lunes, 12 de noviembre de 2012

LA DEPRESIÓN EN LOS TRABAJADORES POR CUENTA AJENA


LA  DEPRESIÓN EN LOS TRABAJADORES
POR CUENTA AJENA

                               Miguel A. Suárez Sandoval



Dentro de la actividad humana hay trabajos, sobre todo  en los llamados “por cuenta ajena”, que, no obstante la tecnología, avance de la medicina, especializada (la medicina ocupacional); por los ambientes creados por la misma labor aparecen riesgos psicosociales que podrían causar inestabilidad emocional y con el transcurso del tiempo, consecuentemente, una forma de estrés, depresión o situación de inseguridad.
En el campo de la psicología, la Real Academia de la Lengua Española dice que la depresión es: “síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos”. 
El presente trabajo trata el asunto en el aspecto psicológico, y, en especial, en sus consecuencias sobre el trabajador por cuenta ajena y su producción.
La depresión, palabra derivada del latín «depressio-onis», es un síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos
Para Alberto L. Merani, deriva del latín «depresus-um», que significa «abatido», y dice que es: «un estado mental que se distingue por aflicción y desconfianza, acompañado generalmente por ansiedad» (Diccionario de Psicología).
El Diccionario del Lenguaje Filosófico anota que es el “descenso del tono psicológico que se manifiesta por la lasitud o decaimiento, un sentimiento de importancia teñido de melancolía” (Paul Foulquié, con la colaboración de Raymond Jean).
En el campo de la psicología laboral puede decirse que, en el trabajador, es la baja del estado de ánimo para trabajar o para realizar cualquier otra actividad; que inmoviliza al hombre-trabajador que lo sufre, dándole la impresión de estar fracasado, afectando en forma directa a la productividad.
La depresión no ha sido aún comprendida en los distintos campos en que se aplica, por ejemplo en la neurofisiología, la farmacología, la psiquiatría y la psicología.
Según el profesor Juan José López-Igor, quien comenta que por estudios hechos en Francia, las mujeres al incorporarse en el mundo laboral se enfrentaron a problemas que antes eran sólo de los hombres; esto no les reduce su longevidad, sino se la aumenta; pero reconoce que: «… las alteraciones del ánimo, como la depresión […] afecta tres veces más a las mujeres que a los hombres; esto no se debe a los problemas de la crisis, sino a particularidades hormonales del género y a que expresan mejor sus sentimientos…».
El experto explica que: «… ante las grandes crisis, los hombres sufren más que las mujeres, porque, en lugar de expresar abiertamente sus sentimientos, como lo hacen ellas, para enfrentarse con el estrés o la frustración, usan mecanismos como la violencia y el alcohol». (Juan José López-Igor, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico San Carlos – Madrid, España).
Recalcamos que la depresión se presenta más en los trabajadores varones y se comenta que en el Perú de cada cinco (5) uno (1) sufre de depresión; y que la tasa irá subiendo.
La parlamentaria chilena Ximena Vidal en el Congreso de su país, cuando fundamentó un proyecto de ley sobre el particular, sostuvo que uno (1) de cada cinco (5) adultos habían declarado haber tenido síntomas depresivos alguna vez en su vida. Y reiteró que es más frecuente en las mujeres que en los hombres.
Lourdes Fañamás, profesora de la Universidad de Barcelona (España) también afirma que es más frecuente en las mujeres, no obstante que la  mujer cuenta con mejores estrategias de adaptación, pero su tendencia a la depresión es tres veces mayor a la de los hombres.
El profesor José Luis Carrasco (coordinador de la Universidad de Psiquiatría de Enlace y de la Universidad de Trastornos de la Personalidad - Hospital Clínico San Carlos - Madrid, España), coincidiendo y apoyando la opinión expuesta, anota: «… el hecho que la crisis afecte más a los hombres está ligada a que el paro o medio a no dar la talla destruye más las estructuras personales del varón…». Al respecto, también opina el profesor adjunto de Psiquiatría de la Universidad George Washington, Robert M. Post: «…aquellos sufren más porque el estrés laboral […] la depresión es una patología que, asociada al estrés, genera importantes daños cerebrales en los pacientes que pueden derivar en la aparición de demencias o enfermedades que afectan a la memoria, como el Alzheimer».

NOTA.- Paro, en Europa y Estados Unidos de América, es un «desempleo» por despido del trabajador, es decir quedarse sin trabajo. Una de las causas del paro es la gran oferta de mano de obra o las crisis económicas.
El fenómeno del «paro», generalmente, se produce por exceso de mano de obra que hace muy difícil encontrar colocación remunerada para subsistir.
Se comenta que Holanda es (o era) un país con baja tasa de «paros».

Tratando de aclarar, transcribimos lo que han descubierto los estudiosos del tema y que dicen: “… afecta nuestras capacidades cognitivas y nuestra memoria… incluso puede hacer que se achique el hipocampo, una región del cerebro con importantes funciones relacionadas con la memoria. La depresión aumenta el riesgo de hacer padecer, más adelante en la vida, de la enfermedad del Alzheimer; los daños causados por la depresión son irreversibles” (Los Efectos de la Depresión).

ORIGEN

La depresión en los trabajadores genera un estado de mal humor; fácilmente caen en el aburrimiento, se irritan con facilidad. Pronostican los entendidos que en un futuro no muy lejano será la segunda causa de muerte.
La depresión puede tener consecuencias o repercusiones físicas y psicológicas y afectar notablemente todos los ámbitos en los que se desenvuelve la persona: social, conyugal, laboral, sexual, etc.; siendo el suicidio la complicación más destructiva e irremediable de las víctimas.
Lucimey Lima, jefa del Laboratorio de Neurofarmacología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, afirma que la depresión tiene un eco sobre el estado de ánimo y sobre la sexualidad. (La depresión es una enfermedad que afecta todos los sistemas).
La depresión dificulta el sueño, provoca estreñimientos, baja el estado de ánimo y produce tristeza, con la aclaración que la mujer (trabajadora) es más propensa a la depresión, y en ella se presenta en los momentos propios de su género; por ejemplo, en la menstruación, la menopausia y el parto.
La depresión es el motivo, generalmente, por  el que los trabajadores faltan a su trabajo. Los estudiosos del tema concluyen que la depresión es el porqué del aumento de las tasas de ausencia tanto por licencias como por enfermedad, incluso el rompimiento del vínculo laboral.
Para el estudio y calificación de la depresión, mucho tiene que ver la luz natural y por lo tanto consecuentemente las estaciones del año.
Cuando laboran en lugares con una escasez de luz natural o en ciertas estaciones del año, por ejemplo en otoño y en invierno, los trabajadores están más propensos a caer en una depresión. Es lo que Carlos M. Requejo llama Trastorno Afectivo Estacional (TAE).
La luz solar tiene una inmensa influencia en la actividad en general y en el desenvolvimiento del trabajador en especial (Carlos M. Requejo, arquitecto internista: Iluminación y la Salud, Luz y Trastorno Afectivo Estacional).
En nuestro entorno es común ver centros de trabajo, escuelas, oficinas… con una deficiente iluminación o con una iluminación artificial que comparada con la luz natural es “mínima” (500 lux); aún comparada con la de un día nublado es una vigésima. Y si fuese comparada con la iluminación natural del medio día radiante en verano sería la trescientasava parte. Además la luz artificial carece de los colores del sol y de ciertos tonos de alta frecuencia: verde, azul, violeta. “La luz artificial generalmente traduce contaminación electromagnética, lo que induce ondas cerebrales de estrés, además de fatiga crónica y cansancio visual”. De “la investigación en fotobiología muestra que una carencia crónica de iluminación natural puede ser causa de depresión, además de otras alteraciones a la salud como insomnio, estrés, ansiedad, cefaleas, mareos, fatiga crónica, raquitismo, incluso inapetencia sexual, impotencia e infertilidad”, y todo esto influye en la baja del rendimiento laboral.
El mismo autor del comentario, supra expuesto, nos aconseja recurrir a la domobiótica para prevenir esa tan dañina depresión que se puede activar  en las estaciones del año.
Sintetizando podríamos decir que depresión es sentirse triste sin ninguna razón aparente. La tristeza que produce puede ser temporal, es decir de poca duración, o ser persistente o desproporcionada en el tiempo, incluso llegar a dominar todos los aspectos de la vida cotidiana, que podría calificarse como una enfermedad.
“La depresión ha sido uno de los fenómenos más estudiados, y no por eso mejor comprendido. Una de las fuentes de confusión, que suele influir en las discusiones sobre este tópico, se encuentra en el hecho que el término tiene significados distintos en diferentes campos, como, por ejemplo, en la neurofisiología, la farmacología, la psiquiatría y la psicología… en una misma disciplina como la psicopatología, la palabra depresión suele usarse indistintamente para referirse a un  estado de ánimo o a un síntoma y a un síndrome”.
El cambio frecuente del lugar o centro de trabajo, los cambios de ciudad o de país en el que se trabaja de igual manera suele producir problemas de identidad y depresiones; según lo afirma el catedrático de sociología Hastmut Rosa (alemán),  científico de la Universidad de Jena; por lo que aconseja buscar un lugar fijo de descanso como antídoto.
Médicamente se ha comprobado que la depresión y… provocan alteraciones en el sistema inmunológico y llegan a favorecer la presencia de enfermedades, alteraciones tan severas que pueden desencadenar en cáncer, asegura  Hugo Arturo Galindo Campos, alergólogo e inmunólogo del Hospital Universitario de Puebla. Y agrega: “… se bajan las defensas del individuo y pueden llegar a favorecer la presencia de enfermedades; una persona con actividad mental y física continua tiene un  sistema mucho más fuerte; por ello cuando se jubila un individuo se deprime, comienza muchas veces con enfermedades”. (La Depresión Afecta el Sistema Inmunológico).
En los trabajadores en turnos de noche (también llamado trabajo nocturno) se altera el reloj biológico, que trae serias consecuencias, entre otras la depresión y posiblemente el cáncer.
La parlamentaria Ximena Vidal (mencionada supra) cuando fundamentó la incorporación de la depresión en la Ley de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, afirmó que: “… una de las enfermedades destacables por su frecuencia y gravedad potencial es la depresión ya que uno de cada cinco adultos declaró haber tenido síntomas depresivos alguna vez en su vida”. Y continuando con su fundamentación agregó: “… es más frecuente en las mujeres que en los hombres y se presenta… entre los 20 y 45 años; es decir, en plena edad laboral”. Concluyendo su exposición hizo presente que: “… los trabajadores mal remunerados, inestables, de baja calificación y sin posibilidades de desarrollo profesional, generan condiciones que desencadenan problemas de salud mental…”.
Los estudiosos de este tema comentan que la depresión es la cuarta causa para la discapacidad y que son víctimas casi seguras los desocupados, los que llevan varios meses sin trabajo o en paro.

SÍNTOMAS

“La depresión no es meramente un estado de ánimo: en las personas deprimidas se producen cambios hormonales e inmunológicos que pueden ser sumamente dañinos” (Los efectos de la Depresión).
La depresión en sus víctimas produce un comportamiento no habitual en su vida familiar como laboral. En su trabajo acostumbrado produce lentitud, errores frecuentes, falta de concentración, incumplimiento en el horario, abandono del puesto que desempeña; de igual manera enfrentamiento o altercados con sus compañeros de trabajo.
Los afectados que sufren depresión, generalmente, lo  ocultan por temor a perder su puesto de trabajo; por lo que los especialistas aconsejan, a los trabajadores de la salud o al médico de cabecera, tratar de forma más afectiva y confidencial a los pacientes víctimas de depresión.
Para la inmensa mayoría de gente, un trabajo fijo y bien remunerado, con buenas condiciones puede ser de gran beneficio reduciendo el riesgo de la depresión y generándoles felicidad.


“Aunque no está claro que unas condiciones laborales adversas puedan directamente causar una enfermedad depresiva; lo que sí parece cierto es que una presión y un estrés excesivos en el trabajo pueden combinarse con otros problemas del paciente (trabajador) tales como la presencia de dificultades en casa o de acontecimientos vitales adversos recientes y contribuir al desarrollo de una depresión”.
“De gran importancia a la hora de afrontar el tratamiento de un trabajador afecto de una depresión es el hecho  que el terapeuta que asuma al paciente sea consciente de las demandas y condiciones de trabajo…”. (GEOSALUD – Depresión Trabajo).

INVESTIGACIONES

Nos dice Alemañy Martínez que: “… desde los años 80 las investigaciones demuestran que existe una relación entre el trabajo docente y diversos trastornos de salud tanto a nivel biológico (problemas cardiovasculares, respiratorios, lumbagias, preclampsia, cervicalgias o úlceras al estómago) como psicológico (ansiedad, depresión, insatisfacción laboral, reducción de la productividad, absentismo laboral, pasividad en la vida extralaboral, etc.). (La Docencia: Enfermedades en esta Profesión – Cuadernos de Educación y Desarrollo).

¿La depresión es una enfermedad ocupacional o profesional?
Toda actividad humana considerada económicamente como trabajo, lleva un riesgo que con el transcurso del tiempo podría causar un desequilibrio emocional, si no se cumpliesen normas impuestas por la naturaleza, y concluir en lo que llamamos depresión o situaciones de desequilibrio.
Que si la depresión es o no una enfermedad profesional, no se puede afirmar ni negar. Al respecto las opiniones de los estudiosos del tema están muy divididas. Pero lo primero que se exige para considerarla como tal es que aparezca en el listado de enfermedades profesionales y en el puesto o tipo de ocupación que se le considere.
Tal vez se podría considerar una enfermedad ocupacional o profesional o como alternativa “del trabajo”, si el trabajo de la víctima conlleva el riesgo de una enfermedad específica, debido al medio enormemente patógeno, en razón del entorno clínico, físico o biológico.
Las ocupaciones que concluyen en una depresión son la de los educadores que al ejercer su profesión corren el riesgo de sufrirla. Y, entre otros, el estrés profesional, el síndrome del quemado o burnout debido a la carga de trabajo.
La legislación laboral colombiana sí considera en determinados casos a la depresión, porque estudios al respecto concluyeron que deriva del estrés laboral.
El Decreto 2566 del 2009 establece la tabla de enfermedades profesionales dentro de las cuales el párrafo 42 versa sobre las patologías derivadas del estrés en el trabajo: “… trabajos con sobrecarga cuantitativa, repetitivo… monótono o ambos… trabajo por turno, nocturno o ambos, con estresores físicos con efectos psicosociales, que produzcan estado de ansiedad y depresión, infarto al miocardio u otras urgencias cardiovasculares, hipertensión arterial, enfermedad ácido péptica severa y síndrome de intestino irritable”. (Juan David Méndez Amaya).


Diferencias típicas de depresión

Existe una cierta variedad de depresión que constituye un apartado de enfermedades mentales, dentro de lo que se denominó “neurosis profesional” donde aparece la depresión reactiva, el trastorno de adaptación y otros.
Existen varios tipos de trastornos depresivos; pero los más comunes son el trastorno depresivo grave y el trastorno distímico.

Trastorno depresivo grave.- También llamado depresión grave, aparece por una combinación de síntomas que interfieren la capacidad para trabajar, dormir, estudiar, comer y disfrutar de las actividades que antes al trabajador le eran placenteras. La depresión grave incapacita a la persona (trabajador) y le impide desenvolverse con normalidad.

Trastorno distímico. También llamado distimia, se puede decir que es el conjunto de perturbaciones del humor. Se caracteriza por sus síntomas de larga duración (dos años o más) aunque menos grave, podría no incapacitar a la persona, pero sí impedirle desarrollar una vida normal o sentirse bien.

Depresión reactiva, o depresión neurótica, es aquella que se produce como respuesta a un acontecimiento negativo de la vida del sujeto, no teniendo porqué brotar inmediatamente después del acontecimiento desencadenante sino que puede aparecer hasta semanas o meses después de que éste se haya producido.
La depresión reactiva, en este caso, es una respuesta desadaptativa del organismo frente a un estresor.
Freud llegó a la conclusión que la depresión es una reacción frecuente a la pérdida o, incluso, a la amenaza de pérdida, ya se trate de un objeto real o imaginario (Duelo y Melancolía). También anota que la pérdida de un objeto puede ir acompañada de un inmenso deseo por él; además de  emociones negativas (tristeza, rabia, etc.) y de la creencia que ese deseo es irrealizable…” (Inhibición, síntoma y angustia).
En los trabajadores, como en cualquier tipo de personas, hay momentos de su vida en que son más propensos a ser víctimas de alguna depresión, por ejemplo ente la pérdida de su trabajo.
Hasta aquí hemos tratado de la depresión ocasionada por la actividad laboral sobre todo en el caso de los trabajadores por cuenta ajena. Pero, en estos últimos decenios se está presentando un estado de depresión –como consecuencia de la crisis económica que vive el mundo– por desempleo, es decir porque el trabajador por cuenta ajena es despedido (o está en paro). Cada día es más común la búsqueda de trabajo; los emigrantes son repatriados; en muchos casos pierden como una consecuencia hasta su domicilio; y jamás encuentran la ansiada “chambita”.





LA JORNADA DE LAS OCHO HORAS, AUTÉNTICA CONQUISTA DE LOS TRABAJADORES

LA JORNADA DE LAS OCHO HORAS, AUTÉNTICA CONQUISTA DE LOS TRABAJADORES

Por Miguel A. Suárez Sandoval

A la memoria del mártir Manuel Arévalo Cáceres, trabajador manual y gran difusor de la jornada de las ocho horas.


Todo tiene un límite, generalmente en el inicio y en el final; de igual manera, una razón o un porqué. La jornada de trabajo no escapa a estas razones filosóficas.
La jornada de trabajo tiene carácter tanto fisiológico como jurídico; aunque hablar ahora de jornada de trabajo de ocho horas es muy relativo, porque existe la tendencia de reducirla, para crear nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, hay lugares y empresas que –burlando la ley– hacen trabajar a su personal un treinta y tres por ciento (33%) más, sin reconocerles derecho alguno: cómplices son las computadoras u ordenadores y otros, haciéndose la vista gorda.
El organismo humano, para su conservación, dispone de un conjunto de energías psicofísicas (vitalidad). Después del número de energías acumuladas para conservar la vitalidad, el excedente es para el trabajo. Pero la voluntad no debe disponer de todo el “excedente”, porque en principio debe guardarse un margen para la conservación de la vida en casos de accidentes (agotadas las energías que constituyen la vitalidad). De otra manera, podemos decir que existe un límite inferior para la conservación de la vitalidad y uno superior para la protección de la vida en casos de emergencia. De estos dos puntos extremos queda un sector intermedio que viene a ser: la vitalidad disponible para el rendimiento en el trabajo. De lo que se desprende que la cuestión de la jornada es un problema científico.
El rendimiento del trabajador no siempre está en proporción directa a la extensión de la jornada, sino a la vitalidad disponible de cada trabajador. Dicho de otro modo, el trabajador –por más fuerte que sea– tiene una limitación física para su rendimiento, razón por la cual toda legislación debe, previo estudio, fijar los límites de la jornada de trabajo. Y estamos de acuerdo con Euquerio Guerrero cuando dice que el desgaste físico excesivo ocasiona un acortamiento de la vida del trabajador y pronto pasará a engrosar las filas de los pensionados por invalidez.
Al hablar de rendimiento no debemos olvidar de los “estímulos”, que son todo aquello que rodea al trabajador para que tenga influencia sobre él y sobre la producción.
La finalidad de fijar la jornada máxima es para evitar perjuicio en la salud del trabajador. En torno a la jornada de trabajo gira toda una estructura de la Política Laboral, porque todo es proyección de aquella.
Estímulo puede ser incluso la misma empresa y su organización –al constituir motivo de orgullo para los trabajadores por laborar en ella–, el modo del trabajo y su ambiente, compañeros y rutina. Todo el conjunto de estímulos forman lo que conocemos con el nombre de situación.
La “situación” que rodea al trabajador puede estar formada por estímulos laborales. Estos son, generalmente, familiares y sociales. Por eso, de cualquier actitud que tomen los empresarios o gobernantes en contrario, también tendríamos una conclusión en contrario que se reflejaría en la concentración para el trabajo y para la producción.
A propósito de producción, para la clase laboral no es un incentivo y, por lo tanto, no despierta una necesidad.
No se puede planificar la producción desde un punto de vista colectivo, si primero no se hace un estudio del rendimiento singular del hombre trabajador, según cada circunstancia.
Lo que se debe hacer es motivar al trabajador a través de estímulos; formarle una conducta para crearle una necesidad. Es preciso fijar un incentivo o medio de conseguir la satisfacción de esa necesidad (que puede ser nacional). Este incentivo o incentivos deben estar ubicados en una verdadera dimensión para ser alcanzados por el trabajador común.
Las frustraciones del trabajador no son otra cosa que las manifestaciones de la conducta humana. ¿Conocemos, técnicamente hablando, la conducta humana? ¿La conocen los legisladores y, en general, los que se encargan de normar el mundo laboral? Cualquier trato al hombre-trabajador debe comenzar por ahí. No olvidemos que el trabajador urbano, como hombre, ante un estímulo, puede desembocar en dos caminos, que son la violencia o la apatía. Ante la primera dirán que se supriman las garantías individuales; pero, ante la segunda, ¿emplearán individualmente el psicoanálisis o medidas similares para salir de ese estado? Para eso, de ser posible, no bastaría una generación, tal vez ni dos, porque los niños de hoy –el Perú de mañana– serán el reflejo de sus padres.
Los empresarios y sus aliados los gobernantes tratan al trabajador como un ente económico o como un elemento social. Pero, ¿se lo estudia en su mundo psicológico, desligándolo de la producción económica? Se debe estudiar al trabajador, primero, desde un punto de vista como hombre, como padre, como un ser acosado por la sociedad moderna y globalizada en sus mil problemas objetivos y subjetivos, y, después, en su integridad.
En lo penal a nadie se le puede condenar por un hecho que no está previsto como delito, o si se estableciese que al realizarlo el agente activo no tenía plena conciencia de lo que estaba haciendo si no lo entendía, ni lo  quería, salvo casos contemplados en la misma ley; pero, de todas maneras, se hace necesario un examen previo. Mas, en el campo laboral, ¿se descarta previamente, en la conducta de los trabajadores, si existen perturbaciones psicológicas? No. Por ejemplo, en las perturbaciones que produce una jornada inhumana, como el caso de los trabajadores del transporte terrestre, y el caso de los estibadores del mercado de La Parada – Lima, Perú 2012.
Las acciones y reacciones de los hombres que hacen posible la relación laboral –principal o empleador y trabajador– guardan mutua correspondencia. Cada hombre es un mundo de rarezas, cuyo origen está en su verdadera “situación”. Si entráramos a la Psicología del Trabajo encontraríamos que la conducta del trabajador es la consecuencia del comportamiento del empresario y de los gobernantes que se encargan de normar el mundo laboral.
Volviendo a la jornada de trabajo, ésta es: “el tiempo durante el cual el trabajador está a disposición del dador de trabajo (patrón, empleador, principal) para prestar su trabajo”. La jornada máxima de trabajo es de ocho horas al día y de cuarenta y ocho semanales, cuando no existen circunstancias especiales. Dentro de ellas están comprendidas las horas dedicadas a satisfacer las necesidades de los trabajadores a la instrucción, para los efectos de tecnificación que se consideran como tiempo de trabajo efectivo.
Por razones obvias, los trabajadores (manuales) siempre tuvieron –como gran sueño– conseguir la reducción de la jornada diaria de trabajo, que bien entrado el siglo XX oscilaba entre doce y catorce horas, lo que en Derecho se califica jornada inhumana; aunque gracias a hombres piadosos, como Bartolomé de Las Casas y otros, en el siglo XVI, cuando corría el año 1593, en España se legisló, en las Leyes de Indias para América, que: “… todos los obreros trabajarán 8 horas cada día, 4 en la mañana y 4 en la tarde”, anota Luis Alcalá-Zamora y Castillo1. Todo esto se perdió. Y, como dice este autor: “… no pasaba de tenue aspiración…”. Comentario que repite Luis Alberto Despontin cuando expresa que: “… Felipe II acordara la jornada de 8 horas para los indios en 1593 en América…”2. No podemos afirmar que dicha ordenanza se relacionara con la industria, tampoco negar que es el más viejo antecedente sobre el particular y que ya nos habla de la capacidad física del trabajador, haciéndose necesario un descanso al cumplirse la cuarta hora de trabajo, para conservar la salud y asegurar la productividad y calidad de la producción.
Pero esta norma sobre la jornada de las ocho horas nace estigmatizada para que “nunca” se cumpla, como lo han demostrado los cuatro siglos transcurridos. A propósito, en aquellas épocas en Europa, refiriéndose a América del Sur, se repetía un adagio popular que decía: “Las leyes se acatan, pero no se cumplen”.
Recalcamos que en pleno siglo XX había politicastros que creían que la jornada de trabajo, de entonces, no era excesiva y que no había razón para reducirla. Menos mal que aparecieron intelectuales, entre ellos algunos estudiantes, que tomaron parte en la cuestión  social, y  uno que otro  diario,  como,  por ejemplo, Regeneración, México D.F., de los hermanos Jesús, Enrique y Ricardo  Flores Magón, propagandistas del sindicalismo anarquista3.
Las luchas del proletariado estallaban recién en las haciendas azucareras de la costa norte del Perú, como en las fábricas textiles (primera década del siglo XX). Pero veamos qué está pasando en el mundo.


ANTECEDENTES

Desde fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, en el mundo occidental estalla una serie de revoluciones y se producen cambios en lo político, social y económico. Por ejemplo, el 4 de julio de 1776, en Filadelfia, se firmó la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América. La solemne Declaración  se inspira en los principios de la Ilustración, y proclama, entre otros principios, que: “Todos los pueblos tienen legítimo derecho de rebelión frente a las tiranías”.
En Europa a partir de 1848, pero sobre todo a comienzos de la segunda mitad del siglo, la cuestión social se torna muy agitada ante las ideas del liberalismo y nacionalismo que se difundían, y ante los grandes acontecimientos que aparecían en el viejo continente que dan origen al proletariado. Una de las razones es que en el año anterior (1847), por las malas cosechas, subieron los precios de los productos agrícolas y se extendió el hambre, la miseria y las enfermedades. Como resultado se producen los despidos o paros.
En febrero de 1848, en Francia se produjo una insurrección en la que se unieron los republicanos con los obreros, haciendo un frente común y consiguiendo la abdicación del rey. Igualmente, en Austria sectores de la pequeña burguesía, los obreros y los estudiantes se lanzaron a las calles de la capital (Viena) y también lograron la abdicación del emperador. En Alemania y Austria, al derrocar a la monarquía, las clases tradicionalmente directivas pierden los cuidados y privilegios, mientras que las clases trabajadoras estaban organizadas gremialmente. En Inglaterra las Trade Unions, que no gozaban de plenas libertades, con la Guerra de Secesión en los Estados Unidos de América, se provocó una crisis algodonera y se desató una miseria espantosa entre los trabajadores de la industria textil.
Con todo esto se produjo un despertar entre los trabajadores manuales y nace la idea de la unión internacional. Mientras tanto, en Francia se presentó una crisis y Napoleón III, coqueteando con la clase obrera, le otorgó grandes garantías sindicales.


LA PRIMERA INTERNACIONAL

Comenta Anselmo Lorenzo Asperilla que Carlos Marx, con algunos obreros anarcosindicalistas y masones, promovió celebrar la “fiesta de la fraternidad internacional”. La reunión tuvo lugar el 5 de agosto de 1862, en un local de la masonería londinense, con la asistencia de muchos obreros. En dicho evento fue lanzada la idea  de fundar la internacional.
Después de varios intentos y sendos fracasos, aprovechando el ambiente que se respiraba en Londres, el 28 de noviembre de 1864, en el mitin de St. Martin Hall, presidido por el profesor Beesly (simpatizante de la clase obrera), catedrático de historia en la Universidad de Londres –con la participación de varios obreros de diversos países y considerando que las circunstancias eran favorables o que la oportunidad estaba dada– fundó la Asociación Internacional de Trabajadores conocida como la Primera Internacional; y se encargó la redacción del estatuto a un comité, entre cuyos miembros figuraba, en último lugar, Carlos Marx, quien había sido presentado por el francés Le Lubez para que interviniera a nombre de los trabajadores alemanes4.
En aquellos tiempos, como lo hemos dicho, entre las masas trabajadoras reinaba una deprimente miseria; la represión y la crueldad contra los sindicalistas era en grado superlativo. En esas circunstancias, los políticos de distintas tendencias buscaban soluciones a tantas penurias de los trabajadores para la lucha, estableciéndose que éstas debían ser de carácter internacional.
La sede de la Primera Internacional se fijó en Londres. Entre sus líderes hubo influencia de diversos tintes: en los primeros años, de Pierre Proudhon; más tarde fue notoria la influencia de Carlos Marx, de tendencia socialista, a su vez contrarrestada por la de Mijail Bakunin, un anarquista muy radical, considerado como el padre del anarquismo ruso, aristócrata nacido en Rusia el año de 1814 y fallecido en Berna (Suiza) el 1 de julio de 1876. Bakunin sostenía que la lucha debería ser circunscrita a lo netamente sindical. “Se mostraba partidario del terrorismo como único agente para conseguir transformaciones en la sociedad (…), afirmaba que la anarquía completa y total era el único camino para superar los males de la sociedad”5. Viajó bastante difundiendo sus ideas y no perdía oportunidad para practicarlas, predicando que la revolución se daría en las naciones no industrializadas, como Italia, España y Rusia, que todo se conseguiría por la violencia, y sostenía que el triunfo de la revolución lo justificaba todo. Tesis que más tarde aplicó Lenin, y, posteriormente, Mao.
Se entiende por “anarquía” la doctrina que propugna la desaparición del Estado y de todo poder. Como palabra, es de origen  griego, que significa “falta de poder público” (an, privativo, y arché, autoridad). Toda una ausencia  o carencia de autoridad que daría como resultado el caos.
En aquellos tiempos la masonería era defensora de “la igualdad, la fraternidad y la libertad”. Y entre la masonería y la Internacional no hubo ningún antagonismo. De igual manera, no existía incompatibilidad o repugnancia entre  masones y anarquistas.
La tesis socialista triunfó. En consecuencia, por acuerdo del Quinto Congreso, celebrado en La Haya entre el 2 y el 9 de septiembre de 1872, se expulsó a Bakunin del seno de la Internacional.
Mijail Bakunin, como todos los anarquistas, fue perseguido por toda Europa. Es así como muchos anarquistas emigraron al continente americano: entre otros países, al Perú, a Argentina y a México…, donde llegaron con sus ideas que, posteriormente, las inculcaron a políticos nacionales.
Creemos que las teorías anarquistas jugaron un papel muy importantes en el movimiento obrero en los últimos años del siglo XIX, y casi hasta la segunda década del siglo XX. Consecuentemente, el anarcosindicalismo tuvo mucho que ver en la concepción del sindicalismo que no solo actuó contra el capitalismo sino que es la base sobre la que se cimentó la nueva sociedad.
“Los anarcosindicalistas fueron los que organizaron los primeros sindicatos en Lima y dieron origen a la central denominada Federación Obrera Local” 6.
Respecto a la Primera Internacional, se comenta que ésta cumplió su misión: despertó el odio de la clase trabajadora contra el capitalismo en muchos países, precisó los fines del movimiento obrero y le enseñó a organizarse.
Se dice que la Primera Internacional triunfó; pero las discrepancias entre socialista y anarquistas marcaron su final.
Según George Novack, duró catorce años –desde 1864 hasta 1878–, fue un éxito de la clase trabajadora y no de partido político alguno. En el campo laboral logró la jornada de diez horas diarias. Y durante su existencia se produjeron en Europa ciertos acontecimientos, como la Comuna de París.
LA COMUNA DE PARÍS. Con este nombre se conoce el levantamiento popular ocurrido en París, capital de Francia, con varios acontecimientos sociales producidos alrededor de la Primera Internacional; es decir, entre los años de 1864 y 1878. El levantamiento de marras entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871, de trascendencia internacional, fue una suerte de gobierno local, movimiento en el que intervinieron anarquistas, socialistas republicanos, marxistas… y que se provocó por la desigualdad entre pobres y ricos Incluso en este movimiento intervino la clase obrera dirigida por sus representantes más destacados.
Después de una derrota, Francia vivió lo que se denominó la Tercera República, pero algunos grupos no estaban de acuerdo con la firma del armisticio con Alemania. Esto fue “… lo que dio origen al movimiento revolucionario de París, donde los republicanos radicales formaron la Comuna (diciendo) para salvar la República”.
“Los miembros de la Comuna eran orgullosos, patriotas, antigermánicos y opuestos a las clases adineradas […], se mostraron partidarios  de  un  control  de  salarios  y  las condiciones de trabajo” 7.
Marx vio con gran beneplácito la revuelta de París, y en ella lo que en un futuro debía ser el alzamiento del proletariado, tal como lo había planificado en la Primera Internacional. Este movimiento fue aplastado por el gobierno en los días comprendidos entre el 21 y 27 de mayo. Se comentó que este movimiento fue opacado por la Internacional, lo que se tomó como pretexto para prohibirla8, achacándole los excesos y destrozos cometidos por la Comuna9.
Con la sucesión de los años y los acontecimientos en la lucha entre los sindicalistas,  llegó  el año de 1872 y se convocó, reiteramos, al Quinto Congreso, que se celebró en La Haya entre los días 2 y 9 de septiembre de 1872, donde se acordó expulsar a Mijail Bakunin, un año después de la caída de la Comuna de París. No obstante los acontecimientos, los anarquistas se reivindicaron: Bakunin sobrevivió cinco años después de la caída de la Comuna de París. Es decir, resurge el anarquismo como algo natural, como una consecuencia del sufrimiento, el sacrificio y el convivir en el trabajo cada día  con  la  muerte. “El  denominador  común  de  las doctrinas anarquistas fue el rechazo a toda forma de organización impuesta a las personas”. “Los anarquistas consideraban que la sociedad surgida de la industrialización era injusta” 10.
 La disolución de la Internacional significó, en cierto modo, el auge de los anarquistas que en Europa eran una facción. A fines del siglo XIX, las circunstancias –tanto políticas como económicas– habían cambiado bastante; aparecían grandes concentraciones de industriales y surge el capitalismo que dio confianza a los gobernantes e intimidó a los trabajadores. En 1883 murió Carlos Marx, se dieron algunas leyes antisindicales en algunos países como Estados Unidos de America, Alemania, etc. Transcurrió más de una década y surgieron varios partidos socialistas que fueron de opinión de fundar una Segunda Internacional.


LA SEGUNDA INTERNACIONAL

El año de 1889 se celebró el centenario de la Revolución Francesa. Con ese motivo se realizó la Exposición Internacional de París. Los socialistas aprovecharon la oportunidad y convocaron a dos congresos y fundaron la Segunda Internacional con el nombre de Internacional Obrera Socialista, con sede en Bruselas, y se le dio un corte político más que gremial. Pero, no obstante, propuso la prohibición del trabajo de los menores de catorce años, y la reducción de la jornada de trabajo de seis horas para los menores de dieciocho años.
Esta Internacional adoptó la conmemoración del Primero de Mayo de 1890 y decidió organizar una poderosa manifestación a nivel internacional y apoyo a la campaña de las ocho horas, porque comprendieron que la jornada reducida conserva mejor la vida humana, concepto que más tarde tuvo repercusiones en el continente americano, como veremos infra.
Las logias masónicas, como lo hemos dicho, estaban en gran número integradas por trabajadores (obreros) y por lo tanto veían con simpatía los acuerdos de la Segunda Internacional. Y ante la proximidad del Primero de Mayo de 1890 (y por las circunstancias) se planteó y estudió la posibilidad de que “la masonería se pusiese del lado de los obreros en sus pretensiones de equidad y justicia”.
A estos congresos Obrero y Socialista Internacional, reunidos en París el año de 1889, asistieron delegaciones de 21 países, participó un representante de Argentina, Alejo Peyzet, maestro de origen francés, que abrazó la causa socialista.
Se acordó celebrar el Primero de Mayo para recordar a los mártires de Chicago. Y se convocó a nivel internacional para que el próximo Primero de Mayo de 1890, se realice un mitin obrero en los diversos países del mundo.
A pocos meses en Buenos Aires, Argentina, el 30 de marzo de 1890, se reunió un numeroso grupo de trabajadores para ver la forma de preparar el mitin convocado para recordar el Primero de Mayo.
La iniciativa la dio el Club Alemán Vorwaerts, y se nombró una comisión organizadora que integraron José Winger, Guillermo Schulze, L. Jacket, Augusto Jun y Guztavo Nocke.
Los trabajadores reunidos opinaron que era necesario robustecer la incipiente organización de la clase obrera y realizar el gran mitin el Primero de Mayo en cumplimiento de los acuerdos de París.
 Los anarquistas se opusieron a todo formalismo y más bien eran partidarios de que se debía recurrir a la fuerza como único medio para conseguir la emancipación del proletariado. Se aprobó la celebración del Primero de Mayo por aclamación, a propuesta de los socialistas, y se nombró un Comité Internacional Obrero.
Llegado el Primero de Mayo de 1890, cientos de miles de trabajadores realizaron, en las principales ciudades del mundo capitalistas, el mitin acordado.
El Primero de Mayo de 1890 generó en la gran burguesía asombro y miedo. La Prensa de Buenos Aires del 30 de abril de 1890 publicó: “Asusta ver la actitud de ese elemento obrero de Europa entera, y, en especial, en Alemania, Francia, Inglaterra e Italia, lleno de aspiraciones y esperanzas […]. El anuncio de una huelga general en el viejo continente, organizada para el Primero de Mayo próximo, no deja de preocupar a los hombres que manejan la cosa pública”.
“En Argentina el mitin se realizó en Buenos Aires, Rosario, Chivilico y Bahía Blanca. En la capital tomo grandes proporciones y se realizó en el Prado Español, Plaza de la Recoleta, con más de tres mil obreros”.
“Los discursos se pronunciaron en cuatro idiomas: alemán, francés, italiano y español”.
“En el manifiesto que se leyó en Buenos Aires se anunció la decisión de formar una Federación Nacional de Trabajadores y publicar un periódico propio que se llamó El Obrero”.
En Francia hubo huelgas y manifestaciones en 138 ciudades y lugares importantes a pesar de la enorme presencia policial y las campañas para atemorizar. De parte del sector público del gobierno francés se reunieron más de cien mil trabajadores.
En Londres, la capital del país más industrializado de la época, más de 300 mil trabajadores se movilizaron en las calles el 4 de mayo (decidieron esa fecha que era día no laborable).
De igual manera se realizaron mítines en Viena, Praga, Budapest, Varsovia, Estocolmo, Copenhague, Bruselas, Milán y Turín.
En el resto de Europa las manifestaciones laborales desataron enfrentamientos con la policía.
En las pancartas e insignias aparecían “Tres Ochos” (ocho horas de trabajo, ocho horas de esparcimiento, ocho horas de sueño).
En Argentina recién el año de 1907 se promulgó la Ley Nº 5291, que dispuso la jornada de OCHO HORAS para las mujeres y menores.
Los autores coinciden cuando dicen que la causa de la disolución de la Segunda Internacional fue la primera Guerra Mundial; y quien la denunció acusándola de amarilla fue el gobierno soviético.


LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La Primera Revolución Industrial. Desde el año de 1878, que se disuelve la Primera Internacional, hasta la fecha de la fundación de la Segunda, habían transcurrido más o menos  once años,  lapso  en  que  la clase trabajadora la pasó en plena convulsión y controversias entre socialistas y anarquistas –incluso  habían muerto Mijail Bakunin (1876) y Carlos Marx (1883)–, que no solo tuvieron como escenario el viejo continente sino que llegaron a América, donde también se sufría los rigores de una jornada de trabajo inhumano.
Hasta el siglo XVIII, el mundo era muy poco poblado, las comunicaciones muy deficientes y en su mayoría la población rural superaba a la urbana. Por ejemplo, en Italia el 80% era rural. Sin embargo, todo comenzó a cambiar en la segunda mitad del siglo con la Primera Revolución Industrial (1760) que impulsó el comercio con la aparición de la máquina activada por vapor de agua usada como energía. La producción de ser solo para consumo empieza a ser exportada. Francia e Inglaterra comenzaron a controlar el comercio mundial. En el último tercio, Inglaterra dio inicio al uso de nuevas técnicas, nuevas fuentes de energía y nuevas formas de organización del trabajo11. Se comenzó a vivir lo que se llamó la Revolución Industrial, en la que se distinguen dos etapas: la primera que se inicia en 1770 o 1780 y la segunda en 1870.
La Revolución Industrial se caracteriza por el rápido aumento de la población, disminución de la tasa de mortalidad, la “mecanización de la industria que supuso un cambio muy grande en la organización del trabajo con respecto a la etapa de producción anterior. Los antiguos artesanos no estaban sujetos a un horario fijo y regulaban su ritmo de trabajo para poder terminar a tiempo el número de piezas que necesitaban para asegurarse un ingreso normal. En las fábricas, en cambio, los obreros tuvieron que adaptarse a la velocidad y al ritmo del trabajo impuesto por las nuevas máquinas. Así los obreros quedaban sometidos a una nueva disciplina: la rutina y la regularidad de trabajo” 12.
Luis Alcalá-Zamora y Castillo nos dice: “… el advenimiento del maquinismo representó una substancial modificación en la duración del trabajo. Las jornadas de trabajo se volvieron más intensas y la voracidad de los empresarios los llevaba a amortizar las máquinas, manteniéndolas en constante actividad…”13.
La Segunda Revolución Industrial (1880 – 1920) comienza con la aparición de la electricidad. Y la gloria le corresponde a un “obrero” belga Zenobe Gramme, técnico sin gran instrucción, pero con un ingenio indudable que en 1871, presentó ante la Academia de Ciencias de París la primera dinamo (Historia General del Trabajo 1760-1914, Claude Fohlen y Francois Bédarida. T. 3, pág. 259), apta para uso industrial.
A lo que pasaba en el viejo  continente se sumó lo que sucedía en los Estados Unidos de América que entra a la Segunda Revolución Industrial. La artesanía se quedó atrás para incursionar en la industrialización. Para la mitad del siglo (1860) Estados Unidos se había convertido en la segunda potencia industrial, porque la primera era Gran Bretaña. El concepto económico respecto a los esclavos cambió. Aparece la máquina para  resolver las necesidades cotidianas y se crea la necesidad de los trabajadores con destreza; no solo trabajan hombres, sino también mujeres que dejan el campo y hasta sus hogares, la vida familiar, los servicios domésticos… y acuden  a la ciudad; laboran en las minas, inclusive tirando de las vagonetas de carbón. Trabajan desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde –aún estando embarazadas– con pequeñísimos intervalos para “almorzar” un menú consistente en pan con mantequilla y nada de beber.
Los que trabajan en las fábricas y en las minas, generalmente, morían a muy temprana edad o crecían con malformaciones.
Desde fines del siglo XIX, cuando aparece la gran necesidad de mano de obra, la población del campo marcha a las ciudades porque allí era donde se desarrollaba la mayor parte  de las actividades. Las técnicas aumentaron la producción y la productividad; se concentró la propiedad en pocas manos y aparecen los jornaleros, “… es decir el acercamiento de los campos creó una mano de obra utilizable tanto en las actividades agrícolas como en las manufactureras” 14.
“El obrero nunca tiene vacaciones, ni abandona jamás el horizonte ennegrecido de las altas chimeneas y los tristes suburbios. Nunca vuelve a trabar relación con el paisaje dejado en la montaña, con la naturaleza intacta del campo o del mar […] y un día sin trabajo es un día sin pan” 15.
La mano de obra se abarató y se alargó la jornada de trabajo, haciendo recuerdo de muy antiguas normas de antes de Cristo que decían: “… la noche era para el sueño de los seres, y el día, para el trabajo”. Así se comenzó a regular la jornada de trabajo por la luz del día, de manera que comenzaba con el amanecer y terminaba con la puesta del Sol. Acorde con las estaciones del año –sobre todo en Europa– la jornada de trabajo en verano era excesiva y reducida en invierno y no existía jornada nocturna.
Con la industrialización el trabajador se ha despersonalizado, al punto que Pierre Proudhon, refiriéndose al trabajador manual, dice: “… ahora ha pasado a formar parte integrante de la máquina…”. O como dice el poeta chiclayano José Eufemio Lora y Lora, en su poema Fábrica: “Obrero, tanto mover esa palanca eres tan solo una palanca más”.


LOS MÁRTIRES DE CHICAGO

En 1865, en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, se celebró un congreso de trabajadores. En dicho evento se acordó realizar una huelga el primero de mayo de 1866 en la ciudad de Chicago, más o menos dos años después de la fundación de la Primera Internacional, como parte de la campaña a favor de la implantación de la jornada de ocho horas. Fue así como estalló la huelga más memorable en la historia de la clase trabajadora del mundo, donde se produjo el acto más sangriento que reflejó el bajo instinto de los empleadores, su egoísmo, su codicia y su equivocación, creyendo que la felicidad del hombre está en la esclavización a las necesidades materiales. En el acto de la huelga se convocó un mitin para  el 4 del mismo mes.
El primero de mayo más de 200 mil trabajadores estadounidenses iniciaron la huelga muy combatida por el New York Times, que salió a repudiar la medida con estas palabras: “Las huelgas, para obligar al cumplimiento de la jornada de ocho horas, pueden hacer mucho para paralizar la industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad del país, pero no podrán lograr su objetivo”.
La campaña se organizó por iniciativa de la Federación de Organizad Trades and Labor Union (FOTLU). En el mitin mencionado reunido en la Plaza Haymarket se produjeron actos de violencia y hubo muertos entre los indefensos trabajadores, así como entre los policías. De todo esto se culpó a los anarquistas. Como consecuencia se declaró el estado de emergencia en Chicago, se saquearon los domicilios de los que se les creía culpables y gran cantidad de ellos fueron encarcelados: entre éstos figuraban Samuel Fielden (inglés), Michael Schwab (alemán), Adolf Fischer (alemán), Georg Engel (alemán), Louis Lingg (alemán), Oscar Neebe (estadounidense, hijo de padres alemanes), August Spies (alemán).
En esta relación no figura Albert Parsons. Este mártir estadounidense de 39 años de edad, era periodista, estaba casado con la mexicana Lucy González Parsons (una morena que colaboraba con él en la lucha social). Albert Parsons no estaba en la Plaza Haymarket, pero se entregó para estar con sus compañeros de lucha, fue juzgado y corrió la misma desgracia que los demás.
Comenta Bertolt Bretch que el movimiento de las ocho horas comenzó bajo la dirección de Parsons. Que en el mitin del 4 de mayo de 1866, en la Plaza de Haymarket, no estaba Parsons, pero que sí llegó después de estar en una  reunión convocada por su esposa; se presentó cuando no había oradores que hablasen en inglés; hizo uso de un lenguaje pacificador, como lo era de conocimiento de la policía; seguidamente el orador se retiró a su domicilio.
La policía acantonada en la plaza estaba al mando de un capitán de apellido Ward, quien increpó al líder y orador que en ese rato era Samuel Fielden, quien contestó que el acto era pacífico. En ese instante se oyó una explosión: ¡era el estallido de una bomba!, que aseguran fue puesta por los contrarios al movimiento. Así comenzó lo que terminó en una masacre: gloria para los mártires y una vergüenza para los patrones, que perdurará a través de los siglos.
El 20 de agosto de 1866 fueron condenados a muerte, pero a Fielden y Schwab se les conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua, a Oscar Neebe se lo condenó a 15 años de trabajos forzados y a los demás se los ejecutó el 11 de febrero de 1867, excepto a Luis Lingg, quien se suicidó en la celda un día antes.
El hecho que entre los mártires de Chicago haya habido más alemanes que de otra nacionalidad no fue una casualidad, sino que ellos “… gozaban de un grado de industrialización mucho mayor”. Según Stephen Millies, “eran mayormente inmigrantes europeos los que establecieron el Primero de Mayo, hace más de un siglo. Las afroamericanas, quienes tuvieron su ‘gran migración’ a las ciudades norteñas, han jugado el papel de vanguardia en cada lucha social progresista”; por ejemplo, la esposa de Albert Parsons. Y debemos decirlo con hidalguía que es la única mujer afroamericana que trabajó codo a codo con tantos otros inmigrantes, corriendo todos los riesgos en la lucha por la jornada de las ocho horas.
Más de 25 mil trabajadores marcharon por las calles, en los funerales de los que murieron ahorcados en la cárcel del condado de Cook, según comenta Josefina Luzuriaga Monday (Mayo 1 del 2006).
Los otros procesados no ejecutados –Fielden, Schwab y Neebe– pasaron largos años en prisión, hasta que toda la falsedad del juicio y las mentirosas acusaciones se vinieron a tierra al no poder ser sostenidas. ¡Y recobraron su libertad! 16.
En la Breve Historia del Movimiento Sindical Norteamericano, en la pag. 72, se anota lo que a continuación transcribimos: “1866. Aprobó el Congreso la primera ley federal de la jornada de ocho horas. Era aplicable solamente a los braceros, obreros y mecánicos que eran empleados del gobierno de los Estados Unidos o trabajadores para él”.
Alberto Valdivia Portugal nos comenta que allá por los años de 1870 y 1871, “… empezaron a organizarse entre los trabajadores alemanes residentes en los Estados Unidos las primeras fuerzas de la Asociación Internacional de los Trabajadores”. Y agrega: “… finalmente, en el año 1880 quedó organizada la Federación de Trabajadores de Estados Unidos…”17.


ESTUDIANTES E INTELECTUALES

Con las ideas de reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, los empresarios en su defensa argumentaban que se les prohibía trabajar o se les quitaba a los trabajadores la libertad de trabajo y que traía consigo la reducción de las posibilidades de ganancias. A su vez, los partidarios de la menor jornada decían: “Las jornadas de quince horas que apenas si dejan tiempo al trabajador para dormir, no son compatibles con la persona humana, pues obligan al hombre a llevar una vida animal, comer y dormir; el trabajo excesivo agota prematuramente las energías del hombre, conduciéndolo con mayor rapidez a la vejez o invalidez”.
Los trabajadores replicaron diciendo que: “… no era exacto que la reducción de la jornada de trabajo trajera consigo una disminución en la producción; el trabajo excesivo no puede ser nunca eficiente; el hombre que trabaja catorce, quince o más horas tiene que rendir un trabajo de mediana calidad; lo que se pierde en tiempo se gana en intensidad y calidad”18.
El capital es el que posee los medios de producción, intercambio y distribución, mientras la clase trabajadora es empleada mediante un salario.
Cuando aparece el capitalismo, los capitalistas creyeron que solo ellos conocían el complejo aparato económico de la sociedad moderna de la cual dependía el bienestar de todos. De esto surge una influencia anticapitalista de los intelectuales que en el movimiento obrero imprimió sentimientos de nacionalización o socialización de la industria.
Los intelectuales se acercaron a los trabajadores manuales, quienes al comienzo –en los inicios del siglo XIX– no aceptaban la colaboración. Fueron los intelectuales  quienes se opusieron al capitalismo y prefirieron el sindicalismo salido de su seno.
Comenta Selig Perlman que, durante la década de 1870 – 1880, algunos intelectuales se desempeñaron como dirigentes representativos en el movimiento obrero de los inmigrantes alemanes, como F. A. Sorge, a cuya tutela encomendara Marx la Asociación Internacional de Trabajadores para salvarla de caer en manos de Bakunin y los anarquistas19.
Con el advenimiento de la Revolución Industrial del capitalismo, aparecen nuevas ideas y se ven de diferente modo las democracias; conceptos que repercuten en los diversos rincones del mundo, incluso América, con diferentes teorías expresadas en las reacciones de los trabajadores en el viejo continente. El resultado son las alianzas de los trabajadores y los intelectuales, cuya finalidad es buscar la solución de la cuestión social. Colaboración que más tarde reconocen y agradecen los mismos trabajadores.
Nos dice Selig Perlman que: “A principios de siglo encontramos  ya  que un considerable  número de  intelectuales se interesa por los problemas obreros…”. Y agrega que: “La espectacular huelga de los obreros textiles de Lawrence (Massachussets) en 1911, dirigida por obreros industriales del mundo atrajo la atención de muchos jóvenes intelectuales hacia el movimiento obrero revolucionario” 20.
En el año de 1918, recién concluida la Primera Guerra Mundial, habían desaparecido las monarquías de Alemania y Austria-Hungría, se había producido la caída del zar de Rusia y muchos reyes habían perdido sus coronas. Pero estos acontecimientos no produjeron un largo período de paz, sino más bien un estado de confusión y enfrentamiento.
Cuando se salió de la guerra, en la que se comprometieron 27 naciones, ambos lados creían que se llevarían “la parte del león”. De un lado  murieron 21 millones de combatientes y del otro, más de 40 millones.

LA JORNADA DE LAS OCHO HORAS EN EL PERÚ

Hasta aquí hemos expuesto cómo se encontraba el mundo, la cuestión social y la política a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Ahora pasamos a tratar sobre las luchas gremiales en el Perú, que estaba socialmente convulsionado por la crisis económica que vivía el mundo y, especialmente, por las ideas anarcosindicalistas venidas del viejo mundo.
Las ideas libertarias del anarquismo llegaron a este continente, especialmente, a través de los exiliados migrantes.
Entonces en el Perú recientemente se había promulgado la Ley Nº 2851 (23 de noviembre de 1918) la que, en su artículo 5º, establecía: “El trabajo de las mujeres y de los menores de catorce a dieciocho años, no excederá de ocho horas diarias, ni de cuarenta y cinco semanales”. Esta norma fue un gran estímulo para los “trabajadores manuales” por la implantación de la jornada máxima legal.
Debemos transcribir lo que nos dice Víctor Raúl Haya de la Torre: “… y otros interesados en mantener los horarios ilimitados ejercían poderosa presión sobre el presidente Pardo quien, a su vez, representaba familiares intereses azucareros en cuyas fábricas las jornadas eran de 12, 14 y hasta 16 horas de trabajo” 21.
Debemos también mencionar a don Manuel González Prada, quien concurrió a una invitación de los trabajadores panaderos el  1 de mayo de 1905 y pronunció un discurso en el Teatro Politeama de Lima, bajo el título: El Intelectual y el Obrero, conmemorando el Día del Obrero. Ahí González Prada habló de la jornada máxima legal que no debía pasar de ocho horas al día, concepto que trajo de Europa.
En estas épocas en el Perú, como en otros países, se trabajaba de diez a catorce horas diarias, con una alimentación y condiciones de trabajo pésimas y salarios ínfimos que no cubrían medianamente el costo de vida. Trabajaban hombres y mujeres, incluso ancianos y niños, con  pequeñísimos intervalos para servirse sus alimentos.
A fines de la segunda década del siglo XX, en el Perú se vivía una inquietud, controversias y campañas políticas, porque finalizaba el gobierno de José Pardo y Barreda, y el lambayecano Augusto Bernardino Leguía y Salcedo se presentaba como candidato de la oposición.
Y los primeros luchadores sociales, que trabajaban en las empresas textiles, habían paralizado sus labores en varias huelgas desde fines del siglo XIX, “… exigiendo la reducción de la jornada de trabajo, aumento de salario y mejoramiento de la alimentación”. Paros convocados por un grupo dirigido por un trabajador textil: Emilio Mendoza, a quien el gobierno de aquel entonces lo tildó de “criminal”, cuando más bien era defensor de los trabajadores. Lo más importante en estas paralizaciones fue que despertaron la conciencia de clase entre los trabajadores, ahora perdida.
En 1904 estalló la huelga de los portuarios del Callao, donde murió Florencio Aliaga, a quien se le considera el primer mártir nacional del movimiento obrero. En noviembre de 1912 estalló la huelga del muelle Dársena, que concluyó con el reconocimiento de la jornada de trabajo de ocho horas con Resolución Suprema de fecha 10 de enero de 1913.
La Federación Obrera Local, fundada en la Convención Obrera de 1914, convocó a un congreso para los días comprendidos entre el 5 y el 10 de diciembre de 1918, presidida, en aquel entonces, por Nicolás Gutarra. Entre cuyas conclusiones está la de continuar con las luchas por la jornada de ocho horas. El evento terminó con una gran concentración popular.
Casi en forma simultánea, en ese diciembre de 1918, los trabajadores de la Fábrica de Tejidos El Inca se declararon en huelga. (Los autores que tratan el asunto no consignan la misma fecha. Para Percy Murillo Garaycochea fue el 12, y para Felipe Cossío del Pomar, el 13). Se comenta que los trabajadores no habían presentado pliego de reclamos de alguna clase.
Ante la paralización, los trabajadores sindicales vieron una oportunidad propicia para coordinar y acordaron reclamar la jornada de ocho horas de trabajo. Ante este pedido el gerente de la Fábrica Textil El Inca se negó a  reconocer tal derecho.
La huelga se generalizó. El 26 de diciembre los trabajadores de la Fábrica Textil La Victoria en Lima se adhirieron; el 28 lo hicieron los obreros de la Fábrica El Progreso; el 3 de enero de 1919, se plegó la Federación de Panaderos La Estrella del Perú; el 7 lo hacía la Central Obrera de Mineros del Centro.
(Los que comentan la cuestión social no están de acuerdo en cuanto a las fechas en que se declararon en huelga los diversos gremios).
En esos días los estudiantes universitarios estaban viviendo una gran inquietud y vieron con simpatía la “cuestión social”, tal como era. Un joven estudiante del segundo año de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, tomó conocimiento del problema de la clase trabajadora. Su nombre: Víctor Raúl Haya de la Torre. “…–a quien lo habían buscado Fausto Narvarte y sus dos hermanos– entra en contacto por primera vez con los trabajadores en huelga” 22.
Reunido con ellos cerca de la Fábrica El Inca, en Malambo, les propone que el  Comité de Huelga envíe una nota a la Federación de Estudiantes del Perú –entonces presidida por Felipe Chueca– pidiéndole su intervención en el conflicto obrero por la jornada de ocho horas. Es así que el presidente de la Federación de Estudiantes con “… singular complacencia…” da respuesta ofreciendo su apoyo a los trabajadores. Luchan unidos y la situación se hace cada vez más grave y más fuerte.

Las adhesiones de los trabajadores aumentaban cada día. Se pliegan a la huelga los mineros de Casapalca, los trabajadores de la Cervecería Backus y Johnston en los días 8 y 9 de enero de l919, y son tantos los obreros en conflicto, más los estudiantes.
A propuesta de Víctor Raúl Haya de la Torre, las asambleas de huelguistas se reunieron “por primera vez en la amplia Sala de Actos del Palacio de la Exposición”.
 El 8 de enero el Gobierno suspendió las garantías constitucionales y las tropas atacaron a la población de Vitarte. De esta manera se inicia la represión contra el movimiento obrero. El 9, es decir al siguiente día, la Federación Obrera Local, central representativa de la clase trabajadora, como respuesta al ataque anterior, anuncia un PARO GENERAL NACIONAL23. Los días  posteriores (el 12) son tantos los trabajadores presos, lo mismo que los heridos en los hospitales, que se resuelve constituir un Comité Ejecutivo Nacional encargado de llevar adelante el PARO GENERAL.
Con la estrategia, habitual prudencia de Víctor Raúl Haya de la Torre –quien en esos días recién iba a cumplir 24 años– se consigue unificar los reclamos y todo se concreta en uno solo: “La jornada de ocho horas”. Los diarios de Lima, “… El Comercio y La Prensa intentan desprestigiar al movimiento” 24.
El 12 de enero se realiza una asamblea en la calle La Penitenciaría y se proclama el Paro General. Sin embargo, la Federación de Estudiantes no aparece en el movimiento a fin de no mostrarse banderizada, pero se gana adeptos entre los universitarios. Es así como se consigue el apoyo del estudiante Luis Ernesto Denegri “conocido como orador de San Marcos”, a quien sus amigos lo llamaban “Danton”.
El 13 el Comité Ejecutivo Nacional del movimiento obrero, que estaba presidido por Fausto Narvarte –ampliamente conocido como un anarcosindicalista– declara el PARO GENERAL EN TODA LA REPÚBLICA.
La Federación de Estudiantes se reunió en asamblea el 13 para discutir un tema particular de los estudiantes, pero Víctor Raúl aprovecha la circunstancia y, entre escaramuza y escaramuza, primero hace que se discuta el pedido particular de los estudiantes, y, luego, el de los trabajadores, que se aprobó por aclamación y se nombraron como delegados, ante el Comité de Huelga, a Víctor Raúl Haya de la Torre, Bruno Bueno de la Fuente y Valentín Quezada25.
Junto a Víctor Raúl estaban Alberto Fonkén, Julio Portocarrero, Luis Barrientos Casós, Arturo Sabroso Montoya, entre otros líderes jóvenes del gremio textil, anarcosindicalistas, según Percy Murillo26.
Víctor Raúl, por sus antecedentes familiares, es muy relacionado y despliega una actividad extraordinaria… se reúne con los obreros, especialmente con el grupo de jóvenes textiles, comunicándoles sus ideas y dándoles consejos; es decir, los asesora, aunque, como dice Percy Murillo: “La dirección del movimiento obrero se encontraba en manos de los anarcosindicalistas…”27. Por palabras de Fausto Narvarte, presidente del Comité de Huelga, se comunica a Víctor Raúl que el Comité ha puesto su confianza en él.
Como dice Jorge Luis Cáceres Arce: “Hasta ese momento la iniciativa había correspondido a los trabajadores, pero adquirió mayor importancia en el movimiento en que entran a actuar los estudiantes por iniciativa de Haya de la Torre28”.
Lima, Callao y Balnearios estaban totalmente paralizados. Por las silenciosas calles solamente circulaban tropas. En esos días el presidente de la república era José Pardo y Barreda, quien había ordenado que el Ejército custodiara la capital. Como no existía Ministerio de Trabajo, las cuestiones sociales estaban a cargo del Ministerio de Fomento y Obras Públicas y el ministro era Manuel Aurelio Vinelli, quien el mismo día 13 se reunió con Víctor Raúl y, no obstante ser una reunión informal, llegaron al acuerdo de no impedir las reuniones de la comisión con los obreros dirigentes del paro en la Federación de Estudiantes.
El día 14 se le encomendó a la comisión, presidida por Haya de la Torre, gestionar, ante el Ministerio de Gobierno, la libertad de los estudiantes detenidos por la policía, y por las campañas tendenciosas y muy mal intencionadas de los “patronos” y lacayos del gobierno.
En la asamblea popular, la noche del 14, Víctor Raúl contestó: “… ni los obreros, ni los estudiantes en este gran movimiento reivindicativo de justas conquistas sociales tenemos otro interés que el sagrado de la causa obrera”. El ministro Vinelli le había prometido sacar el decreto o renunciar. Los hombres del gobierno pertenecían al Partido Liberal, y temían que en la campaña electoral se produjera una crisis ministerial. Es decir, era la ocasión para insistir en la lucha por la conquista de la jornada de las ocho horas. Nada sucede antes ni nada después; todo acontece en su momento.
Mientras tanto en el Paseo Colón habían sido emplazadas hileras de ametralladoras y fuertes piquetes de soldados de a caballo y de a pie29.
Los obreros y estudiantes se encontraban en asamblea cuando llegó Haya de la Torre, quien había tenido discusiones con el comandante Gómez, en las que ambos usaron palabras de grueso calibre y gritos sin ceder ni el uno ni el otro. La situación se tornó difícil por las amenazas del militar, quien buscaba propiciar la oportunidad o pretexto para la farsa que alguien “había hecho explotar una bomba”, como se hizo en Chicago el 4 de mayo de 1886, que culminó en el martirologio. Es decir, emular al capitán Ward, que fue quien comandaba a la policía en la masacre de la Plaza Haymarkant en Chicago. Pero esta vez los oligarcas no contaban con la presencia de Víctor Raúl Haya de la Torre, que no solo era un mediador –como dicen algunos de sus detractores– sino que ya en él se vislumbraban las cualidades de un filósofo-político-social. La situación se presentaba difícil, pero el líder estudiantil, con palabras firmes, sin arrogancia, electriza a la asamblea, y, después de ciertos momentos, los trabajadores, estudiantes y algunos periodistas se  tranquilizaron.
Los asambleístas muy atentos seguían fielmente las instrucciones del líder, inclusive rieron de las bromas que le hizo con su salida al jefe de la tropa.
El 15 el Consejo de Ministros había sido convocado para las 5 de la tarde. A medio día se reunieron el ministro Vinelli con Haya de la Torre y examinaron dos modelos o proformas del decreto. El líder estudiantil opina que primero se presente el más exigente, y luego el otro  algo moderado, pero a condición de que la jornada de ocho horas quede establecida. A las 2 de la tarde, al separarse, el ministro le dice: “Estamos ya unidos en esta causa”. Víctor Raúl le garantiza levantar la huelga automáticamente, después de alcanzado el triunfo… Una clave telefónica acordada con el ministro la daría el primer anuncio:
“El minutero ha corrido unos cuantos puntitos en el reloj, cuando el chofer del ministro entra con un sobre largo a su nombre, Víctor Raúl lo abre”, según testimonio de Felipe Cossío del Pomar. Pero Víctor Raúl en Lecturas Obreras, Jornada de las Ocho Horas, publicación clandestina del Partido Aprista, dice que fue a las 5:10 minutos de la tarde del día 15 de enero de 191930.
Hizo llamar a los delegados estudiantiles. Al no encontrarlos, inmediatamente avanza a grandes pasos hacia el Parque Neptuno. Su presencia presagia la victoria… “Palabra por palabra va leyendo la resolución gubernativa que establece la jornada de ocho horas de trabajo” 31.
César Lévano, cuando narra los acontecimientos en los que intervinieron su abuelo o su padre, anota que Portocarrero aclara las cosas y le atribuye lo siguiente: “A las seis de la tarde del tercer día (del paro) se presentó el ministro de Fomento, Manuel Vinelli en las gradas del Ministerio de Fomento, ubicado en el Paseo Colón, junto a la Federación de Estudiantes, en el local que es actualmente el Museo de Arte. Ahí, desde esas gradas, el ministro leyó el decreto del Gobierno que concedía la jornada de las ocho horas” 32.
Este Decreto Supremo del 15 de enero de 1919, lacónico, sencillo, con un lenguaje casi común y corriente, pero para ser uno de los primeros entre los de su orden es muy bueno, sobre todo si comprendemos que la lucha no era –como hasta ahora– contra el Gobierno, sino contra los ricos de Lima.
Y decimos “uno de los primeros”, porque Mario de la Cueva anota que en Uruguay: “Desde 1915 se fijó en ocho horas el máximo de la jornada diaria” 33. 
César Lévano dice: “Antes se implantó en Uruguay, pero fue idea del presidente José Batlle y Ordóñez”34.
Por su parte Selig Perlman comenta que: “En 1904 los trabajadores del petróleo de Bakú hicieron una huelga de diecisiete días de duración y consiguieron un acuerdo colectivo con las compañías empleadoras con una reducción de la jornada de trabajo de once horas y media a ocho y nueve…”35.
(Tomado del Diccionario Enciclopédico Jurídico del Trabajo, del autor).

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1.       Luis Alcalá-Zamora y Castillo: Tratado  de  Política  Laboral y Social. T II, pág. 94.
2.       Luis Alberto Despontin: Jornada de Trabajo, pág. 55 y Derecho del Trabajo, pág. 263.
3.       Víctor Raúl Haya de la Torre: Obras Completas - Prólogo, pág. XXIV.
4.       Miguel A. Suárez Sandoval: Reflexiones sobre Derecho Sindical, 1985, pág. 52.
5.       T. Walter Wallbank, Alastrair M. Taylos y otros: Historia Universal de la Civilización. T. IV, pág. 67 – Editorial Hispano-europea – Barcelona, España.
6.       Jorge Luis Cáceres Arce: Vida y Obra de Víctor Raúl Haya de la TorreIII Concurso Latinoamericano de Ensayo. T. III, pág. 45.
7.       T. Walter Wallbank, Alastrair M. Taylos y otros: Historia Universal de la Civilización. T. IV, pág. 67 – Editorial Hispano-europea – Barcelona, España.
8.       Luis Barrientos Casós: Los Tres Sindicalismos, pág. 29.
9.       Historia Universal, Santillana, T. 11, pág. 77.
10.    Historia Universal, Santillana, T. 11, pág. 76.
11.    Historia Universal, Santillana, T. 11, pág. 55.
12.    Historia Universal, Santillana, T. 11, pág. 66.
13.    Luis Alcalá-Zamora  y  Castillo:  Tratado de Política Laboral y Social. T II, pág. 93.
14.    Historia Universal, Santillana, T. 11, pág. 56.
15.    Claude Fohlen y Francois Bédarida: Historia General del Trabajo – La Era de las Revoluciones 1760 -1914. T. III, pág. 391.
16.    htth://argentina-indymedia.org/news/2006/05/402160.php.
17.    Alberto Valdivia Portugal: Sindicalismo y Desarrollo, pág. 14.
18.    Mario de la Cueva: Derecho Mexicano del Trabajo. T. I, pág. 596.
19.    Selig Perlman: Teoría del Movimiento Obrero, pág. 206.
20.    Selig Perlman: Teoría del Movimiento Obrero, pág. 207/208.
21.    Víctor Raúl Haya de la Torre: Obras Completas – Tomo 1, pág. 228.
22.    Felipe Cossío del Pomar: Víctor Raúl, pág.94.
23.    Luis Barrientos Casós: Los Tres Sindicalismos, pág. 153.
24.    Felipe Cossío del Pomar: Víctor Raúl, págs. 94/95.
25.    Felipe Cossío del Pomar: Víctor Raúl, pág. 97. Percy Murillo Garaycochea: Historia del Apra, pág. 31. Jorge Luis Cáceres Arce: Haya de la Torre Estudiante Peregrino – Vida y Obra de Víctor Raúl Haya de la Torre - II Concurso Latinoamericano, pág. 50.
26.    Nilo Campos Lescano: Historia del Apra, pág. 36 – Vida y Obra de Víctor Raúl V Concurso Latinoamericano, pág. 236.
27.    Percy Murillo Garaycochea: Historia del Apra, pág. 30.
28.    Jorge Luis Cáceres Arce: Vida y Obra de Víctor Raúl Haya de la TorreIII Concurso Latinoamericano de Ensayo, pág. 48/49.
29.    Percy Murillo Garaycochea: Historia del Apra, pág. 34. Felipe Cossío del Pomar: Víctor Raúl, pág. 103.
30.    Víctor Raúl Haya de la Torre: Obras Completas – Tomo 1, pág. 228/238.
31.    Felipe Cossío del Pomar: Víctor Raúl, pág. 104.
32.    César Lévano: La Utopía Libertaria del Perú (Introducción) – Dos retratos, una época, pág. 31
33.    Mario de la Cueva: Derecho Mexicano del Trabajo. T. I, pág. 596.
34.    César Lévano: La Utopía Libertaria del Perú (Introducción) – Dos retratos, una época, pág. 32.
35.    Selig Perlman: Teoría del Movimiento Obrero, pág. 60.