sábado, 22 de diciembre de 2012


EL SÍNDROME DEL BURNOUT EN LOS TRABAJADORES DE LA SALUD Y LA EDUCACIÓN

                   Miguel A. Suárez Sandoval


Según los especialistas: “… se trata de un trastorno funcional desencadenado por sobrecarga física y mental en puestos profesionales en los que aparecen dificultades en la relación con terceros, generalmente usuarios del servicio.
Este síndrome se presenta en los trabajadores de servicios humanos: docentes, trabajadores de la salud, servicios sociales, seguridad… y en general en los profesionales que realizan un trato directo con el público.
Comenta Cristina Alemany Martínez, que: “…las dolencias de la laringe constituyen una enfermedad del docente por excelencia”. Y agrega: “Desde los años ochenta las investigaciones demuestran que existe una relación entre el trabajo docente y diversos trastornos de salud tanto a nivel  biológico (…) como  psicológico”. Y continuando explica que el estrés y el burnout también los sufren los docentes y muchas veces estos conceptos se confunden; pero aclara: “el estrés puede surgir cuando el individuo está sometido a fuertes demandas conductuales que le resultan difícil llevar a cabo”, en estos casos el organismo ante el estrés, en respuesta, de manera inmediata se activa y vuelve a equilibrarse una vez superada la situación; en cambio el burnout se origina cuando el profesional sobrepasa su capacidad de reacción de una forma adaptativa.
Sofía Montoya considera que el burnout “es una forma avanzada del estrés laboral que llega a desarrollar una incapacidad total para volver a trabajar y que se presenta en personas cuya profesión se basa en el trato directo con gente como profesores, enfermeras, médicos, servidores públicos, hasta comerciantes”.
A los trabajadores de la salud, especialmente a las enfermeras, hay que darles una capacitación profunda y apropiada para ciertos casos, como los producidos por accidentes de tránsito y del trabajo. Esto es muy estresante porque tarde o temprano aparece el estrés crónico y concluye en lo que se llama síndrome del burnout, también síndrome de Santo Tomás o del quemado. Inclusive no ha faltado un estudioso que lo ha llamado síndrome del desgaste profesional.
Síndrome, palabra de origen griego, significa “concurso”. La Real Academia de la Lengua Española lo define como: “un conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada”.
Carlos Alberto Seguín comenta que en medicina se dice que es el “conjunto de síntomas característicos de una enfermedad”, con lo que no está de acuerdo, porque considera que: “síndrome y enfermedad son dos cosas que deben diferenciarse básicamente y cree que son: “síntomas que se hallan juntos en determinados casos” (Diccionario Dialéctico).
Desde 1974 Herbert Freudenberger y posteriormente Cristina Maslach comenzaron a usar el término o vocablo  “síndrome del burnout”, para definir una situación “… cada vez más frecuente entre los trabajadores de la salud que tras un tiempo de dedicación terminan ‘quemándose’ y se puede definir como una respuesta inadecuada a un estrés emocionalmente crónico, cuyos riesgos principales son: “agotamiento físico o psicológico, una actitud fría y despersonalizada en relación hacia los demás y sentimiento inadecuado a las tareas que se han de realizar”.
Es decir, es una de las respuestas posibles al impacto acumulativo del estrés laboral crónico o puede constituir la fase final de este.


FASES

Lo más grave de este síndrome del burnout es que se trata de un proceso continuo, que –pasando por diversas fases– normalmente hace que los afectados o los que estén en riesgo de padecerlo lo nieguen, lo cual impide su tratamiento y prevención; es así cómo el desgaste se vuelve permanente, de modo que el padecimiento avanza a su fase crónica… el trabajador se comporta a la defensiva e incrementa el consumo de alcohol y tabaco, discute airadamente con sus compañeros de trabajo. El desgaste llega a ser tal, en estos casos, que puede presentarse incapacidad para volver a laborar en este tipo de actividades.
“Se dice que se desarrolla gradualmente y que pasa por cuatro fases:
a)       una fase idealista, caracterizada por un alto nivel de energía y expectativas depositadas en el trabajo;
b)       una segunda fase de sobreesfuerzo en la que el individuo advierte que sus esfuerzos no están a la altura de sus expectativas, ni le son reconocidos;
c)       una tercera fase de desilusión, acompañada de fatiga, mientras incrementa el esfuerzo invertido esperando todavía una recompensa adecuada, cuya ausencia determina impaciencia e irritabilidad; y,
d)       la fase final de desmoralización, caracterizada por la pérdida de interés en el trabajo e incapacidad para trabajar y relacionarse socialmente en el entorno laboral.


ORIGEN DEL VOCABLO

El término “burnout” significa “estar quemado”. Fue introducido por Freudenberger a mediados de la década de los setenta (1974) del siglo XX.
Casi al mismo tiempo la psicóloga social Cristina Maslach calificó a los afectados de sobrecarga emocional o síndrome del burnout “como gente con profundo agotamiento emocional, insensibilidad hacia los receptores del servicio, falta de realización personal y una serie de problemas psicológicos nerviosos y dolencias físicas que merman su rendimiento.
A esto tanto Herbert Freudenberger como Cristina Maslach definieron y comenzaron a usar, en estos casos, el término o vocablo síndrome del burnout.
Las consecuencias de este síndrome no se erradican con unos días de descanso, porque el desarrollo de aquel es clínico, nos dice Sofía Montoya, supra mencionada.
La enfermera tiene como principal función profesional la de procurar la satisfacción del paciente, y que se caracteriza por su sensibilidad y humanismo, pero el ambiente en que trabaja puede causarle alteraciones psíquicas, como generalmente sucede, lo que constituye una obstrucción para realizar bien sus funciones.
Algunos autores, como Gil-Monte y Piero (1997), al síndrome  del burnout o del quemado lo consideran: “… un estado derivado del estrés laboral”. Para otros, como Alarcón, Vaz y Guisado, el burnout es una respuesta al estrés laboral. Recordemos que los trabajadores más vulnerables son los docentes y los de la salud. Pero, otros autores establecen que: “… el burnout es una fase avanzada del estrés laboral que puede llegar a desarrollar una incapacidad total para volver al trabajo”, como lo afirma Javier Pérez Soriano, quien agrega que: “… al docente le invade un sentimiento de fracaso y sufre síntomas ansiosos y depresivos, incluso llegan a creer que tienen problemas físicos” (Riesgos de Trabajo en el Aula).

SÍNTOMAS
“… el maestro afectado por el síndrome del burnout se muestra desmotivado, pierde la paciencia, el optimismo y el interés por los alumnos... Desarrolla actitudes autoritarias, intolerantes o rígidas” (Alejandra Quintana: Síndrome del Burnout en los Maestros).
Buendía J. (2003) considera que “el burnout es el estadio final del proceso de adaptación - inadaptación entre las demandas del sujeto, mientras que el estrés se refiere a procesos temporales más breves”.
Hay una serie de opiniones, sin embargo, la mayoría lo considera una respuesta al estrés; pero acotan que la confusión deriva del hecho que comparten algunos síntomas.
Para autores como Álvarez y Fernández (1981), Pines (1998) y Gil-Monte y Piero (1997), la distinción fundamental entre otros conceptos reside en que mientras: “… el estrés puede ser experimentado por todo el mundo, el burnout se da básicamente en aquellas personas con un contexto laboral concreto de motivaciones, expectativas y objetivos llevados”.
Los educadores aquejados de una enfermedad profesional, debidamente certificada por la autoridad previsional competente, por instrucción de esta se les debe cambiar de faenas a otras en las cuales no exista el agente causante de la enfermedad; pero debe mantenerse su nivel de remuneraciones, aunque cuando el docente enfermo sea lo que llaman, sin mayores conocimientos doctrinarios, “contratado”.
Según los estudios hechos por Herbert Freudenberger (Nueva York 1974): “… los trabajadores comienzan sus labores con mucha tranquilidad; pero, con el transcurso del tiempo, luego de trabajar más o menos un año (los que lo hacen atendiendo al público) comienzan a sufrir ansiedad, depresión, pérdida de energía hasta llegar al agotamiento, desmoralización  en  el  trabajo, agresividad (los trabajadores de la salud hacia sus pacientes y público)”.
Roberto Omar y Josefina Altés lo llaman “síndrome de quemarse por el trabajo”. Es decir, un síndrome de agotamiento externo de angustia y depresión; esto altera más a las enfermeras que a los galenos, aunque Alejandro Mariños, Miluska Otero y Jorge Tomateo dicen que este síndrome del burnout se presenta entre los médicos residentes dentro de los dos primeros años del ejercicio de su profesión (Coexistencia del Síndrome del Burnout – Revista Médica Herediana – Vol. 22, número 4, octubre-diciembre 2011, págs. 162/168). Y los estudiosos del tema opinan que en esto tiene mucha influencia la baja remuneración: “Por efectos de este síndrome el trabajador se desilusiona, muestra irritabilidad y sentimientos de frustración (…), se vuelve rígido, terco e inflexible (…) afloran síntomas de carácter psicológicos y mayor cansancio”.
Los que sufren el síndrome del quemado están o son “faltos de ilusiones, desmotivación, apatía, carencia de expectativas de promoción, agotamiento físico y mental, pérdida de energía y sensación de frustración”, nos dice Mayka Sánchez (Quemado por Trabajo). Que son muy proclives al divorcio, al suicidio, depresión, cambio de trabajo, abuso de alcohol y otras drogas.
Entre estos síntomas, Jerónimo Saiz, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, anota que también  produce: “inhibición del deseo sexual…” (mencionado por Mayka Sánchez). En lo que está muy de acuerdo Cyntia Ramírez Espadas, cuando refiriéndose a las etapas del síndrome del quemado, anota: “… continúa con aparición de respuestas psicológicas: agotamiento físico del apetito, cefaleas, disfunciones sexuales…” (Trabajos Profesionales – DUE).
Se ha observado que las médicas tienen menos hijos que sus colegas varones casados con mujeres que no son médicas.
Los trabajadores ven al paciente de una forma deshumanizada debido al endurecimiento afectivo y lo culpan de sus problemas, pero todo es una consecuencia del gran estrés postraumático.
El síndrome del burnout “… está asociado con disminución del rendimiento laboral, aumento exponencial de la posibilidad de cometer errores, reducción del compromiso con el trabajo. Y probablemente cauce el incremento del cinismo y disminución de  solidaridad hacia los pacientes (Alejandro Mariños: (Coexistencia del Síndrome del Burnout – Revista Médica Herediana – Vol. 22, número 4, octubre-diciembre 2011, págs. 162/168).
Retomando el tema del síndrome del burnout, anotamos que Maslach y Jackson lo conceptualizan como un síndrome de agotamiento emocional y despersonalización. Carlos Haya afirma que la profesión crea una ambigüedad.
Como quiera que el síndrome del burnout lo sufren especialmente el personal de enfermeras y docentes, recalcamos que se los debe educar con cierta profundidad para que puedan contrarrestar las características del síndrome y aprender ciertas técnicas para precaver y afrontar: educarlos para el mejor manejo de sus emociones.

   ¿Es una enfermedad ocupacional o profesional?
Cuando hemos tratado sobre el síndrome del burnout o síndrome de Santo Tomás, anotamos que también lo sufren los docentes; pero agregamos que hasta el presente (2010) no se ha determinado si es o no una enfermedad profesional u ocupacional en muchos países; o se le considera simplemente como una enfermedad del trabajo por las circunstancias en que se presenta. Pero, en la jurisprudencia laboral comparada, hemos encontrado que: «El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), en España, confirmó en una sentencia la condición de enfermedad profesional del llamado síndrome de estar quemado».
Los trabajadores  de la salud que cuidan a las víctimas de Alzheimer, también pueden ser víctimas del síndrome del quemado o del burnout; aunque hay dudas al respecto y se debe seguir algunos consejos profesionales para evitarlo.
Las enfermeras y técnicas en muchos casos se sienten encadenadas a desarrollar lo mismo y creen que se les ha cortado su creatividad. Recordemos que la enfermera administra, no prescribe; generalmente no es jefa sino que «está subordinada» aunque estrictamente a lo laboral y sólo en el centro de trabajo; por eso el personal de enfermería no debe atender a un paciente según su criterio, sino bajo el criterio médico. Y en las relaciones médico-enfermera prima la relación de subordinación sobre el debate de dos enfoques profesionales.
Recalcamos que los educadores que ejercen su profesión corren el riesgo de sufrir estrés profesional, depresión, el síndrome del quemado igualmente llamado síndrome del burnout, debido a la carga de trabajo, ambiente en que se desarrollan, motivación, conflictividad, demanda emocional sometidos a diario.
Los actos de violencia están directamente relacionados con el número de bajas por enfermedades del burnout.



                                                                        

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