SÉPTIMO ANIVERSARIO EN EL MUNDO VIRTUAL
SINFONÍA
PARA SORDOS
Miguel Suárez Sandoval
Dios creó al
Hombre para hacer de él un señor. Y con los siglos la sociedad se aprovechó de
ese Hombre para ponerlo a su servicio. Sacándolo de su medio de sabio lo convirtió
en un ignorante para exprimirlo mejor. El hombre sufrió, lloró y “murió”…
¡Murió, esclavo!
Pasan las etapas
de la historia, pero siempre nacen hombres para ser “esclavos”. La sociedad
sigue igual; solamente cambia el nombre: a la esclavitud se le llamó
servidumbre, dependencia, subordinación laboral, etc.; como cambian los nombres
de una familia.
Algunos
objetivos de la civilización se logran; la cultura avanza, pero la moral se
relaja. El hombre usa al hombre como un medio, una cosa; como una palanca para
la transformación sin comprender que él mismo se está colocando a poca
distancia de ser cosa.
Según la
historia de la humanidad, al hombre se le hace esclavo para no matarlo en forma
violenta y sanguinaria. De acuerdo a la filosofía de esa época, fue un mal
necesario. Pero la muerte va por dentro de la esclavitud; como también va en la
servidumbre, talvez más lenta como humillante en la dependencia y la subordinación
laboral, la informalidad y la
globalización para concluir en la robotización.
Al humano se le
usa como un botón. Como dijera el poeta chiclayano (Perú) José Eufemio Lora y
Lora, en su poema Fábrica: “Obrero, tanto mover esa palanca, eres tan solo una
palanca más…” (Trabajo en equipo, del autor).
Aún existe la “muerte” cual parte constitutiva de la vida, aunque disfrazada, en este caso,
de hambre. Siempre en el mundo hay un explotador y muchos explotados; uno que
come y muchos que no comen; uno que canta, ríe y baila y muchos que sufren
hambre; sobre todo sus hijos visten harapos, agonizan y solo esperan como única
solución a su problema, su desintegración, desesperados por el dolor, el hambre
y el frío.
Por la impotencia
para reprimir a las fuerzas de la naturaleza, y gozar de las leyes sociales, en
algo que estimamos perfecto, dependemos de ellas. Así la servidumbre nació. El
hombre reclamó, pidió, clamó al rey, al Poder Judicial, a la Santa Sede.
El hombre se
torna pobre, pero la riqueza apareció:
“Homo, hominis lupus”. El dolor es el lado positivo de la vida, lo
demás es negativo. Pero el dolor también es luz que ilumina la razón y
poder que agudizan los sentidos.
El hombre debe
conquistar su libertad, conquistándose primero así mismo. O, como dijera
Mahatma Gandi: ama a tu prójimo más que
a ti mismo. (Quinta sinfonía: Oración al tiempo).
La melancolía es
la primera flor del jardín de la soledad. Es una flor que no se siembra; es
silvestre y la alimenta el dolor. Nace como mala hierba: se corta, se poda,
pero siempre crece… igual. El mundo sigue su marcha y el hombre en su
explotación. Generalmente acosa con hambre al hombre; muchas veces no lo deja
pensar bien. ¿Hemos nacido para agonizar? ¿Y mientras agonizamos podamos,
cuando menos, probar que estamos vivos? Vivos para trabajar y luchar, y en esa
lucha para el mundo “morir”. El mundo es un leprosorio, y en ese calvario el
pobre es un señor.
La sabiduría nos acerca a la felicidad. Y si el sabio, en algunos
casos, no llega a ser feliz es porque de alguna manera no es libre. Su propia sabiduría lo hace entender que más ha sido el cúmulo de
privaciones y dolor que la dicha que ha conseguido. Como resultado, en cierto
modo, adquiere un tanto de misología.
La libertad para
algunos es un concepto de lo absoluto; pero lo absoluto en el mundo no existe,
porque es un atributo infinito y no del hombre.
Moralmente se
debe actuar “por deber”, sin buscar la satisfacción, porque esta –aunque sea
inmaterial– vuelve inmoral nuestra actuación. La sabiduría es la medida de
todos los hombres, por cuanto es la medida del alma; puede iluminar la
necesidad y hacer la dicha al establecer el equilibrio. La sabiduría también es el camino para llegar a Dios.
La sabiduría es
un medio para arribar a la “Verdad Absoluta”; pero el llegar o no depende de
que hayamos escogido un correcto o un falso camino. ¿Es decir, la meta está
condicionada a nuestro conocimiento? Recordemos que no debemos juzgar el valor
moral de las acciones por el éxito, porque la voluntad tiene valor por sí
misma.
El mundo es el
conjunto de todo lo bueno y todo lo malo. El mundo es la lucha del “tener” y el
“saber” (lucha de contrarios); es la lucha de
los que tienen y los que son, en habilísimas combinaciones (de hipocresía)
para no aparentar la realidad; porque en el mundo no se encuentra una virtud
verdadera. En esta pugna es cuando aparecen los vicios, la corrupción, pero
también nacen las virtudes. Esta lucha es milenaria: comienza con la primera
pareja, y así nace la sabiduría como una consecuencia del derecho de aprender.
La sabiduría es
el puente que nos conduce a la vida. El que tiene puede experimentar
prosperidad por el cúmulo de lo obtenido, pero no vida. Vida es vencer la
temporalidad; la vida es perennidad.
Vivir es
perennizarse. En esta pugna el cielo se volvió sordo y la Tierra, en gran
hipocresía frente al cielo, se tapó los oídos.
¡No olvidemos
que entre los que te glorifican el domingo, están los que te crucifican el
jueves!