miércoles, 29 de junio de 2016

SINFONÍA FRENTE AL ESPEJO DE LA VIDA



SINFONÍA FRENTE AL ESPEJO
DE LA VIDA

Miguel Suárez Sandoval

¿Y QUÉ SOY?... Si nada veo; si nada he hecho. De una fogata siquiera queda el rescoldo, y al final un humo blanco que asciende a las alturas… Pero, de mi vida, ¡nada!
Siempre procuré no perder el tiempo; pero el tiempo nunca fue mío. Nada he hecho, nada soy, nada tengo…, excepto mis defectos y tristezas que el mundo me critica…
“Por un tropezón que di gran admiración causó. Todo el mundo se tropieza, cómo no me admiro yo”.
El que ha venido para triunfar florece aunque sea en el desierto. Quise torcer mi destino y escogí una trocha que, al final, me condujo al mismo sitio de donde partí; pero me sirvió para comprender que el destino no lo traza el hombre. Al final, ¿qué? Sólo arrugas, canas y dolencias.
De niño, aún de niño, ya era rebelde. ¿Quién me mandó al colegio? Yo mismo fui: aprendí a leer, escribir y hablar. Y cuando aprendí también descubrí lo infeliz que era. ¡Por eso el “burro” nunca aprende a leer, ni a escribir, y a su manera es feliz!
Cuando comencé a estudiar creí que construiría una vida; pero, al concluir me di cuenta de que, inclusive, había destruido la mía.
En mis años mozos abandoné los amores que más quise, y comencé a construir la senda que creí que me conduciría a la gloria. Y al final… ¡Nada!
El poder, como poder, es perverso. El poder es fuerte; pero su fuerza lo vuelve débil. El poder es dulce; pero su dulzura lo hace que empalague. El poder es bello; pero su belleza –algunas veces– lo hace antipático. El humano, por buscar el poder, se vuelve corrupto… ¡Nada es completo en este mundo!
Unos nacen para ser príncipes y otros para ser mendigos, y si no extienden la mano para recibir una “limosna”  que les comprometería su futuro, los tildan de orgullosos.
En el pueblo donde me tocó vivir nunca se ve el “cielo”, porque siempre está nublado y lleno de promesas en negros nubarrones. Ni siquiera de su existencia se sienten los efectos. Todo pasa en la vida y, sin embargo, cada día hay más pobreza.
¿Qué culpa tiene el infante que ahora ya nace condenado? Para él no hay mirra, incienso ni oro. Y su llanto es lastimero: no es de alegría. Es de protesta.
¿Qué culpa tiene el pobre que el mundo sólo de amor lo haya hecho? Pero se olvidan de ponerle “el pan bajo el brazo”…
Muchos hablan de derechos; pero, ¿qué derechos tiene el pobre? Hablan de libertades; ¿qué libertad tiene el pobre, aparte de la de morirse de hambre? Hablan de salud, y, sin embargo, el pobre tiene congénitamente la peor enfermedad que el mundo ha podido dar al hombre: la pobreza, madre de todas las dolencias.
¿Soy libre porque entiendo a la libertad a mi manera?
En el aire percibo el aroma de los campos, notas musicales en la caída de las aguas o en el golpe monótono de las olas del mar. Pero, ¿cuánto me cuesta todo eso? No lo sé. Y mejor que no lo sepa, porque no lo podría pagar…; puesto que nada tengo y nada soy.
Algún día, por más cortos que sean mis pasos, por más lentos que los dé, el camino se acabará… ¿Y en ese rato, qué?
Veo una imagen reflejada en el vidrio de la vida que delante de mí tengo; aunque borrosa, pero la veo. Presto volteo a mirar a mi alrededor. ¡Y no hallo nada!
La imagen estira la mano y toca mi cara: la siento. Y cuando quiero acariciarla no la encuentro. Oigo su voz que me llama; pero cuando dejo de mirar al espejo, aunque sigo escuchando su voz, no encuentro a nadie.
¿Acaso estoy “muerto” y es mi alma, y no se ha ido o regresa para ser mi guía? ¡No entiendo!
El mundo me es tan grande, tan desconocido, tan profundo… y nosotros, los humanos, tan chiquitos. No alcanzo a comprender ni siquiera lo que veo, lo que oigo. Y si lo quiero tocar, no encuentro a nadie; o si estiro mi brazo, mi mano se queda en el espacio. A veces creo saber quién eres y mi pensamiento vuela hasta mi pueblo que me vio nacer y “morir” junto al mar.
Dicen los que “saben” que no es bueno que un viejo se enamore; pero, yo digo: peor es cuando no se ama, porque sería como el café que –por más bueno que fuese– de muy poco serviría si no se le pusiese azúcar.
El humano está hecho de materia; pero, además, tenemos una parte espiritual. Y esta antecede a la materia, y sobrevive, incluso, en el lapso en el que aquella se va desintegrando para convertirse en polvo…
De joven confié en los que estaban arriba; sin embargo, más tarde descubrí que muchos eran de barro amasado con pis y mezclado con “basura”.
¿Para ser libre hay que quedarse solo? Pero, en esa soledad existe la amenaza de terminar en la indigencia y talvez asesinado.
Me estoy “poniendo viejo”; me estoy quedado solo. El hombre así como solo nace, también generalmente solo muere. Nadie “muere” por él; ni nadie “muere” con él. ¡A un viejo sólo lo entiende otro viejo!
El nido ha quedado vacío. El viento lo revuelve todo. El viento y el sol, poco a poco, lo destruyen. En torno al añoso árbol, en el que se forjó el nido, miro y recuerdo; lo haré hasta que también yo me haya desintegrado… Pero, ¿de qué me quejo? O ¿por qué me quejo? Si el mundo con mi muerte o sin ella seguirá igual: en nada cambiará. La flor que hoy se ha marchitado es igual a la que ayer se marchitó o la de anteayer;  aunque la que se ha ido hoy se ha llevado el poquito de amor que me quedaba.
Dicen que soy malo; pero, talvez inconscientemente tomé esa actitud para ocultar mis dolencias. Que soy orgulloso; pero es que cuando adolescente estiré el brazo pensando que sería pan lo que me ofrecían; y en la palma de mi mano pusieron un carbón ardiendo. No quiero que vuelvan a quemarme. Y al final dicen que soy un amargado. Al café para que tenga dulzura primero hay que ponerle azúcar, tener la paciencia de moverlo: con el tiempo y las vueltas se vuelve dulce: y lo dulce es amor. Hace muchos años –pero muchos años– que no he visto azúcar a mi alrededor. Siempre he sostenido que la felicidad no existe; sin embargo, si algún día encontrase “azúcar” el mundo me habría demostrado lo contrario.
Siempre he estado rodeado de dolor, que solamente ha desaparecido cuando he tenido el placer de escribir y después leer lo que había brotado de mi pluma, que adivina lo que mi alma anida.
Rememoro una noche oscura de furiosa tempestad, triste, fría… allá en las alturas donde los vivos van a pagar sus culpas. Recuerdo: ¡qué frío! ¡alaláu!
Pero todo terminó cuando se juntaron lo espiritual y lo físico.
¿Qué se habrá hecho el resultado del copo de algodón que hilamos? ¿Dónde estará ese manto que con amor tejimos? ¿O –como los de Paracas– aún perdurará? Medio siglo en el mundo no es nada; mas, en nuestras almas todo aquello sobrevive…
La costa quedó atrás; subí a la sierra a más de 3700 m.s.n.m. ¿A caso me moría de calor o dentro de mí no cabía mi rebeldía? ¡No lo sé!
Mis principios de libertad hicieron de mí un recluso. Se unieron las aguas de las olas del mar con las del deshielo de las altas cumbres. El amanecer y el crepúsculo se juntaron, aunque parezca imposible: ¡Tiempos de tiranía!
“Cubana” fuimos causa de admiración y envidia y conseguiste mi libertad como un regalo por mis ideas. Al entorno asombramos y el pueblo nos llamó, con  razón o sin ella: ¡La pampa y la puna!
El exceso de lo bueno resulta siempre malo. Y si todo en la vida fuese malo tampoco resultaría “bueno” ¿Qué hacer en este caso? Solamente queda una senda hecha de sal cubierta de espinas y un aire maloliente; pero esa es nuestra suerte y hay que vivirla porque sólo maltrata al cuerpo: el alma sigue pura.
Pero, ¿por qué te cuento, si sólo eres una imagen que existe en el espejo de mi vida? ¡No me dirás que eres mi conciencia! Porque, incluso, a ella la empeñé cuando era estudiante y no pude rescatarla. ¿Te reciente la verdad o acaso piensas o crees que por miedo te dejé abandonada?
¡Qué error tan grande en mi vida he cometido al creer que, con estudiar y seguir leyendo y leyendo, con mis manos tocaría el cielo!
Pero el que fracasa merece y obtiene, como premio, lo que se estableció tras la segunda Guerra Mundial.
¿Quién eres, ah? ¿Eres mi agonía que siempre me ha combatido y que por mi terquedad nunca me ha vencido? Eres parte de mí, convertida en verso. Eres verso, música, dolor y gloria. Eres todo convertida en nada. Tanto estás conmigo que aún conservo ese amor espiritual de adolescente.
Eres verso, eres triste y cruel… nocturna sinfonía; pero aún así y, no obstante el tiempo, eres y serás ¡siempre mía!, porque has logrado convertirte, confundirte con mi pueblo.
Las notas de un himno de soledad y tristeza correrán con el viento frío en las tardes y en las noches cuando comience a confundirme con la tierra en lo poco que dejen de mí los perros, gusanos o aves de rapiña.
En mis sueños pido que en los años que aún me quedan se me permita verte, abrazarte y conversar aunque sea una vez y decirte que todavía quedan las tulpas de aquel fogón que con buena leña encendiste, cuando colegiales, para calentar nuestras adolescentes almas, no obstante el golpe del tiempo contra el peñasco.
¡Oh! ¿Quién eres que nunca me dejas? ¿Acaso eres la pobreza? ¿O eres el amor, camino para llegar al Omnipotente? No sé si llegaré, porque de amor no me queda nada; no obstante buscaré llegar por el camino de la Sabiduría; porque Él es Omnisapiente, seré ladrón para robarle de ella una pizca.
¿Pero dime quién eres? Ahora que mis desventuras aún existen, y aparecieron como una consecuencia de haberte perdido, dudo que mis ojos me engañen, porque no puede ser que la imagen que veo en el espejo seas Tú, encarnada en la pobreza. No puede ser porque la pobreza es fea, es horrible; y yo, reflejada en el espejo, te veo muy buenamoza. ¿Quién eres? Me estoy volviendo loco y navego en el mar de mis recuerdos. ¿Pero todo esto es real o es una quimera producto del pasado?
Cuando me quede inerte me acurrucaré en un costadito del espacio que quede para que Tú sigas a mi lado, amiga desconocida.
¿Me dirás quién eres? ¿Eres el dolor de mi corazón que llora de impotencia al ver que los “potentados”, no sólo explotan a los trabajadores, sino que despotrican cuando uno de ellos estudia, es tenaz, triunfa y se convierte, según su criterio, en un peón que se les escapa?
Por estudiar he perdido todo; no me ha quedado nada, o lo único que he ganado ha sido la incomprensiónde los que me han rodeado… ¡Gracias! ¡De todas maneras, gracias!
Gracias porque me distraigo en la soledad, gracias a ti… Pero, al mundo, ¿qué? Si de él nada he recibido. O, ¿también se debe agradecer por las torturas que el tirano nos prodiga, sin contemplar siquiera que son niños o ancianos en diversos continentes?
Gracias, porque todavía en el día te recuerdo y en la noche sueño contigo… Pero, ¿quién eres? Dime con urgencia porque me estoy volviendo loco. ¿O es mi madre quien me cuida para que no dé un paso en falso?
¿Eres la “muerte” que quiere llevarme al abismo insondable de la otra cara de la vida? ¡No, porque no existe! Eres pura invención de la ignorancia y limitaciones de nuestro entendimiento.
¿O eres fuego que existe en mí, como humano, y brota anticipadamente, como gesto de que algún día quedaré en cenizas donde esté sentado, sin que nada a mi alrededor se queme? Fuego profano que brota de mi cuerpo, sin  que ese fuego sea el origen con vida…
¿Eres el pesar que causaste cuando ultimaste mi destino? ¡Soy el fantasma de mí mismo! ¡Soy la nada que quiere ser algo!

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