TRABAJO
INFANTIL
Miguel
Suárez Sandoval
Comencemos
preguntándonos ¿qué es la infancia?
La
Real Academia de la Lengua Española dice que, como palabra, deriva del latín
«infantia», y la define como «período de la vida humana desde que se nace hasta
la pubertad».
Para
José Anicama Gómez, «la infancia es una etapa de la vida para que el niño
juegue, crezca y aprenda conociendo el medio que lo rodea haciéndose una idea
de el» (Daños Psicológicos del Trabajo
Infantil en los Niños y Adolescentes). Es decir, para este autor, la
infancia en el humano tiene «un porqué»; obligatorio es cumplirlo. Es una etapa
en la que (al niño) hay que darle
seguridad procurando no enfrentarlo al medio, alejándolo de la violencia y la
explotación, considerando que la peor de todas es la explotación sexual.
En
la Población Económicamente Activa (PEA) se contempla a todas las personas que
cuentan cierta edad y que a partir de ella pueden trabajar. Pero en los datos
estadísticos no se tiene en cuenta a los menores y adolescentes, porque «no son
capaces de trabajar» y «… no es obligación de los niños y niñas suplir el
trabajo o generar ingresos que los adultos no logran realizar regularmente de
manera suficiente para solventar las necesidades familiares», nos dice Víctor
Martínez Rabanal, psicólogo de la Universidad de Chile.
No
se considera trabajo infantil al que
se realiza y no interfiere con las actividades propias de la edad del menor o
adolescente, que no afecta su salud ni desarrollo personal; por ejemplo, ayudar
en el hogar o en algún negocio «ganarse alguito» fuera de las horas de clase en
el colegio, o en las vacaciones escolares y que no sean riesgosas. Pero en
estos casos habría que tener presente la edad del niño.
Los
niños y adolescentes no pueden ni deben trabajar en actividades peligrosas; lo
que se llama: trabajo peligroso, que es el que «… por sus condiciones
en que se lleva a cabo puede provocar daños al desarrollo, a la salud,
seguridad o moralidad. El trabajo peligroso lleva una serie de amenazas,
riesgos, daños […] que impiden el acceso, rendimiento y permanencia en la
escuela…».
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo define diciendo que es «el que
pone en peligro el desarrollo físico, mental y moral del niño sea por su
naturaleza o por las condiciones en las que se ejecuta». Por ejemplo, la extracción
de piedras en los cerros de Carabayllo en la capital peruana.
Bertrand
Russell nos aconseja que: «Hay que tratar con respeto incluso al más tierno
infante como a un ser que va a tener un
lugar en el mundo. No hay que sacrificar su porvenir a las conveniencias
presentes de uno, ni al placer que se extrae en mirarle: una cosa es tan dañina
como la otra. En este caso, como en todos los demás, se necesita una
combinación de amor y de entendimiento si se desea ir por camino recto» (Diccionario del Hombre Contemporáneo).
El
Código de los Niños y Adolescentes, del Perú, en su art. I del Título
Preliminar – Definición, precisa que «se considera niño a todo ser humano, desde su concepción
hasta cumplir 12 años de edad…». Y, a su vez, agrega «…y adolescente desde los
doce hasta cumplir los dieciocho años de
edad»… Aunque esto depende mucho de cada legislación nacional y la opinión de
algunos autores; por ejemplo, Gonzalo Fernández de León opina que la infancia
«termina a los siete años de edad» (Diccionario
Jurídico).
«El
niño tiene derecho indiscutible a desarrollarse, tanto física cuanto
espiritualmente y es indudable que el trabajo prematuro ni permite el
desarrollo físico ni deja tiempo requerido para las labores escolares».
Este
código se promulgó el 2 de agosto del año 2000, cuando estaba vigente la
Constitución Política del Perú del año 1979, que en su art. 8° anota: «El niño,
el adolescente y el anciano son protegidos por el Estado ante el abandono
económico, corporal o moral». Y en su art. 44° añade que la ley: «Determina las
condiciones del trabajo de menores…».
En
el Perú, tras el autogolpe de Estado del 2 de abril de 1992, se derogó la
Constitución de 1979 y se promulgó la de
1993, que en su art. 4°, palabras más palabras menos, repite lo de la anterior;
pero, en su art. 23° y entre otros dice que el Estado «… protege especialmente
a la madre, al menor de edad y al impedido que trabajan». Es decir, no hace
distinciones para los efectos de la relación laboral entre la mujer y el varón
trabajadores; pero pone énfasis en el art. 2°, inciso 2 que «toda persona tiene
derecho: a la igualdad ante la ley. Nadie puede ser discriminado por motivo de
[…] sexo…». En otras palabras, reafirma lo antedicho.
El
Código de los Niños y Adolescentes da las pautas o normas para los efectos de
la relación laboral. Por ejemplo, establece que los padres deben autorizar el
trabajo por cuenta ajena de sus menores hijos y también determina la edad mínima para que los
adolescentes puedan trabajar en esa condición, estableciendo sus requisitos y
características como la jornada de trabajo, señala las labores prohibidas, como
el trabajo nocturno, y reafirma, por ejemplo, en cuanto a salarios del
adolescente si su categoría es similar a la de los demás trabajadores; y remite
a la Ley Procesal del Trabajo (Perú) en el caso de determinar la «competencia»
y «capacidad» del reclamante en los conflictos resultantes de la relación
laboral.
DEFINICIÓN
Y OBJETO
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el término «trabajo
infantil» como: «todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y
su dignidad, y que es perjudicial para
su desarrollo físico y psicológico».
El
Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (cuyas
siglas en inglés es UNICEF), considera que el trabajo infantil es «toda actividad
laboral remunerada o no, realizada por niños y/o niñas menores de 15 años, que
entorpezca su proceso educativo regular o afecte su salud y desarrollo integral».
Para
nosotros trabajo infantil es más que
nada una denominación, que se distingue o diferencia de otros, cuando la
actividad laboral está fuera de época, obstaculiza las tareas encomendadas al
educando o puede entorpecerlo cuando es un niño o adolescente, sin interesar,
en estos casos, el lugar ni el modo de realizarlo.
El
legislador, el juez, el empleador y la sociedad en general deben tener presente
el hecho que un dador de trabajo, persona natural o jurídica, dé trabajo a
menores o adolescentes y se les obstaculice la concurrencia a la escuela, para
que se convierta esa actividad en trabajo infantil, estaría incurriendo en
falta. Los estudiosos del tema opinan que «la dedicación a los quehaceres
domésticos por más de 21 horas a la semana es una forma de trabajo infantil».
Leonardo
Briceño Ayala, Ángela M. Pinzón Rondón dicen que existen: «más de 246 millones
de niños, entre los 5 y los 17 años, que
se encuentran actualmente (2004) trabajando en el mundo y 180 millones
sometidos a las peores formas de trabajo
infantil». Y especialmente señalan la explotación sexual, las tareas
domésticas, el trabajo en minas, y en fábricas de juegos pirotécnicos… (Efectos del Trabajo Infantil en la salud del
menor trabajador).
El
objeto que se dé una legislación especial para los niños y adolescentes es
conservarlos sanos, que concluyan su educación primaria y evitar los abusos que
se cometen contra ellos; lo que no se ha cumplido, salvo muy raras excepciones,
como señala Mario de la Cueva: «…asegurar a los menores la plenitud del
desarrollo de sus facultades físicas y mentales y la posibilidad de la conclusión
normal de los estudios primarios» (El
Nuevo Derecho Mexicano del Trabajo).
El
derecho está siempre en cumplimiento de su finalidad, cual es la de proteger especialmente
a los menores y adolescentes, dado su poca fuerza muscular y experiencia, su
etapa de formación física, educacional, moral y psicológica; y a las mujeres
por su condición de tales, y futuras madres siempre conductoras de la sociedad.
Con lo que están de acuerdo los más grandes juslaboralistas, como Guillermo
Cabanellas y Luis Alcalá-Zamora y Castillo, posiblemente inspirados en las
ideas propuestas por Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución Mexicana
y quien propuso la reducción de la jornada de trabajo para los menores y las
mujeres en el Congreso Liberal de San Luis de Potosí, y más tarde para que
fuese insertado en el artículo 123 de la Constitución de Querétaro en la
hermana república de México.
En
relación con esto los trabajadores de la
salud, especialmente médicos y enfermeras, tienen la obligación de informar en
caso de sospecha de un abuso o abandono infantil; su incumplimiento
constituye una falta grave, pero además penalmente pueden ser implicados en el
proceso. Porque se estima que la infancia de un niño es sagrada y nadie tiene
derecho a robarle su felicidad.
ORÍGENES
Se
comenta que ante lo largo de la jornada diaria de trabajo, impuesta por los
empresarios-empleadores (de cuatro de la mañana a diez de la noche) y ante la
negativa de los adultos se determinó, como un recurso, enviar a los campos a
los niños (1812); claro está que sucedió por la gran depravación de las
antañosas costumbres. También se dice que el crecimiento de la población
contribuyó con la pobreza en América Latina y que ni la industria ni la
agricultura se han expandido como para dar trabajo a todos (2010); esto creó
pobreza y miles de niños en el mundo tienen que trabajar. Ahora el problema es
transnacional.
«Persia
(hoy Irán), los safawi, grupos de musulmanes chiitas, cuyos líderes afirmaban
ser descendientes de Alí, yerno de Mahoma, a comienzos del siglo XVI
(1524) fundaron fábricas para elaborar alfombras que, en Europa se les conocía
como «turcas»; los salarios de los
trabajadores subían cada tres años. Cuando un tejedor se retiraba, su salario
se entregaba a sus hijos, que
empezaban a trabajar
a los 12 años». (Historia del
Mundo Dorling Kindersley – El Comercio de Lima, pág. 175).
La
Convención Americana sobre Derechos Humanos de San José de Costa Rica, del 22
de noviembre de 1969, en la Declaración de los Derechos del Niño, Principio 9,
prescribe: «No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima
adecuada; en ningún caso se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo
alguno que pueda perjudicar su salud, su educación, o impedir su desarrollo
físico, mental o moral».
La
legislación laboral comparada prohíbe el trabajo de los niños. Siempre fue
preocupación de los organismos internacionales como la Confederación Internacional
de las Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y otras tantas; sin embargo, en
muchos países, por ejemplo del Asia, la mano de obra infantil constituye el
diez por ciento (10%) y hasta el veinticinco por ciento (25%).
El
Código Internacional del Trabajo –aunque no es esencialmente un código de
obligaciones internacionales, sino una colección sistemática de normas
aprobadas internacionalmente– en su art. 379° anota que: «Los niños menores de
quince años o los que, habiendo cumplido esta edad, continúen sujetos a la
enseñanza primaria obligatoria, exigida por la legislación nacional, no podrán
ser empleados en ninguno de los trabajos…». Se refiere a trabajos industriales,
riesgosos, nocturno, etc.
En
España recién el 24 de julio de 1873 entró en vigencia una primera legislación
que intenta proteger a los menores de la explotación laboral, consecuencia
evidente de la primera revolución
industrial. Esta ley llamada Benot establecía límites al trabajo en los talleres
(prohibía el trabajo a los menores de 10 años, establecía la enseñanza
obligatoria para los mayores de 10 años que trabajaban, restringía la jornada
de 8 horas diarias para los niños entre 10 y 15 años).
«En
1938 se dio una ley que prohibía a los niños trabajasen en trabajos peligrosos
como domador de fieras o torero».
Y,
según Fernando Gil Hernández, la primera legislación defensora de los menores
en Francia se dictó en 1891 (Tratado de Medicina del Trabajo, pág. 8).
En
el Perú se dio la primera Ley N° 2851, el 29 de noviembre de 1918 (hoy derogada),
protegiendo a los menores que trabajen, donde se prohíbe los trabajos de los
menores de catorce años, con ciertas excepciones no muy fáciles de cumplir.
Posteriormente el Perú ratificó el Convenio Internacional de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) N° 182, por Resolución N° 27543, de 26 de
octubre del 2001, que en su art. 2° anota: «…el término niño designa a toda persona
menor de 18 años»; pero aún en el año 2008, en el Perú, se comentaba que había
dos millones de niños trabajadores con una edad de entre doce (12) y diecisiete
(17) años, que laboraban doce (12) horas diarias, incluso en la minería
artesanal. Y en la misma capital peruana (Lima) trabajan niños de unos quince
(15) años como cobradores en los carros de transporte urbano (2011) a la vista
de todo el mundo, con unas jornadas diarias de hasta quince (15) horas; gran parte
de la cual es nocturna, sin descanso formal intermedio ni para tomar sus
alimentos, que tienen que hacerlo en el lapso de espera de turno de carro, no
obstante estar prohibido por ser un trabajo de alto riesgo.
Pese
a estar prohibido internacionalmente hay niños que trabajan en la agricultura a
la intemperie, soportando altas
temperaturas y padecen de piel reseca, pulso acelerado y sufren mareos. También
experimentan síntomas como sudoración,
respiración acelerada y pulso débil.
En
el Perú, el trabajo infantil desde 1993 al 2001, se ha impulsado nueve veces,
según la investigación de CESIP (Centro de Estudios Sociales y Publicaciones),
y agrega que en el campo (ámbito rural) se encuentra el mayor porcentaje (30%)
a diferencia de las zonas urbanas y sobre todo niños de 5 a 11 años.
De
igual manera a los niños y adolescentes les está terminantemente prohibido
trabajar en los centros de salud y sin
distinción de puesto o de cargo, de horario o de cualquier modalidad.
Entre
los trabajadores del campo, los niños son más vulnerables y padecen síntomas
cuando no toman agua en suficiente cantidad y/o utilizan más ropa para
protegerse de los pesticidas, son víctimas de la insolación.
Transporte urbano en Lima
En
esta ocupación no sólo hay varones sino también mujeres, con una jornada que
comienza a las cuatro horas y termina a las veintidós de cada día, ganando un
salario como si fuera máxima legal; mientras los gobernantes cometen el mismo
error del Hidalgo Caballero Don Quijote de la Mancha.
«En
el Perú, cincuenta mil niños y adolescentes laboran en zonas a más de cinco mil
metros (5,000) de altura sobre el nivel del mar, para obtener algunos gramos de
oro; y once mil (11,000) son los más pequeños en riesgo de seguir la misma
suerte», según estudio de la OIT (2010).
El
trabajo infantil existe y está por
doquier porque los gobiernos lo permiten. Si los niños trabajan, generalmente,
es por su pobreza y porque, tanto los padres como los gobernantes, asientan con
una mentalidad que no ha evolucionado y
se han quedado en las primeras décadas del siglo XX, convirtiéndose en cómplices.
El
problema del trabajo infantil es uno de los más grandes capítulos de la
cuestión social.
Se
comentó (27 de enero del 2007) que en Costa Rica trabajan alrededor de 113,523
niños; en Nicaragua, 253,057, y en Honduras, 484,305.
Existe
una serie de pactos o acuerdos entre los gobiernos y las organizaciones
sindicales para boicotear los productos elaborados con mano de obra infantil,
por ejemplo las alfombras de la India y de otros países; sin embargo, dichos
acuerdos no se cumplen. Esta es una lucha que tal vez en su antigüedad arrancó
en la primera década del siglo XVII (1605), cuando Don Quijote de la Mancha en
su primera aventura defiende a un niño de unos quince años de edad de nombre
Andrés, de su empleador Juan Maldubo el rico y ordena: «… pagarle luego sin más
réplica»; pero el Caballero de la Triste Figura incurrió en un error que hasta
ahora se viene cometiendo en el mundo; es decir, no tomó las medidas para su
cumplimiento.
Teresa
Pérez del Río comenta que: «…es necesario señalar que sobre el principio de que
ningún derecho existe en la realidad si no existen procedimientos suficientemente
adecuados de tutela que garanticen su aplicación y sancionen su violación» (La Prohibición de Discriminación en las Condiciones de Trabajo).
Se
comenta que en los pueblos en desarrollo uno de cada cuatro niños trabaja,
siendo la causa principal la pobreza y que en América Latina son 17 millones de
niños que trabajan (2003).
En
la industria textil, en la del vestido y en la del calzado es donde se ha
encontrado la mayor explotación de niños. (Mundo Sindical N° 2, págs. 12 y 13 –
Febrero, 1998 – Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres
[CIOSL] – Bruselas, Bélgica). Y se busca que los contratistas no ocupen mano de
obra infantil; pero todo (2014) hasta ahora ha sido un fracaso.
Es
algo muy común en la India que niños trabajen a destajo en los hornos que
fabrican ladrillos; inclusive los trabajadores adultos llevan a toda su familia
para que los ayuden, comprendiendo a niños muy pequeños. En Lima, desde hace
años, se comenta que muchos niños de las
clases humildes trabajan por cuenta ajena haciendo adobes.
Para
evitar el trabajo infantil a los padres de los niños trabajadores se les debe
procurar mayores ingresos, por ejemplo, que reciban el salario mínimo, como lo
establecen la doctrina y legislación en algunos países, tal el caso de la
hermana república de México. Y no por partes, como en el Perú, porque en esa
forma no cumple con su finalidad reivindicativa sino política.
A
los niños hay que darles una educación especializada para que en el futuro
puedan ganarse la vida. La educación al niño sordo lo vuelve músico, el ejemplo
lo hemos visto en Colombia.
Ya
Gregorio Bermann, años ha, afirmaba que «… todo trabajo iniciado por el menor
antes de que termine la edad escolar es pernicioso para su desarrollo y
atentatorio al interés mismo de la sociedad…» (1933), mencionado por Nidia
Elinor Bisig (Protección a la Infancia y
Prevención de la Delincuencia Infantil).
«La
seguridad y la salud de la mano de obra del futuro depende de la integración de
la seguridad y la salud en el trabajo y en el sistema educativo de hoy. Los
niños y adolescentes necesitan aprender acerca de la seguridad y la salud en
una fase inicial de su educación, para que en el futuro pueda aplicar esas
ideas en su vida privada y laboral» (Organización Internacional del Trabajo [OIT] – Servicios
de Información y Documentación).
Esto
ya ha dado resultados visibles, por ejemplo, en la India donde existe tanta
explotación infantil y la mayor cantidad de mano de obra tanto de niños, adolescentes
como femenina; pero no es lo mismo en la isla de Kesala que para evitar el
aprovechamiento de los niños pusieron gran interés y se ha demostrado a través
de los siglos que por acción de los misioneros católicos y después por otras
comunidades religiosas hindúes y musulmanas. Solventaron las escuelas y
pacientemente educaron a los niños preparándolos para desempeñar algún trabajo.
Dichas escuelas de fines del siglo XX sostenidas por el Gobierno les da comida
a todos los alumnos y el salario mínimo se ha elevado más que en el resto de la
India.
Kesala
en el 2008 tenía un índice de alfabetismo del 91%, mientras que en otros
lugares del país no superaba el 52%; y se ha erradicado el trabajo infantil,
aunque se ha creado –un mal menor– la falta de mano de obra.
En
Sri Lanka se ha seguido un plan similar al de Kesala y el índice de alfabetismo
ha subido a 92% y las inscripciones en las escuelas primarias al 97%. En este
país desde el año de 1996 se lleva una vida sindical muy activa y sus
organizaciones gremiales están afiliadas a sus pares internacionales y de ellas
reciben gran apoyo. (Confederación Sindical Internacional [CSI]: En la lucha
contra el trabajo infantil). Y con la ayuda de organizaciones internacionales
(OIT, UNICEF) han creado escuelas sindicales donde los niños, que tienen
dificultades en sus estudios son ayudados para que no abandonen sus estudios y
a los que desasisten los incentivan para que vuelvan con el fin que mejoren.
Con esto se han recuperado varios miles de niños; cuentan con un buen número de
centros docentes con sendos profesores que brindan eficiente ayuda, incluso
visitando a los desertores en sus domicilios
y hasta proporcionándoles útiles escolares (Visión Sindical N° 11 – Octubre,
2008 –Confederación Sindical Internacional [CSI], Bruselas, Bélgica).
Un
plan semejante se está llevando a cabo en Costa Rica (América Central), donde
el movimiento sindical democrático, integrado por la Confederación de
Trabajadores Rerum Novarum (CTRN), en alianza con otros integrantes de la
sociedad civil, la Iglesia Católica muy activa, promueven a los trabajadores
migrantes, «… y el sindicato de educación trabaja para fomentar la
escolarización de los niños a pesar de la movilidad de los padres». (Visión Sindical
N° 12 – Diciembre, 2008 – Confederación Sindical Internacional [CSI], Bruselas, Bélgica).
Se
estima que la principal causa para la
deserción de los menores a la escuela es la pobreza de los padres y la
necesidad prematura de salir a trabajar para ayudarlos. Bill Brett, presidente
del grupo de los trabajadores de la Confederación Internacional del
Trabajo (OIT) confirma que la causa
determinante del trabajo infantil es la pobreza y el abandono.
Los
niños abandonados, huérfanos, discapacitados y sobre todo delincuentes de uno y
otro género son un límite a los programas y son, a su vez, «sujetos
peligrosos».
Al
sector al que nos referimos en no pocos casos se presenta un estado o cuadro de
«deficiencia mental» y los demás no están capacitados para trabajar; mejor
razón ahora (2014) que el trabajo, en el mundo, se ha intelectualizado por la tecnología de punta,
sin dejar de tener en cuenta la alta desnutrición de la niñez de 3 a 5 años y
adolescencia de los sectores populares, especialmente sin hogar. Y así mismo se
debe tener presente que las autoridades a quienes la ley les ha otorgado
«capacidad» para resolver la cuestión social, prematuramente tratan, a los
menores y adolescentes, como si ya fueran delincuentes.
Pero,
la pobreza es consecuencia, es efecto, no es causa; como nos dice el ing.
Carlos Maturana Torres: «La pobreza es
una consecuencia de la ignorancia de los habitantes de un país». (Como terminar
con la pobreza – Revista de Ingenieros del Perú, Lima, El Ingeniero, Año XI N°
51, pág. 12 - Junio 2010).
También
hay otras como la discriminación, la explotación criminal, las prácticas
culturales, tradicionales, carencia de escuelas y la falta de trabajo decente
para los adultos, así como el interés de algunos empleadores de mano de obra
barata y flexible. También señalamos la corrupción de las autoridades competentes
y la debilidad de la organización sindical. Pero todo en el mundo está
relacionado, no se puede resolver el problema del trabajo infantil sin antes
haber resuelto el problema de la educación. El ejemplo lo ha dado Kesala (la
India) a inicios del presente siglo; no obstante, se dice que ese país es el
que cuenta con mayor mano de obra infantil del planeta.
Estamos
de acuerdo con Bill Jordan, ex secretario general de la Confederación
Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, cuando dijo: «La educación es
la primera etapa del desarrollo industrial». (Mundo Sindical, N° 6, pág. 8 –
Junio de 1999 – Bruselas, Bélgica).
Y
esto obliga a resolver el problema de los docentes, que también son
trabajadores intelectuales pobres. La pobreza «fomenta la falta de trabajo».
Para que los niños tengan todo lo necesario, sus padres deben contar con un
trabajo digno y para que una persona mayor lleve una vida digna hay que darle
un trabajo decente. Ya hemos dicho que la conducta violenta de una generación
se transmite dramáticamente a la siguiente porque la violencia es una conducta
aprendida.
Para
erradicar el trabajo infantil, creemos que las organizaciones gremiales del
mundo, en sus diversos niveles, e instituciones particulares deben crear escuelas
de enseñanza especializada, éstas tendrían un carácter temporal porque después
habría que procurar que el Estado se haga cargo de ellas. En el Perú se
presentó un caso más o menos parecido cuando se da la creación de la Universidad
Nacional o Comunal del Centro y sus filiales que se fundó por esfuerzos del
pueblo e impartió una instrucción apropiada para la creación de puestos de
trabajo. Finalmente el Estado la expropió. Esta campaña les daría a los
sindicatos mayor credibilidad. Pero los sindicalistas no están capacitados sobre
el particular; por ejemplo, en el Perú no cuentan con líderes y los pocos
dirigentes que existen solo ven la finalidad política: yo, yo y siempre yo.
Además, los niños tanto escuchar reiteradamente, más tarde o más temprano, se
afiliarían a ellos.
A
los empleadores les agrada ocupar mano de obra infantil, sobre todo femenina,
porque no la declaran, trabajan en negro; además es más dócil.
Se
dice que en Albania (Europa) algunas trabajadoras ruegan a sus empleadores para
que contraten a sus hijas, aunque sean menores, argumentando que no pueden dejarlas
solas en su casa porque corren demasiado peligro, o que sus familiares son tan
pobres que necesitan que sus hijas trabajen (Visión Sindical, N° 4, pág. 2 – Junio, 2007 –Confederación Sindical
Internacional [CSI] – Bruselas, Bélgica).
La
mayoría cree que la principal causa para que se produzca el «trabajo infantil»
es la pobreza. Pero hay padres que están de acuerdo en que sus menores hijos trabajen
para terceros, para que si dejasen de existir en ese caso los hijos podrían
defenderse solos; otros opinan que el trabajo los aleja de la drogadicción;
inclusive hay quienes piensan que la educación es muy cara (cuando menos para
ellos) y que los menores deben trabajar para ayudar a la manutención.
Además
habría que ver otros casos que se presentaban en el siglo XX, que había niños y
adolescentes muy aspirantes y buscaban un mejor porvenir y para eso trabajaban
para costearse sus estudios (la secundaria no era gratuita). Incluso ocurría,
sobre todo en mujeres, que dejaban el hogar huyendo de la violencia hogareña e
iban a trabajar.
En
Haití (América), uno de los países más pobres del mundo «la mano de obra
infantil se forma principalmente captando niños trabajadores para destinarlos
al servicio doméstico en familias de acogida» con una edad de doce años; pero
también en algunos casos de cinco; es
decir, el servicio doméstico se convierte en una forma de explotación infantil
ignorando sus peligros.
En
algunos países, como lo establecemos en la parte correspondiente, la mano de
obra infantil la reclutaban para destinarla al servicio doméstico para
entregarla a las «familias de acogida».
De
igual manera se comenta que a inicios del siglo XVII, en España se aprobaron
ordenanzas: «…de las casas de madres de mozas…
La regencia se confiaba a mujeres
casadas, cuyos maridos –llamados por eso ‘padres de mozas’– tenían por obligación cuidar de las mismas hasta
conseguirles empleo».
En
América Latina y El Caribe son más o menos veinte millones de niños que
trabajan. Reciben salarios muy por debajo de lo que cobran los adultos y algunas
veces son explotados sin recibir remuneración, lo que constituye trabajo en
negro.
CONSECUENCIAS
A UN FUTURO
En
el Perú, unos cincuenta mil (50,000) niños trabajan en actividades relacionadas
con la explotación del oro y manipulan mercurio a diario, sin protección
alguna, así lo aseguró Carmen Moreno, coordinadora regional del Programa de
Erradicación del Trabajo Infantil de la OIT. Y comentó que por la explotación
mueren por asfixia o aplastados por derrumbes o por un avance inexorable de la
silicosis. «Los niños constituyen la reserva humana nacional, por lo que es natural
que el Estado vigile su trabajo, no estorbe su desarrollo físico y su
preparación natural». Así reza en la Exposición de Motivos de la Reforma
Laboral de México de 1962. Pero la
primordial causa del trabajo infantil es la pérdida de sus padres, o
cuando los padres son ancianos, mantener a sus hermanos menores o a éstos se
les alecciona intencionalmente para que funjan de discapacitados y explotarlos,
por ejemplo pidiendo limosna, e incluso (en el Perú) han hecho un negocio con
el «alquiler» de los niños, como si fueran una «cosa».
Lo
que se necesita para erradicar la explotación de los niños es que se invierta
más en las personas, los niños
preferentemente se instruyan en
todos los extremos. «Los niños que son víctimas del
trabajo irregular de mano de obra con frecuencia reciben una alimentación
deficiente hasta el punto en que posiblemente nunca alcancen
su altura completa, que la
formación de su dentadura sea deficiente o les falten piezas y posteriormente
pueden sufrir problemas reproductivos». (www.acf.hhs.gov/trafficking).
Una
buena estrategia para erradicar el trabajo infantil, además de procurarles a
los niños una eficiente educación, es que a los padres, reiteramos, se les pague
por su trabajo un correcto salario mínimo vital, y que este no sea tratado por
políticos inclusive legos en derecho. Negar el salario debido a los
trabajadores es crear una fuente de donde el líquido que brota es la
corrupción.
Se debe incentivar al trabajador a cumplir con
su deber sindical; que tengan un organismo de defensa y hagan vida social; y no
acordarse del sindicalismo sólo en cada Primero de Mayo, cuando ya todos saben
que es propaganda electoral mediocre.
SERVICIO
DOMÉSTICO
En
algunos países no se permite que los menores de catorce años trabajen en el
servicio doméstico o trabajo del hogar; de igual manera se prohíbe que trabajen
en labores riesgosas, que tampoco se cumple.
Doctrinariamente
se prohíbe el trabajo de niños menores de 14 años, porque es incompatible con
la finalidad que la naturaleza ha dado a la infancia, como hemos visto supra,
según lo que nos dice José Anicama Gómez.
Al
respecto este autor justifica lo que afirma, manifestando que: «… al ingresar al mundo laboral a temprana
edad hace que el niño o la niña se relacione con personas que no pertenecen a
su grupo de pares […] y altera el proceso de construcción de la identidad». Y
agrega que: «… esto generaría apatía, precocidad, emancipación prematura,
hostilidad […], acelerando el proceso de maduración. Daños permanentes en su
personalidad y pérdida de su autoestima».
El
niño o adolescente que trabaja para terceros, digamos a los 15 años, se coloca
en medio o con personas que no son de su entorno, en él aparece el «miedo», que
es muy natural.
Los
niños y niñas que comienzan a trabajar antes de los 14 años, en gran
porcentaje, laboran en negro, y muchas de las niñas inician su vida sexual muy
temprano sin saber si eso es una obligación o no, o si les asiste el derecho a negarse.
Por
las razones expuestas y otras, pasadas por alto, ubican al trabajo domestico
infantil como una de las peores formas de trabajo ya que no solo arriesgan su
integridad física (quemaduras, golpes, heridas, etc.) sino también su
desarrollo fisiológico, emocional y sexual.
EFECTOS
PSICOLÓGICOS
A
los niños que trabajan como domésticos se les afecta su salud mental, porque no
viven sus propias vidas. Ellos juegan lo que otros niños quieren; viven las
alegrías que viven los hijos de los «patrones» y los juguetes con que ellos juegan
son de otros niños. En resumen no tienen sueños propios. Los niños –sobre todo
mujeres– incluso las que trabajan en el comercio son objeto de exhibición y explotación
sexual. Además les bajan la autoestima. Es lo que constituye el tipo de
violencia interpersonal, también llamada, por algunos, violencia
intercomunitaria.
A
los niños que trabajan como domésticos, según José Anicama Gómez, este tipo de
labor, les «afecta la madurez y desarrollo psicosocial, predisponiéndolos al
peligro de violencia, abuso o adicción y generándoles alteraciones emocionales
[…], debilita y afecta el normal desarrollo de su autoestima y de su propia
creatividad. Y en algunas oportunidades los vuelve fármaco dependientes».
Anicama
continúa diciendo que: «El trabajo no permite al menor ser niño o niña; por
ejemplo no le daba espacio para la actividad lúdica (perteneciente o relativo
al juego) básica para el desarrollo social […]. El trabajo puede poner en
riesgo su salud mental y física; y nos referimos a que existen labores que entorpecen
el normal crecimiento o atrofian el cuerpo».
A
los menores de catorce años y a las mujeres solteras adolescentes menores de
dieciocho años se les debe prohibir trabajar en las calles y plazas, y en la
industria y el comercio. Las ventas ambulante en calles y plazas «las expone a
enfermedades de los pulmones y a dolencias en las muñecas, tobillos, piernas y
brazos, debido a las largas horas que pasan de pie; y especialmente las niñas
están expuestas a ser víctimas de abuso sexual».
De
igual manera se califica como actividades dañinas para los niños y niñas los
malabarismos en las esquinas, la limpieza de vidrios de los carros.
Las
niñas y adolescentes, así como jóvenes que trabajan fuera de su domicilio,
generalmente, realizan doble jornada y se les obstaculiza el derecho a la educación,
porque no se integran plenamente a la labor y deberes escolares; puesto que
están más pendientes de su trabajo. Y, cuando tengan la edad requerida para
trabajar por cuenta ajena, la jornada laboral diaria debe ser reducida y que no sea más de seis
horas diarias y treinta y seis semanales. De lo que se trata es que cuenten con
un descanso intermedio en la jornada diaria.
Según
doctrina no se debe permitir a los niños y a los adolescentes el trabajo
nocturno; considerado como tal para su aplicación en el caso que tratamos, el
tiempo comprendido entre las dieciocho (18) horas y las siete (7) del siguiente
día. La razón es que el niño y el adolescente están en un período de formación,
de mayor cuidado y un descanso de toda la noche es lo más conveniente.
Dice
el juslaboralista Mario de la Cueva, refiriéndose a los derechos de los niños y
adolescentes, que: «… no podrán realizarse en un sistema social, económico y
político, al que lo único que le interesa es el crecimiento de la empresa». (Derecho Mexicano del
Trabajo). Y en el Perú mientras digan los jerarcas políticos (2009) que no somos lo que a los gobernantes
interesa o, mejor dicho, que los intereses del pueblo no son los mismos intereses que tienen
los gobernantes.
Es
obligación de los gobiernos proteger a los niños de la explotación económica y de no permitir realizar
ningún trabajo que pueda ser peligroso, como el transporte público de personas;
ni interferir en su educación y su
desarrollo; así lo determina el Convenio Internacional de la OIT N° 138, que el
Perú lo ha ratificado por la Resolución Legislativa N° 27453, del 22 de mayo
del año 2001, que como salta a la vista no es cumplido.
En
el Perú es vox pópuli la explotación laboral de los menores y adolescentes,
tanto hombres como mujeres. Los entendidos se atreven a decir que existe una
cantidad, que supera el millón y medio, que laboran en actividades que afectan
su desarrollo y son distracción turísticas en las calles y plazas; y otros inclusive
en minas informales expuestos a los tóxicos que tradicionalmente se usan,
y en jornadas que hasta para los adultos
se consideran inhumanas; por ejemplo los adolescentes que cobran en los
vehículos del transporte urbano y otros.
Entre
los distritos de Lima tenemos a Carabayllo donde los adolescentes aún niños de
la edad de los 9 a 17 años, trabajan como picapedreros en las laderas de los
cerros a una altura de hasta 30 metros, sin equipo de protección en jornadas de
7 a.m. a 3 p.m. En su tarea diaria les exigen acumular de 5 a 9 metros cúbicos
de piedra. En un ambiente tóxico por las llantas que queman para ayudarse a
fragmentar las piedras.
Los
trabajadores menores aludidos usan herramientas como barretas, combas demasiado
pesadas. Y transportan cantidades exageradas. Acaso muy parecido a los que
acarrean los adolescentes en el Mercado Mayorista de la Parada de la Victoria,
en Lima.
Creemos
que el camino, más práctico aunque no el más económico, para salvar a los niños
y adolescentes es la educación. Que estudien una carrera técnica, de tres años,
o alguna otra profesión liberal.
Según
la OIT, el trabajo infantil se ha reducido en un 3%. Pero, afirma que: «215
millones de niños siguen atrapados en el trabajo infantil y una alarmante cifra
de 115 millones se exponen a trabajos peligrosos». Y recalca que la reducción
del porcentaje se ha producido sobre todo en los niños de entre 5 y 14 años,
que ha descendido un incremento en el trabajo infantil en el grupo de 15 a 17
años (Conferencia Internacional del Trabajo – 99ª Sesión - Ginebra 2010).
LA VIOLENCIA EN LOS MENORES Y ADOLESCENTES QUE TRABAJAN POR
CUENTA AJENA
Según
un estudio hecho por el Ministerio de la Protección Social Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar, «la violencia en el menor o adolescente que trabaja
causa daño en diversas dimensiones y factores de tipo social que afectan tanto
a individuos, a grupos humanos, como al conjunto de la sociedad».
La
violencia no en todos los momentos se presenta de la misma manera, por eso
recibe diversas denominaciones que se consideran sinónimos, como agresión, conflicto, y otros
tantos. En algunos
casos no es muy notoria, en especial si
es de tipo psicológico. La hostilidad se presenta ahora hasta en las más altas
esferas políticas.
La
legislación laboral comparada, como por ejemplo el Código de Trabajo de
Nicaragua en su artículo 132 establece: «Es obligación del Estado, empleadores
y familias proteger al niño o niña o adolescentes evitando que desempeñen
cualquier actividad o trabajo que perjudique su educación, su salud, desarrollo
físico e intelectual, moral, espiritual o social».
Nos
dice Jesús Curbelo García que: «… dos millones de niños trabajan en el servicio
doméstico en América Latina (un 90% son niñas). Hay más niñas menores de 16
años empleadas en el servicio doméstico que en cualquier otra forma de trabajo
y son víctimas de maltrato psicológico, castigos corporales y humillaciones». Y
agrega este comentarista: «En el Perú unos 50,000 críos trabajan en actividades
relacionadas con la explotación del oro bajo condiciones insalubres; mueren por
asfixia, aplastados por derrumbes o por el avance inexorable de la silicosis»
(El Drama del Trabajo Infantil – Diario El Habanero, del 20 de julio del 2006:
– La Habana, Cuba). Solo nos resta, como a Cicerón, repetir: «O tempora o
mores».