, requiere que tenga las condiciones de conformante de lo que se denomina mano de obra; esto es: a) no tener trabajo, b) estar disponible para aceptar un trabajo, y c) esforzarse en buscarlo.

Según Wright, para poderlo considerar desempleado debe ser una persona adulta, sana y que esté buscando trabajo.

Garraty (1978) anota que: “… la consciencia del problema del desempleo es, de hecho, tan nueva hasta el siglo XIX, y que el fenómeno del paro aparece disfrazado junto con la pobreza”. (Nótese que el autor escribe consciencia, con una “s” intermedia, que podríamos afirmar que está en latín). Su compatriota Durkheim (1893-1897) refuerza a dicha tesis en su Sociología de la división del trabajo anómica (de anomia).

“Ya a principios del presente siglo el inglés Beseridge (1909) publica su clásico estudio sobre el desempleo: un problema de la industria. Pero en los últimos decenios es que parece haber calado más hondo en la consciencia colectiva el hecho de que el trabajo integra, mientras que el desempleo frena y aparca al desempleado en la excedencia social”. Y en lo tratado, alude el autor europeo, reconoce el carácter deplorable y alarmante de las consecuencias psicológicas y sociales del desempleo, al tiempo que urge la adopción de medidas para el acceso a un  mejor conocimiento de la naturaleza del problema”.

Varios autores opinan que a las circunstancias del desempleo se puede calificar de “emergencia nacional”; y hay otros que afirman que el paro produce una incontenible cascada de efectos que inciden sobre muchos aspectos cotidianos. La inseguridad de parados y trabajadores incrementa la desesperanza y el miedo, paraliza carreras profesionales, reduce la autoestima, genera estrés psicológico y numerosos riesgos que dañan la salud. Aumenta la probabilidad de caer enfermos, tener problemas de ansiedad o depresión (tres veces más que en quienes  trabajan);  engancharse  en  drogas  como  el alcohol  o  tabaco,  morir  prematuramente  o  suicidarse.

Según estudios: “… el primer gran impacto del desempleo es el padecimiento del síndrome de invisibilidad. Cuando una persona es víctima de este síndrome siente que ‘no lo es’. En esta sociedad, a pesar de la crisis solo cuenta la productividad, el placer o el tener. Los parados vagan por las calles, donde observan cómo los cines, los escaparates, los restaurantes, los cafés, o las oficinas funcionan sin que ellos puedan consumir ni formar parte de este engranaje productor que constituye el mercado de trabajo” (Sólo sé que no sé nada).

Tratando de adentrarnos en el mundo laboral, recordemos lo dicho por Beveridge (1909): “Podemos considerar que el trabajo en su dimensión económica es el medio principal a través del cual la persona (trabajador) se relaciona con la sociedad y contribuye  al  mantenimiento  de  la  misma.  Este vínculo entre la persona y la sociedad posibilita, además, un sentimiento de participación y utilidad. La  primera  función  del  trabajo  es,  por  lo  tanto, la  de  proveer  los  medios  necesarios  para  poder subsistir” (Desempleo: Efectos del desempleo – Rincón del vago).

Consecuentemente estar desempleado supone una disminución de los ingresos y, por tanto, de la calidad de vida. Pese a la importancia de las empresas materiales, el trabajo es más que un medio de supervivencia.

Hendrick (1955) comenta que: “… desde una perspectiva analítica, el trabajo está asociado a la necesidad innata de desarrollo corporal e intelectual. Y, a los principios de placer y realidad, añade el principio de trabajo en la explicación del desarrollo en la actividad humana. Para este autor, la idea subyacente al principio del trabajo que es la manipulación y el control del medio son necesidades innatas” (Desempleo: Efectos del desempleo – Rincón del vago).

“… podemos afirmar que mantenerse activo y ocupado es una de las principales actividades para el trabajador, y que uno de los mayores costes psicológicos es el de la inactividad”.



PSICOLOGÍA Y MENTE. EL SÍNDROME

DEL SUPERVIVIENTE.



Conforme Jonathán García-Allen, autor primigenio de esta publicación, nos dice que: “… la interrupción de la normalidad de la vida laboral debido al downsizing (reducción de tamaño) causa en los empleados (léase: trabajadores) que tengan que adaptarse a una nueva situación que puede tener en un sujeto un efecto negativo en el bienestar y la situación no solo de aquellos que se quedan sin empleo (léase: sin puesto de trabajo), sino también de los que se mantienen en el trabajo”. Según el autor, este fenómeno estudiado por primera vez por Noer, es conocido como el “síndrome del superviviente”. Y dice que: “… se caracteriza por niveles altos de ansiedad y estrés (o burnout), falta de motivación y compromiso afectivo hacia la organización, insatisfacción generalizada y desconfianza hacia la empresa”. A renglón seguido el autor añade: “… ante la imposibilidad de cambiar el panorama económico o político de un país en tiempos de recesión, son muchos los afectados por este síndrome […]. Un estudio de Jussi Vahtera, investigadora del Instituto Finlandés de Salud Ocupacional, encontró que, en tiempos de crisis, los que mantienen el puesto de trabajo aumentan cinco veces las probabilidades de padecer enfermedades cardiovasculares. ¿Las causas? El aumento de estrés, la excesiva carga de trabajo y la continua inseguridad laboral”.

De acuerdo con el autor Daniel Palacios Carbonero, a fines del año 2012 “se suponía que más del 25% de la población activa estaba en paro”. Y agrega que: “No solo se trabaja para ganarse la vida, sino también para lograr el desarrollo personal. Por este motivo, desde el punto de vista psicológico, perder el empleo resulta demoledor”.

Los psicólogos especializados, en estos últimos tiempos “observan un aumento de consultas psicológicas como resultado de la difícil situación laboral y los efectos negativos que conlleva dicen que los pacientes llegan aquejados de ansiedad, depresión, molestias digestivas o dolores musculares, problemas de pareja…”. Y agrega: “… es una situación laboral complicada, tanto por desempleo o su amenaza, como por precariedad, puede tener repercusiones en la salud mental […]. Ansiedad por mantener el puesto de trabajo a toda costa, por encontrar uno nuevo rápidamente, por pagar la hipoteca, el colegio, etc.”.

Silva Martínez Mendoza (Madrid) concuerda en que: “… la baja de la autoestima se produce por haber perdido el empleo, lo que a veces puede desembocar en depresión…” (El efecto de la crisis económica en la psicología).

Cristóbal Jiménez Jiménez y José Luis Sánchez Laguna están de acuerdo que: “… la reducción de la plantilla, a pesar de su carácter predominante económico, fuertemente ligado al mundo de los negocios y de las altas políticas financieras, se está configurando también como un fenómeno marcadamente psicosocial”.

NOTA.- Psicosocial se refiere a la conducta humana y su insersión en la sociedad; el accionar individual analizando desde los aspectos sociales. El ser humano y su comportamiento en su contexto social es objeto de estudio de la psicología individual y de la sociología.

El término riesgo social se utiliza para referirse a las dificultades que genera el estrés laboral en el ámbito de la seguridad (riesgo laboral) y la salud ocupacional, que afecta a las personas y a las organizaciones.

Los autores mencionados supra sugieren que: “…el síndrome de la reducción de la plantilla y sus consecuencias sobre las personas que enfrenta a lo que podría considerarse como un nuevo síndrome de la Psicopatología Laboral, el síndrome del superviviente”.

NOTA.- En el Diccionario de la Lengua Española, sexta acepción, aparece: “plantilla: relación ordenada por categorías de las dependencias y empleados de una oficina, de un servicio público o privado…”.

Y los autores mencionados continúan: “… El efecto y las consecuencias del downsizing sobre los trabajadores, son tan penetrantes que su impacto empieza, incluso, mucho antes de anunciar por la empresa una reducción de plantilla, tal como han puesto de relieve algunos estudiosos” (Dooley y Col, 1944, 2004 – Kanermanny Orttick, 2004).



Efectos sobre los que se van



Son víctimas de estos efectos: “En primer lugar, algunos de los empleados que han perdido sus puestos de trabajo y se han visto forzados a buscar otro trabajo, a pedir y aceptar la jubilación anticipada o engrosar la lista de ‘parados’. Hay evidencias considerables que tal pérdida de trabajo es un suceso traumático para muchos individuos, que conlleva costos muy considerables tanto personales como sociales” (Dooley y Col).