SINFONÍA FRENTE AL ESPEJO
DE LA VIDA
Miguel
Suárez Sandoval
¿Y QUÉ SOY?... Si nada veo;
si nada he hecho. De una fogata siquiera queda el rescoldo, y al final un humo
blanco que asciende a las alturas… Pero, de mi vida, ¡nada!
Siempre procuré no perder el
tiempo; pero el tiempo nunca fue mío. Nada he hecho, nada soy, nada tengo…,
excepto mis defectos y tristezas que el mundo me critica…
“Por un tropezón que di gran
admiración causó. Todo el mundo se tropieza, cómo no me admiro yo”.
El que ha venido para
triunfar florece aunque sea en el desierto. Quise torcer mi destino y escogí
una trocha que, al final, me condujo al mismo sitio de donde partí; pero me
sirvió para comprender que el destino no lo traza el hombre. Al final, ¿qué?
Sólo arrugas, canas y dolencias.
De niño, aún de niño, ya era
rebelde. ¿Quién me mandó al colegio? Yo mismo fui: aprendí a leer, escribir y
hablar. Y cuando aprendí también descubrí lo infeliz que era. ¡Por eso el
“burro” nunca aprende a leer, ni a escribir, y a su manera es feliz!
Cuando comencé a estudiar
creí que construiría una vida; pero, al concluir me di cuenta de que, inclusive,
había destruido la mía.
En mis años mozos abandoné
los amores que más quise, y comencé a construir la senda que creí que me
conduciría a la gloria. Y al final… ¡Nada!
El poder, como poder, es
perverso. El poder es fuerte; pero su fuerza lo vuelve débil. El poder es dulce;
pero su dulzura lo hace que empalague. El poder es bello; pero su belleza
–algunas veces– lo hace antipático. El humano, por buscar el poder, se vuelve corrupto…
¡Nada es completo en este mundo!
Unos nacen para ser
príncipes y otros para ser mendigos, y si no extienden la mano para recibir una
“limosna” que les comprometería su
futuro, los tildan de orgullosos.
En el pueblo donde me tocó
vivir nunca se ve el “cielo”, porque siempre está nublado y lleno de promesas
en negros nubarrones. Ni siquiera de su existencia se sienten los efectos. Todo
pasa en la vida y, sin embargo, cada día hay más pobreza.
¿Qué culpa tiene el infante
que ahora ya nace condenado? Para él no hay mirra, incienso ni oro. Y su llanto
es lastimero: no es de alegría. Es de protesta.
¿Qué culpa tiene el pobre
que el mundo sólo de amor lo haya hecho? Pero se olvidan de ponerle “el pan
bajo el brazo”…
Muchos hablan de derechos; pero,
¿qué derechos tiene el pobre? Hablan de libertades; ¿qué libertad tiene el
pobre, aparte de la de morirse de hambre? Hablan de salud, y, sin embargo, el
pobre tiene congénitamente la peor enfermedad que el mundo ha podido dar al
hombre: la pobreza, madre de todas las dolencias.
¿Soy libre porque entiendo a
la libertad a mi manera?
En el aire percibo el aroma
de los campos, notas musicales en la caída de las aguas o en el golpe monótono
de las olas del mar. Pero, ¿cuánto me cuesta todo eso? No lo sé. Y mejor que no
lo sepa, porque no lo podría pagar…; puesto que nada tengo y nada soy.
Algún día, por más cortos
que sean mis pasos, por más lentos que los dé, el camino se acabará… ¿Y en ese
rato, qué?
Veo una imagen reflejada en
el vidrio de la vida que delante de mí tengo; aunque borrosa, pero la veo. Presto
volteo a mirar a mi alrededor. ¡Y no hallo nada!
La imagen estira la mano y
toca mi cara: la siento. Y cuando quiero acariciarla no la encuentro. Oigo su
voz que me llama; pero cuando dejo de mirar al espejo, aunque sigo escuchando
su voz, no encuentro a nadie.
¿Acaso estoy “muerto” y es
mi alma, y no se ha ido o regresa para ser mi guía? ¡No entiendo!
El mundo me es tan grande,
tan desconocido, tan profundo… y nosotros, los humanos, tan chiquitos. No
alcanzo a comprender ni siquiera lo que veo, lo que oigo. Y si lo quiero tocar,
no encuentro a nadie; o si estiro mi brazo, mi mano se queda en el espacio. A
veces creo saber quién eres y mi pensamiento vuela hasta mi pueblo que me vio
nacer y “morir” junto al mar.
Dicen los que “saben” que no
es bueno que un viejo se enamore; pero, yo digo: peor es cuando no se ama,
porque sería como el café que –por más bueno que fuese– de muy poco serviría si
no se le pusiese azúcar.
El humano está hecho de
materia; pero, además, tenemos una parte espiritual. Y esta antecede a la materia,
y sobrevive, incluso, en el lapso en el que aquella se va desintegrando para
convertirse en polvo…
De joven confié en los que
estaban arriba; sin embargo, más tarde descubrí que muchos eran de barro
amasado con pis y mezclado con “basura”.
¿Para ser libre hay que
quedarse solo? Pero, en esa soledad existe la amenaza de terminar en la indigencia
y talvez asesinado.
Me estoy “poniendo viejo”;
me estoy quedado solo. El hombre así como solo nace, también generalmente solo
muere. Nadie “muere” por él; ni nadie “muere” con él. ¡A un viejo sólo lo
entiende otro viejo!
El nido ha quedado vacío. El
viento lo revuelve todo. El viento y el sol, poco a poco, lo destruyen. En
torno al añoso árbol, en el que se forjó el nido, miro y recuerdo; lo haré
hasta que también yo me haya desintegrado… Pero, ¿de qué me quejo? O ¿por qué
me quejo? Si el mundo con mi muerte o sin ella seguirá igual: en nada cambiará.
La flor que hoy se ha marchitado es igual a la que ayer se marchitó o la de anteayer; aunque la que se ha ido hoy se ha llevado el
poquito de amor que me quedaba.
Dicen que soy malo; pero,
talvez inconscientemente tomé esa actitud para ocultar mis dolencias. Que soy
orgulloso; pero es que cuando adolescente estiré el brazo pensando que sería
pan lo que me ofrecían; y en la palma de mi mano pusieron un carbón ardiendo.
No quiero que vuelvan a quemarme. Y al final dicen que soy un amargado. Al café
para que tenga dulzura primero hay que ponerle azúcar, tener la paciencia de
moverlo: con el tiempo y las vueltas se vuelve dulce: y lo dulce es amor. Hace
muchos años –pero muchos años– que no he visto azúcar a mi alrededor. Siempre he
sostenido que la felicidad no existe; sin embargo, si algún día encontrase
“azúcar” el mundo me habría demostrado lo contrario.
Siempre he estado rodeado de
dolor, que solamente ha desaparecido cuando he tenido el placer de escribir y
después leer lo que había brotado de mi pluma, que adivina lo que mi alma anida.
Rememoro una noche oscura de
furiosa tempestad, triste, fría… allá en las alturas donde los vivos van a
pagar sus culpas. Recuerdo: ¡qué frío! ¡alaláu!
Pero todo terminó cuando se
juntaron lo espiritual y lo físico.
¿Qué se habrá hecho el
resultado del copo de algodón que hilamos? ¿Dónde estará ese manto que con amor
tejimos? ¿O –como los de Paracas– aún perdurará? Medio siglo en el mundo no es
nada; mas, en nuestras almas todo aquello sobrevive…
La costa quedó atrás; subí a
la sierra a más de 3700 m.s.n.m. ¿A caso me moría de calor o dentro de mí no cabía
mi rebeldía? ¡No lo sé!
Mis principios de libertad
hicieron de mí un recluso. Se unieron las aguas de las olas del mar con las del
deshielo de las altas cumbres. El amanecer y el crepúsculo se juntaron, aunque
parezca imposible: ¡Tiempos de tiranía!
“Cubana” fuimos causa de
admiración y envidia y conseguiste mi libertad como un regalo por mis ideas. Al
entorno asombramos y el pueblo nos llamó, con
razón o sin ella: ¡La pampa y la puna!
El exceso de lo bueno
resulta siempre malo. Y si todo en la vida fuese malo tampoco resultaría
“bueno” ¿Qué hacer en este caso? Solamente queda una senda hecha de sal
cubierta de espinas y un aire maloliente; pero esa es nuestra suerte y hay que
vivirla porque sólo maltrata al cuerpo: el alma sigue pura.
Pero, ¿por qué te cuento, si
sólo eres una imagen que existe en el espejo de mi vida? ¡No me dirás que eres
mi conciencia! Porque, incluso, a ella la empeñé cuando era estudiante y no
pude rescatarla. ¿Te reciente la verdad o acaso piensas o crees que por miedo
te dejé abandonada?
¡Qué error tan grande en mi
vida he cometido al creer que, con estudiar y seguir leyendo y leyendo, con mis
manos tocaría el cielo!
Pero el que fracasa merece y
obtiene, como premio, lo que se estableció tras la segunda Guerra Mundial.
¿Quién eres, ah? ¿Eres mi
agonía que siempre me ha combatido y que por mi terquedad nunca me ha vencido?
Eres parte de mí, convertida en verso. Eres verso, música, dolor y gloria. Eres
todo convertida en nada. Tanto estás conmigo que aún conservo ese amor
espiritual de adolescente.
Eres verso, eres triste y
cruel… nocturna sinfonía; pero aún así y, no obstante el tiempo, eres y serás
¡siempre mía!, porque has logrado convertirte, confundirte con mi pueblo.
Las notas de un himno de
soledad y tristeza correrán con el viento frío en las tardes y en las noches
cuando comience a confundirme con la tierra en lo poco que dejen de mí los
perros, gusanos o aves de rapiña.
En mis sueños pido que en
los años que aún me quedan se me permita verte, abrazarte y conversar aunque
sea una vez y decirte que todavía quedan las tulpas de aquel fogón que con
buena leña encendiste, cuando colegiales, para calentar nuestras adolescentes
almas, no obstante el golpe del tiempo contra el peñasco.
¡Oh! ¿Quién eres que nunca
me dejas? ¿Acaso eres la pobreza? ¿O eres el amor, camino para llegar al Omnipotente?
No sé si llegaré, porque de amor no me queda nada; no obstante buscaré llegar
por el camino de la Sabiduría; porque Él es Omnisapiente, seré ladrón para robarle
de ella una pizca.
¿Pero dime quién eres? Ahora
que mis desventuras aún existen, y aparecieron como una consecuencia de haberte
perdido, dudo que mis ojos me engañen, porque no puede ser que la imagen que
veo en el espejo seas Tú, encarnada en la pobreza. No puede ser porque la
pobreza es fea, es horrible; y yo, reflejada en el espejo, te veo muy
buenamoza. ¿Quién eres? Me estoy volviendo loco y navego en el mar de mis
recuerdos. ¿Pero todo esto es real o es una quimera producto del pasado?
Cuando me quede inerte me
acurrucaré en un costadito del espacio que quede para que Tú sigas a mi lado,
amiga desconocida.
¿Me dirás quién eres? ¿Eres
el dolor de mi corazón que llora de impotencia al ver que los “potentados”, no
sólo explotan a los trabajadores, sino que despotrican cuando uno de ellos
estudia, es tenaz, triunfa y se convierte, según su criterio, en un peón que se
les escapa?
Por estudiar he perdido
todo; no me ha quedado nada, o lo único que he ganado ha sido la incomprensiónde los que me han rodeado… ¡Gracias! ¡De todas maneras, gracias!
Gracias porque me distraigo
en la soledad, gracias a ti… Pero, al mundo, ¿qué? Si de él nada he recibido.
O, ¿también se debe agradecer por las torturas que el tirano nos prodiga, sin
contemplar siquiera que son niños o ancianos en diversos continentes?
Gracias, porque todavía en
el día te recuerdo y en la noche sueño contigo… Pero, ¿quién eres? Dime con
urgencia porque me estoy volviendo loco. ¿O es mi madre quien me cuida para que
no dé un paso en falso?
¿Eres la “muerte” que quiere
llevarme al abismo insondable de la otra cara de la vida? ¡No, porque no existe! Eres pura invención de la ignorancia y limitaciones de nuestro
entendimiento.
¿O eres fuego que existe en
mí, como humano, y brota anticipadamente, como gesto de que algún día quedaré
en cenizas donde esté sentado, sin que nada a mi alrededor se queme? Fuego
profano que brota de mi cuerpo, sin que
ese fuego sea el origen con vida…
¿Eres el pesar que causaste
cuando ultimaste mi destino? ¡Soy el fantasma de mí mismo! ¡Soy la nada que
quiere ser algo!
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