domingo, 22 de octubre de 2017

SINFONÍA PARA SORDOS



SÉPTIMO ANIVERSARIO EN EL MUNDO VIRTUAL

SINFONÍA PARA SORDOS

Miguel Suárez Sandoval
 
Dios creó al Hombre para hacer de él un señor. Y con los siglos la sociedad se aprovechó de ese Hombre para ponerlo a su servicio. Sacándolo de su medio de sabio lo convirtió en un ignorante para exprimirlo mejor. El hombre sufrió, lloró y “murió”… ¡Murió, esclavo!
Pasan las etapas de la historia, pero siempre nacen hombres para ser “esclavos”. La sociedad sigue igual; solamente cambia el nombre: a la esclavitud se le llamó servidumbre, dependencia, subordinación laboral, etc.; como cambian los nombres de una familia.
Algunos objetivos de la civilización se logran; la cultura avanza, pero la moral se relaja. El hombre usa al hombre como un medio, una cosa; como una palanca para la transformación sin comprender que él mismo se está colocando a poca distancia de ser cosa.
Según la historia de la humanidad, al hombre se le hace esclavo para no matarlo en forma violenta y sanguinaria. De acuerdo a la filosofía de esa época, fue un mal necesario. Pero la muerte va por dentro de la esclavitud; como también va en la servidumbre, talvez más lenta como humillante en la dependencia y la subordinación laboral, la informalidad y la globalización para concluir en la robotización.
Al humano se le usa como un botón. Como dijera el poeta chiclayano (Perú) José Eufemio Lora y Lora, en su poema Fábrica: “Obrero, tanto mover esa palanca, eres tan solo una palanca más…”  (Trabajo en equipo, del autor).
Aún existe la “muerte” cual parte constitutiva de la vida, aunque disfrazada, en este caso, de hambre. Siempre en el mundo hay un explotador y muchos explotados; uno que come y muchos que no comen; uno que canta, ríe y baila y muchos que sufren hambre; sobre todo sus hijos visten harapos, agonizan y solo esperan como única solución a su problema, su desintegración, desesperados por el dolor, el hambre y el frío.
Por la impotencia para reprimir a las fuerzas de la naturaleza, y gozar de las leyes sociales, en algo que estimamos perfecto, dependemos de ellas. Así la servidumbre nació. El hombre reclamó, pidió, clamó al rey, al Poder Judicial, a la Santa Sede.
El hombre se torna pobre, pero la riqueza apareció:
“Homo, hominis lupus”. El dolor es el lado positivo de la vida, lo demás es negativo. Pero el dolor también es luz que ilumina la razón y poder que agudizan los sentidos.
El hombre debe conquistar su libertad, conquistándose primero así mismo. O, como dijera Mahatma Gandi: ama a tu prójimo más que a ti mismo. (Quinta sinfonía: Oración al tiempo).
La melancolía es la primera flor del jardín de la soledad. Es una flor que no se siembra; es silvestre y la alimenta el dolor. Nace como mala hierba: se corta, se poda, pero siempre crece… igual. El mundo sigue su marcha y el hombre en su explotación. Generalmente acosa con hambre al hombre; muchas veces no lo deja pensar bien. ¿Hemos nacido para agonizar? ¿Y mientras agonizamos podamos, cuando menos, probar que estamos vivos? Vivos para trabajar y luchar, y en esa lucha para el mundo “morir”. El mundo es un leprosorio, y en ese calvario el pobre es un señor.
La sabiduría nos acerca a la felicidad. Y si el sabio, en algunos casos, no llega a ser feliz es porque de alguna manera no es libre. Su propia sabiduría lo hace entender que más ha sido el cúmulo de privaciones y dolor que la dicha que ha conseguido. Como resultado, en cierto modo, adquiere un tanto de misología.
La libertad para algunos es un concepto de lo absoluto; pero lo absoluto en el mundo no existe, porque es un atributo infinito y no del hombre.
Moralmente se debe actuar “por deber”, sin buscar la satisfacción, porque esta –aunque sea inmaterial– vuelve inmoral nuestra actuación. La sabiduría es la medida de todos los hombres, por cuanto es la medida del alma; puede iluminar la necesidad y hacer la dicha al establecer el equilibrio. La sabiduría también es el camino para llegar a Dios.
La sabiduría es un medio para arribar a la “Verdad Absoluta”; pero el llegar o no depende de que hayamos escogido un correcto o un falso camino. ¿Es decir, la meta está condicionada a nuestro conocimiento? Recordemos que no debemos juzgar el valor moral de las acciones por el éxito, porque la voluntad tiene valor por sí misma.
El mundo es el conjunto de todo lo bueno y todo lo malo. El mundo es la lucha del “tener” y el “saber” (lucha de contrarios); es la lucha de los que tienen y los que son, en habilísimas combinaciones (de hipocresía) para no aparentar la realidad; porque en el mundo no se encuentra una virtud verdadera. En esta pugna es cuando aparecen los vicios, la corrupción, pero también nacen las virtudes. Esta lucha es milenaria: comienza con la primera pareja, y así nace la sabiduría como una consecuencia del derecho de aprender.
La sabiduría es el puente que nos conduce a la vida. El que tiene puede experimentar prosperidad por el cúmulo de lo obtenido, pero no vida. Vida es vencer la temporalidad; la vida es perennidad.
Vivir es perennizarse. En esta pugna el cielo se volvió sordo y la Tierra, en gran hipocresía frente al cielo, se tapó los oídos.
¡No olvidemos que entre los que te glorifican el domingo, están los que te crucifican el jueves!