domingo, 18 de octubre de 2015

SINFONÍA EN EL ATARDECER DE LA VIDA



SINFONÍA EN EL ATARDECER
DE LA VIDA

Miguel Suárez Sandoval



HE PERDIDO tanto en mi vida, que podría decir que no he ganado nada. Y en mi mundo lo único que ─para sobrevivir─ me ha quedado es la paciencia: lo demás lo he perdido o jamás lo tuve… Si no me pongo a llorar es porque mi alma hasta sin lágrimas se ha quedado, y, sobre todo, porque ─al meditar─ la razón así me aconseja.
Corrí tras de mucho que, después, como un fantasma desapareció dejándome en el campo como un palo abandonado, viejo y carcomido. A mi alrededor ni siquiera hormigas quedan porque saben que de mí no sacarán nada.
Abandoné mi pueblo con su olor a pan caliente a las seis de la mañana y a flores y frutas mientras brilla el Sol o cuando la Luna guiña en el horizonte y lentamente da la sensación que resbala.
Siempre soñé tener una casa, en la casa un jardín y en el jardín unas flores. Sobre los dos tercios de mi vida he tenido muchas flores; pero no tuve jardín porque tampoco tuve casa. Por eso las flores murieron o se fueron destruyéndome la vida, paulatinamente, al son que cada una de ellas moría o se iba.
¿Qué será de mí cuando, para caminar, tenga que sujetarme de un palo que lo lleve por delante? ¡Ojalá que ese palo sea de algarrobo! ¡Y si es de El Cholocal… mejor!, porque estoy seguro de que no lograré que sea de naranjo! ¿Qué será de mí cuando ni con bastón camine, y sordo y ciego me quede acurrucado en un rincón?... ¡Después de ser obispo volver a sacristán! ¿Será una bendición ser lo que nunca he sido o un castigo para expiar mis culpas por actos que cuando mozuelo he cometido? Las flores más bellas envejecen y se marchitan.
No hay cerco que no haya saltado, abismo al que no haya descendido, ni cima que no haya alcanzado: todo lo que me he propuesto y de mí ha dependido lo he conseguido... Pero, ¿ahora qué? Ya todo lo he perdido.
La miel de las abejas no solo la he bebido, sino que  también entre mis mano la he chorreado; he disfrutado el néctar de las flores, incluyendo las silvestres. Sin embargo, existía una que, aunque silvestre, sobresalía entre todas… Pero, ¿ahora qué? A mi cuerpo lo siento, además de frío, endurecido.
Con eso que llaman “reforma” he visto condecorar al delincuente y que el juez le pida disculpas y favores; he visto perseguir al inocente, condenarlo y encarcelarlo de por vida; pero ahora no veo los colores de las flores, no oigo el trinar de los pajaritos al despuntar el alba. Estoy sordo y estoy solo: qué triste es el atardecer de la vida cuando mísero al final uno se queda.
La higuana que corre al mediodía entre hueco y hueco y se esconde entre algarrobos, porque se quema las patitas, ¡no llega a su destino!
Por donde pasa el agua, muchas veces los pobres se mueren de sed, porque el agua no es de ellos: se la han usurpado los ricos o es del Gobierno y el Gobierno también es de los ricos. La chacra del pobre se vuelve polvo, su ganado se cae, el sol quema en sus lomos y hace de sus pellejos fundas en las que se depositan solo huesos. Y cuando a fin de año vuelven las lluvias se llevan todo lo que la sequía ha dejado. Todo termina y para el pobre solo hay miseria y desde lo más alto del cielo el astro rey que lo calcina.
Un barco fantasma que, entre la bruma, al garete navega, da vueltas en extensa órbita alrededor del mundo, como un cometa en el espacio. Con su silueta perfecta, con diferentes colores en cada viaje, cual una sirena: aparece. Fue mujer y en su silueta de lejos luce como mujer; con su falda y su blusa, lleva los mismos colores en el casco: amarillo, color del amor adolescente, y blanco: pureza del alma de la línea de flotación al puente. Poseidón por su belleza y ternura para mantenerla cerca y tener prole con ella la convirtió en sirena y más tarde en una barca para juguetear en viajes redondos, desde el Codo de la Vieja hasta el final de los mares. ¿Un mandato o maldición de Afrodita por lo sucedido una tarde inolvidable?
Se acerca en cada viaje a modo de reloj, que al llegar marca las 04 en el punto de partida como aún buscando puerto; mas, estando cerca, vira alejándose mar adentro. De proa a popa presenta su silueta cual una bella durmiente y a lo lejos se divisa en la popa su nombre escrito en letras de molde.
Unas noches de insomnio, con intervalos de sueño hechos de pesadilla o como un puente rajado que a ningún sitio conduce. En los días mi cielo era negro no obstante que el sol brillaba: un cielo de invierno en pleno mes de verano; pero, menos mal que ─después de un lapso de ser víctima de delirios─ como una ñusta aparece entre los muros incaicos: junto a las ruinas canta y baila el día del Inti raymi.
Del imperio cojo el Sol; del paisaje, los colorines. Y de su vida y la mía formamos un nuevo reino…
Los cuatro suyos son nuestros porque los dos heredamos. Y en las lajas y los quipus escribimos un nuevo renglón de la historia.
Cuarenta años escritos en el corazón de los Andes, en las piedras monolíticas, entre cerros y quebradas; desde las ruinas del Coricancha hasta el centro de la plaza del nuevo Cusco.
Así como cayó el imperio de los Incas y como se oculta el Sol en los Andes… se fue para siempre entre pututos y quenas, en medio de coronas y chullos. Pero el Inti, en esos ratos, tras arbustos y cerros, asoma para acompañarla y hace que el mundo amanezca.
Los códigos, la Constitución y otras leyes, ¿de qué sirven cuando solo quedan segundos en el reloj de la vida? ¿Para qué nos sirve, a los pobres, tantos procesos cuando al “dictarse sentencia” se necesita algo que no tenemos? ¿De qué nos sirve?... ¡De nada!
Solo somos un grano de arena en el desierto o en las playas de un mar inmenso. Pero para darme cuenta he tardado más de 80 años.
Caminante ─tú que vas a Santiago de Compostela, como a las ruinas de Machu Picchu─ no pierdas el tiempo. Pero tampoco vivas la vida tan de prisa. Estoy seguro de que llegarás muy lejos. Ahora que han pasado tantos años de mi vida y muchas cosas, estoy aún caminando sobre el último tercio de la jornada y no puedo decir que mi tarea ha terminado, porque nunca supe lo que el Altísimo me ha encomendado.
Recuerdo la noche de un 05 de agosto, de esos que pasan tanto. Eran unos días de fiesta; días de amor; en que se cambia el olor del pueblo por el del incienso; noches de colorines y algarabía… Horas de fe inocente; días en que los hombres y mujeres “se ganan el pan con el sudor de sus frentes”. Particularmente una noche de esas en que en el pueblo nadie duerme.
Alumbraba las calles una luz intensa que salía de los toldos. El calor era de casi 20 grados, no obstante ser de madrugada. Tierras cálidas de Motupe ─“mi pueblo”─ que en mi corazón es latido.
A lo lejos se escucha el eco de la gente que reza y del templo sale un olor a eucaristía; fiesta y parranda. Apuestas y maldiciones de miles de forasteros. Hay de todo, se consume de todo. Harapientos que en esos ratos “son reyes”, “napoleones” narrando su Waterloo; “políticos” y “oradores” que arengan eufóricos a sus masas que en esos instantes existen solo para ellos.
Una tetera con agua hirviendo silba con la fuerza del vapor que escapa por el pico. Una cafetera que espera. Una “china tonderuda” que cuando se agacha de espaldas parece tener la fortaleza de una elefanta, y cuando se exhibe erguida de frente, por la exhuberancia de los adornos de su pecho, es como si estuviera escondiendo dos panetones, pero vivos… digno ejemplar de las hembras de mi pueblo; recostada a la mesa dormita con un ojo y con el otro vigila para que no le roben.
En la mesa ─cubierta con un hule de esos de antaño, floreado de colorines─, está un hombre joven con aspecto adolescente, sentado en una silla, apoyando sobre la mesa sus codos y sobre sus manos la testa.
No mira a nadie, no duerme. Cantan los gallos anunciando la madrugada… ¿Piensa? ¿Piensa en la religión? ¡Tal vez no! De rato en rato cierra los ojos… ¿Duerme? ¡No! Medita. En un mundo tan concurrido, un hombre solo que piensa. ¿Está embriagado? ¡No! ¿Es abstemio? Acerca a sus labios una taza de café humeante.
Sobre la mesa reposan unos naipes y un cubilete de esos de echar los dados.
En esos momentos un hombre anciano desmonta de una mula negra. Está vestido de chalán, con un poncho blanco de hilo de algodón, que lleva una de las puntas puesta a la bandolera. Es una figura atractiva: un caballero en una noche sin luna. Busca una mesa y no encuentra, no obstante que muchas están vacías.
La china despierta, alerta para ofrecer sus servicios.
El anciano ─después de mirar en redondo─ se acerca al joven meditabundo y le pide permiso para sentarse. El joven no le contesta. Con un ademán muy sencillo, sin dejar de ser cortés; pero soberbio e indicando con los dedos de la mano izquierda, pide un café caliente que presto le es alcanzado.
El joven sigue pensando sin darse por aludido. No le interesa el café, ni el anciano, hasta que este rompe el silencio.
─Señor, ¿no me ha visto, ni ha olido el café?
El joven levanta la cara y con los ojos interroga por aquello que no ha oído porque estaba aparentemente pensando.
─¿En qué piensa, joven, si se puede saber? ─pregunta el anciano.
─En nada y en todo ─contesta el muchacho─, porque en todo hay que pensar y en nada hay que detenerse.
─Interesante respuesta; pero con ella no ha contestado mi pregunta ─dice el anciano. Y agrega─: ¿En qué trabaja?
─Soy estudiante ─contesta el interrogado, con palabras entrecortadas.
Se cuentan ambos sus viajes de idas y venidas, con carreras y tropezones.
─¿Y qué hace acá? ─pregunta el anciano.
─Como le dije, soy estudiante pobre y estoy donde pueda ganarme la vida; aunque me sea difícil, por la pobreza que siempre llevo a cuestas. ¿Una broma que nos juega el destino? ─expresa.
─¿Una broma que le hace el grande al chiquito? ¿Qué a los pobres les hacen los ricos? ─añade el anciano. Y acota─: ¿Qué es la muerte?
─¡La muerte no existe! ─contesta presto el joven─. Es invención del hombre para ocultar su ignorancia. El rico se ríe de lo que le hace al pobre, mientras que el pobre llora porque no entiende lo que sucede a su alrededor.
─¿Sabes jugar con las barajas? ─pregunta el anciano.
─No ─responde el muchacho.
─¿Y a los dados?
─¡Tampoco!
El anciano busca un punto de apoyo para conversar con el joven; pero este no ofrece batalla.
─¿Alguna vez has jugado? ─el anciano no se da por satisfecho.
─Sí. Cuando fui agente viajero; pero alguien me guiaba. Siempre ganaba por lo que no me era divertido. Decían que eso era por ser mano virgen.
─Hijo, me has caído en simpatía ─se franquea el anciano─. ¿Quisieras jugar conmigo, aunque sea una sola partida, para ver si arreglas tu vida y no andes de tumbo en tumbo?
─¿Y por qué? ─contesta el joven.
─Porque tu vida sería mía si perdieses. O tuya si me ganases. Y vivirías como Barrabás. Si la vida hiciera de ti un caballero, cuando menos estás en la obligación de ser un buen jinete; porque, de lo contrario, el mismo caballo se encargaría de tirarte al suelo.
Ambos se miran. Y después de un instante, el joven le dice al anciano:
─Según usted todo en el mundo es broma. Y toda broma es vida, aunque en ella hasta la vida se pierda. O todo en el mundo es error y hay que aprender a convivir con ello. Y uno más o uno menos, ¿a quién podría importarle?
Y hablando y estirando el brazo, el joven cogió el cubilete.
─Como viejo te confieso que nunca he sido honrado tratándose de estos juegos. Y creo que en el mundo nadie lo ha sido; pero por primera vez voy a serlo ─dijo el anciano, como dar otro sorbo del café.
─¿Y qué jugamos si soy un estudiante y estoy siempre hecho un misio?
─El hombre siempre lleva algo muy preciado, que nunca ha tenido en cuenta ─asegura el anciano, con pasmosidad.
─¿Qué es?
─¡Su vida!
─Pero… ¿Mi vida quiere que se le entregue? ¡Chit! ─anota el jovencito, quizá dándole más importancia a lo que afirmaba.
─¡Hombre!... ¿Pero no acabas de decirme que de nada te sirve? ─replica el anciano.
─¡Incoherencias humanas!
El joven toma el cubilete haciendo sonar en la mesa mientras escucha la interrogante del anciano:
─¿Qué estudias, hijo mío?
─Derecho, porque quiero ser abogado. Un juslaboralista, aunque sea de viejo.
─¿Con esa facha, “derecho”, cuando todo en el mundo es torcido? Todo en el mundo es torcido. Todo en el mundo es corrupto. Todo en el mundo es podrido.
Una pausa breve se generó porque sonó la tetera avisando que el agua estaba hirviendo.
El anciano, con una cara de experiencia, mirando muy fijamente, gesticulando, al son que movía las manos, afirmó:
─Hijo, ¿no te habrás equivocado? Ilusiones de juventud.
─Pero si estas no existiesen tampoco habría arrepentimiento y el mundo no avanzaría.
─Lo que pasa ─prosiguió el anciano─ es que los hombres creen que la justicia tiene cara de mujer y que es muy bonita, cuando en realidad es varón, y de su cara ni hablemos. ¿Recuerdas a Cuasimodo y Esmeralda? ─preguntó.
─En “Los miserables”, de Víctor Hugo. Sí.
El anciano, con mucha calma y sin ningún rasgo, que pueda decirse de alegría, prosiguió:
─Esmeralda no representa la justicia. Más bien podríamos decir que quien la personifica es Cuasimodo.
─Cuando menos en nuestro medio ─recalcó el joven.
─Serás abogado… Lo serás. Lo estoy viendo en tus ojos ─anunció el anciano, a manera de respuesta.
El joven sonrió expresando alegría en su rostro. Y menea el cubilete, porque veía más claridad.
Y el anciano anima al joven:
─Tranquilo. Tranquilo, que jugamos solo una partida en una sola tirada.
El joven como tenía el cubilete en la mano, tal vez sin interpretar debidamente lo que el anciano había pronosticado, lo mira y piensa que instantes como esos no hay dos en la vida. Revuelve el cubilete tapándole la boca, menea fuerte, jala sobre la mesa, recibe al borde y presto como un rayo tira: “¡Cuatro ases y una quina!”, grita.
─Me has ganado ─dice el anciano─. No tengo opción a tirar. Me has ganado.
Y dando el último sorbo al café, que ya estaba frío y aún no lo había pagado, se puso de pie como si una serpiente lo hubiera mordido.
─Gracias, abuelo. Me has distraído y hecho pasar un buen rato.
El anciano se aleja de la mesa, se acerca a su mula ─que ya estaba más que pajarera─, coge la brida y la montura con la mano izquierda… Y en el momento que coloca el pie dentro del estribo del mismo lado, se escucha la voz del joven que gritando pregunta:
─¡Dime quién eres, abuelo!
El viejo ya estaba sobre la mula.
Retumba un trueno… Y un relampagueo alumbra la casa. El anciano, ya avanzando, voltea y contesta, con una voz que nada tenía de dulce: “¡La muerte!”
Buenos amigos son los muertos, porque ellos no traicionan ni son tránsfugas.
Muchos años ─más de medio siglo─ han pasado desde aquel 05 de agosto de los primeros años de la segunda mitad del siglo XX. Parece que es tiempo de volver y sentarse a la misma mesa, cuando menos en el mismo sitio… Y, de ser posible, a la misma hora, para dar gracias al cielo. Recuerda que: “contar nuestros secretos es a menudo una locura. Contar los ajenos es una traición”:.

sábado, 12 de septiembre de 2015

EL Quinto Aniversario



EL QUINTO ANIVERSARIO 

Miguel Suárez Sandoval



¡EL QUINTO: NO MATAR!

Se ha dicho bastante sobre el “quinto”. Y talvez muchísimo se ha escrito, e, incluso, se ha mal interpretado pensando que solo se refiere a quitar la vida física. Pero su verdadera interpretación es “no herir”, “no dañar”; no únicamente al humano, sino a cualquier ser que tenga vida.
Nosotros los peruanos nacidos en el tercer decenio del siglo XX ─que quedamos tan pocos, que los dedos de la mano son suficientes para contarnos─ lo tenemos muy presente: ¡El quinto no matar!, pronunciado en la Plaza de Acho de Lima, el 23 de mayo de 1931.
En esta publicación hacemos referencia al QUINTO ANIVERSARIO de OFICINA 32 (04 de septiembre del presente año). Y comenzamos así: “Si sabes caminar en medio de colmenas de abejas, sabes caminar en la vida: Tomé la decisión de ausentarme del debate; pero nunca dejé de estar al lado de mis hermanos: nunca me fui”.
Comencé solo; apenas con uno de mis hijos, que escribió las primeras letras de mi blog. Así ─en este nuevo mundo─ cuando me inicié éramos dos; pero con el transcurso del tiempo los hermanos trabajadores se han ido acercando a Oficina 32 y creemos que seguirá siendo así.
Hay algunos detrás, que no los vemos y que sin su aporte no habríamos podido avanzar con la finalidad que nos hemos propuesto: cual es la de difundir los conceptos del Derecho del Trabajo o Derecho Laboral, nacido para defender ─ante los tribunales de justicia─ al trabajador por cuenta ajena cuando el Estado o sus empleadores o dadores de trabajo no respetan sus derechos laborales.
Han transcurrido cinco (5) años y cada día que pasa le agradecemos al G:. A:. U:., porque creemos que gracias a Él hemos aprendido a caminar en medio de un colmenar: que es el mundo; y, a otras tantas personas que nos han ayudado a pulir la piedra.
No se podría hacer un estudio del trabajo sin tener presente al hombre y la sociedad; sobre todo al hombre-trabajador. Porque el trabajo, indispensable para vivir, genera una remuneración o salario y este al asalariado le da una ubicación.
El sindicalismo no es una verdad en el campo social. Más o menos desde el último tercio del siglo XX dejó de serlo. Es una parte de la teoría o verdad social. Tampoco podemos decir que fue original. El sindicalismo y el Derecho Sindical son solo una forma o un método en la lucha social; no es el todo; es parte que sigue un lineamiento general o más amplio. Tuvo gran influencia, por ejemplo en México, en las primeras décadas del siglo XX en lo económico-político-social, hasta aproximadamente la promulgación de la Constitución del Estado de Querétaro, el 05 de febrero del año 1917 (Teatro República). Y en el Perú un poco después del año 1919, que se dio la ley que fijó la jornada máxima de ocho horas
En el Derecho es una rama que no llega a tener autonomía. Y en lo económico-político-social no crea una doctrina propia; está dependiendo de las doctrinas de los partidos políticos existentes, constituyéndose en un apéndice de aquellos en lo que se refiere a organización y condiciones. En algunos momentos y en ciertos países tiene aspectos de autonomía, pero no es libertad. La libertad sindical es un mito; sobre todo por la corrupción que comenzó a imperar en el mundo.
Francis Fukuyama comenta que: “La corrupción es algo pésimo, no solo para el campo económico donde afecta la capacidad de inversión, la toma de decisiones y la eficacia del sector público, también para el aspecto social, pues los corruptos son los que más poder e influencia tienen en contra de quienes más necesitan dinero; y en lo político, porque hace que la población perciba que todos los políticos son corruptos, aunque no sea así” (Diario El Comercio – Lima, domingo 30 de agosto de 2015: Fukuyama contra los corruptos – Portafolio – El Comercio Economía & Internacional, págs 8 y 9).
En América Latina han habido algunas “reformas” y movimientos. En países, como Perú, no hay líderes; se necesita nuevos partidos con doctrinas renovadas. Los partidos tradicionales están en decadencia o feneciendo. Para mejorar su situación económico-político-social hay que promover un mejor destino a la educación para todos desde el hijo del que ocupa la primera magistratura hasta el hijo del más humilde trabajador manual.
El mundo ha cambiado bastante, incluso nuestro pequeñísimo sector laboral. El trabajo es tan inherente al ser humano que se considera un derecho: “… sin el trabajo no hay progreso, no hay posibilidad de desarrollar la técnica al servicio de la vida”.(ElTrabajo).
El trabajo no es una obligación para el hombre sino un deber, desde el punto de vista individual; y es un derecho desde el punto de vista de la sociedad hacia lo individual (Miguel Suárez Sandoval: La Estabilidad, Revista Jurídica del Perú, 1978, pág. 152. También se publicó en Repertorio Americano, de la Universidad de Heredia, Costa Rica).
El TRABAJO no solo produce cosas y bienes materiales, sino valores morales. Esos valores morales son los que se proyectan, esencialmente, hacia la sociedad, y los produce el trabajador, no como hombre-materia, sino como hombre-espíritu.
El trabajador, además de elemento de la producción, es parte integrante de la sociedad y sus derechos debemos contemplarlos en esa dualidad.
Creemos que todo el gran problema del mundo reposa sobre el hombre y el trabajo. Y depende del concepto que tengamos de uno y de otro para resolver los problemas, que podríamos llamar secundarios o derivados.
Actualmente se está posponiendo al hombre y olvidándose que el mundo se creó para que el hombre se enseñorease en  el (La Biblia, Génesis 1:26). Nos estamos apegando a las modalidades de la naturaleza material; cuando en verdad el hombre-trabajador “es suficientemente inteligente para darse cuenta de la importancia de la vida humana” (El Bhagavad-gita tal como es - Introducción, págs. XXX y XXXV). Al mundo lo están impulsando más de prisa hacia el Apocalipsis escrito por el apóstol Juan.
No se pensaría mal, creo yo, si dijese que en estos cinco años transcurridos con Oficina 32 han sido de acercamiento a Dios, cuando menos hemos hecho  todo lo posible;  y  señalamiento  de  que hay un camino para servirlo ayudando al hombre-trabajador, sobre todo al que desarrolla una actividad manual, no recortándole sus derechos sociales, porque  es  atentar  contra  su  vida.  Por  eso estimo que existe el salario mínimo vital: vital, de vida.
También se puede servir al G:. A:. ayudando a los trabajadores, tecnificándolos, instruyéndolos, actualizándolos… ayudando cada día a pulir la piedra. Generar empleo, para consecuentemente crear puestos de trabajo; significa hacer un recorrido por el tiempo retrospectivamente, hablando al corazón; y, conociendo el sufrimiento de nuestros hermanos trabajadores desde la Primera Revolución Industrial hasta el presente, pasando por las guerras mundiales del siglo XX, y escuchar su idioma ─procurando entender el lenguaje de nuestros corazones─ Ama a tu prójimo más que a ti mismo. Para dar no se necesita ser millonario: basta darle una palabra de consejo o una mirada de orientación para levantarle el ánimo, porque eso es contribuir con la Paz Social, y con el tiempo conseguir la Paz Mundial.
Con el transcurrir de los años, según Tim Harford: “El número de puestos que se han perdido,  debido al reemplazo con máquinas, que son más eficientes, solo es parte del problema” (Diario El Comercio – Lima, domingo 23 de agosto del 2015 – Portafolio - Economía Internacional, pág. 12).
Ante todo esto, ¿qué? Sobre todo al hombre-trabajador no se le tiene en cuenta o se le pospone ante el capital. Los países como Perú necesitan líderes porque no los tienen. La solución sería crear nuevas políticas con doctrinas renovadas. Mejorar el sistema de educación y comprensión de la clase media que podría ayudar como dice Francis Fukuyama: “… es gente que tiene más conocimiento, más educación y está menos dispuesta a sufrir las consecuencias de un Estado corrupto” (El llamado a la acción, El Comercio: Portafolio - Economía & Internacional –Lima, Domingo, 30 de agosto de 2015). Promoverla, reiteramos, para todos por igual, desde los hijos del que desempeña la primera magistratura hasta los hijos del más humilde trabajador manual.
Recordemos lo dicho por Víctor Hugo: “Una escuela que se abre, una cárcel que se cierra”.
Estamos viviendo en función a una nueva dialéctica que ha envuelto al mundo, particularmente en el campo laboral. Muchos oficios vistos como actividad manual del hombre-trabajador desaparecerán; incluso la nueva tecnología algún día será obsoleta. Pero tengamos muy presente que en todas las hecatombes, que se han producido en el lapso de la existencia del hombre, éste ha sobrevivido porque es la “semilla”
La fruta se caerá y se descompondrá, pero la semilla está preparada o hecha para perdurar; un gran porcentaje caerá en terreno estéril, pero aunque sea una mínima proporción fructificará nuevamente al mundo.



martes, 1 de septiembre de 2015

EL PROLETARIO Y EL PROLETARIADO



EL PROLETARIO Y EL PROLETARIADO

      Miguel Suárez Sandoval



El proletario, en sentido estricto, es un trabajador por cuenta ajena, que carece de propiedades; aunque el término se restringe al trabajador industrial, al que tiene como único sustento de vida su fuerza de trabajo, a quien lo ampara solamente el concepto de la dignidad humana.


ORIGEN

Con el advenimiento de la Revolución Industrial muchos campesinos emigraron a la ciudad, atraídos por la creación de puestos de trabajo, y se ubicaron en los suburbios. Esta gente tenía que ganar su salario diario para poder vivir, y para poder ganarlo tenían que aceptar cuanto les fuera impuesto… ¿Con qué contaban? Solo con su fuerza de trabajo: así nace el proletario; y el proletariado como una nueva clase social.
Como lo decimos en nuestra publicación: La Jornada de las Ocho Horas - Auténtica Conquista de los Trabajadores (12 de noviembre del 2012). Hasta el siglo XVIII el mundo era diferente, muy poco poblado, las comunicaciones muy difíciles, y, en su mayoría, la población rural superaba a la urbana… Sin embargo, todo comenzó a cambiar en la segunda mitad de ese siglo con la Primera Revolución Industrial (1760), que impulsó el comercio con la aparición de la máquina activada con vapor de agua usada como energía.
“La Revolución Industrial se caracterizó por el rápido aumento de la población, la disminución de la tasa de mortalidad, la “mecanización de la industria que propuso un cambio muy grande en la organización del trabajo con respecto a la etapa de producción anterior”.
Veamos lo que nos manifiesta M. Miranda Aranda: “A partir del siglo XVIII, todo lo referente a la productividad y al trabajo fue regido por los conocimientos científicos. Aparecen nuevas fuentes de energía: el carbón. Se producen innovaciones técnicas, como la caldera a vapor y el maquinismo que inmediatamente se aplican a la industria; aumenta la producción y pasa a ser el sector dominante frente a la agricultura, y hace su aparición en escena un nuevo tipo de formación social: el capitalismo, que convierte en subordinados de producción anteriores y deshumaniza al trabajo. Surgen lógicamente nuevas clases sociales: la burguesía y el proletariado” (Sobre los orígenes del trabajo social – M. Miranda Aranda).
En el siglo XIX ─sobre todo en la segunda mitad─ con las ideas del liberalismo y nacionalismo, que aparecen en Europa y se difunden por los acontecimientos, la cuestión social se agita extremadamente: Con ello contribuyen con el origen del proletariado. Previamente, por el sistema de vida y forma habitual de ganarse la vida, aparece el asalariado o salariado (también se puede usar el vocablo o término “proletario”), y con esto apareció una nueva clase social y en el campo laboral la palabra salario o remuneración, con una finalidad […] la de dotar al trabajador de los medios de subsistencia”, como lo hemos mencionado en Salario y Remuneración.
Este momento es grandioso en la historia del hombre-trabajador que pasó y sigue pasando inadvertido, como lo iremos explicando supra.


ASALARIADO

Es toda persona que se compromete a ejercer una actividad bajo la dirección de uno o varios empleadores (o dadores de trabajo), a cambio de recibir una remuneración o salario sea cual fuere su naturaleza y forma de pago.
Asalariado, como la palabra lo indica, deriva de salario, y denota persona que trabaja por un salario o remuneración, siendo su trabajo su único o principal medio de vida.
El término asalariado o su sinónimo proletario generalmente se usa con referencia a trabajadores que otrora se les llamaba “obreros” (palabra que tiende a desaparecer del medio por considerársele despectiva); es decir, trabajadores de actividades manuales.
Manuel Osorio y Florit nos dice que la palabra asalariado o salariado es “la expresión que tiene enorme importancia en el derecho laboral, por cuanto este está sustancialmente basado en la relación salarial; es decir, en la relación que une a quien ejecuta un trabajo con quien lo paga”.
El Código Laboral de Marruecos, recientemente promulgado, define a la palabra asalariado: “Toda persona que se compromete a ejercer una actividad bajo la dirección de uno o más empleadores mediante remuneración, sea cual sea su naturaleza y forma de pago”.
Según Augusto Blangui, asalariado “es el que vive de su trabajo”. Y agrega: “… que están privados de sus derechos políticos. Es un término muy politizado que tiende a desaparecer, incluso en el campo político”.
Como palabra es algo muy controvertido, primero porque aparece en una sociedad clasista; y, segundo, porque en oposición a lo que dan en llamar burguesía tomada como clase social, y en oposición a esta, el proletariado como otra clase: la clase trabajadora.
La palabra proletario tiene como sinónimos: obrero, asalariado, trabajador, productor… y otros tantos que con la tecnología irán apareciendo.
El proletario es tal porque tiene conciencia de proletario. No se puede tener conciencia de clase sin ser un proletario o, a la inversa, no se podría ser proletario sin tener conciencia de clase.


PROLETARIO

Confirmado está que proletario y asalariado son sinónimos.
La palabra proletario deriva del latín proletarius, que se traduce como “perteneciente o relativo a la clase llamada obrera; pero otros afirman que proviene de la palabra también latina proles, que se traduce como linaje o descendencia, que se utiliza para designar a la clase obrera que carece de propiedades y medios de producción.
También dicen que tuvo su origen en la Roma imperial y que se consideraba como tal al que únicamente contaba con su prole para con ella servir al Estado.

PROLETARIADO

En el siglo XX ─sobre todo a fines─ proletario o proletariado se le llama a quienes solo poseen su cognición, que es la “fuerza de trabajo” que tienen para ofrecer al mercado.
En 1848 Karl Marx difundió el término proletario para referirse a las personas de la clase obrera, porque él creyó que no tenían nada que ofrecer a la sociedad, excepto su fuerza de trabajo y su prole.
El Diccionario de Economía Política, de Borísov Zhamin y Makárova define a dicha palabra: “Proletario: clase formada por los obreros asalariados de la clase capitalista, carecen de propiedad sobre los medios de producción y, por ello, están obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas…”
El proletariado es una clase social que ha quedado sin bienes; es una clase oprimida a la que ─al quitarle su salario, reduciéndolo al extremo─ se le niega el derecho de vivir. Por eso, en estos tiempos  la desnutrición infantil ha aumentado, el salario mínimo vital ha perdido las características de temporalidad y suficiencia, internacionalmente se quiere suprimir, primero cambiándole de nombre, para que así la clase trabajadora lo desconozca, caso de Corea.
Desde fines del siglo XX mucho se habla del proletariado y el proletario, pero ─generalmente─ con un lenguaje político y desbordando cierto rencor, como el artista que se asusta de su obra y termina destruyéndola “por miedo, por miedo y por miedo”.
El Estado ostenta una doble función: reprimir a los trabajadores por cuenta ajena, y complacer a los capitalistas: Tal es la imagen que proyectan las leyes y normas que emanan del Parlamento y del Ejecutivo. Por tanto el sistema es dictatorial para algunos y democrático para otros.
Hago presente que procuremos diferenciar y no confundir proletariado con precariado.
Según Guy Standyng, precariado y proletariado no es lo mismo; es decir, no son sinónimos. El precariado puede ser definido en relación con otros grupos y en grupo de personas con rasgos de clase similares, todos ellos tendencias o modas.
El precariado tiene diferentes relaciones de producción o relaciones de trabajo.
A diferencia de lo que es común en el proletariado, el precariado tiene un empleo inseguro, inestable, cambiante rápidamente de un trabajo a otro; a menudo con una relación informal o forzada a puestos de trabajo negociados e intermediarios mediante agencias…”. El proletarizado ─adaptación a un salario y a un empleo estable─ concepto muy utilizado por historiadores para analizar lo que ocurrió a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Un precario tiene, a diferencia del viejo proletariado, un nivel educativo y formativo por encima del nivel que se le exigirá en el trabajo que entra en sus expectativas; esta característica es históricamente exclusiva. Este hecho difiere de las características del proletariado clásico, quien en el mejor de los casos aprendía un oficio a temprana edad (y así hasta el final de su vida laboral).
El precariado no es una clase social, por lo que no tiene el suficiente poder social para demandar determinados cambios, como lo que sucedió o pasó con el proletariado en las primeras décadas del siglo XX. Al proletario se le fue teniendo en cuenta conforme avanzó el mundo industrial.
El trabajo precario, o mejor dicho la precariedad, no es un trabajo bien visto por la clase trabajadora; y no es permitida por el Derecho del Trabajo o Laboral. Y en algunos países ─como el Ecuador en Latinoamérica─ jurídicamente no es aprobado por las respectivas legislaciones de esos Estados. “… muchas veces los obligados acuden a la figura del autsourcing con la creencia, actualmente muy en boga, de obtener solución al problema de desconocer la relación laboral originándose el conflicto laboral…” (Patrón aparente, patrón sustituto y outsourcing o tercerización – 06 de abril del 2011).
El término precario es un  neologismo, una expresión tomada del estudio de la Fundación Friedrich, vinculada al partido social demócrata alemán PSD, cuyo título puede traducirse al castellano como la sociedad en transformación.
En el siglo XX, sobre todo a fines, proletariado o proletario se le llama a quien solo posee su cognición, que es la “fuerza del trabajo” que tiene para ofrecer al mercado.
El Derecho envejece porque los conceptos evolucionan y llega un momento en que la justicia se le opone. Tomando la opinión de Von Iherin, afirmamos que el Derecho resulta injusto: es necesario una reforma para armonizarlo con el nuevo estado de cosas. He ahí la función de la jurisprudencia (miguelsuarezsandoval.blogspot.com - Patrón aparente, patrón sustituto y autsourcing o tercerización – 06 de abril del 2011). Pero ninguna reforma laboral podría ir más allá de la finalidad del Derecho del Trabajo o Laboral, cual es en todo caso el de defender a la clase laboral o a los trabajadores por cuenta ajena.
El Derecho es parte integrante del “espíritu del pueblo”, es paralelo a su personalidad, nos dice Juan Llambías de Acevedo. Y agrega que: “el Derecho sigue la evolución de la estructura económica de la sociedad; cuando la estructura cambia, el Derecho, como una consecuencia, cambia o debe cambiar. El Derecho es un proceso, cambia lentamente” (Eidética y Aporética del Derecho, pág. 100).
El R:. H:. Anselmo Lorenzo comenta que: “… los necios, los incapaces y los egoístas […] han acogido al escepticismo ilustrado para cerrar el paso a la acción invasora y niveladora del proletariado, que sigue avanzando, siempre adelanta, dispuesta a arrollar a los que, a última hora y en nombre de una ciencia de su invención, repiten la fatídica profecía cristiana: ‘siempre habrá pobres entre ustedes’ ” (Evolución Proletaria – Anselmo Lorenzo:.). Y en Madrid – abril 1869: “… hablan de producción y del comercio con exclusivismo capitalista, sin contar para nada al trabajador. En el empleo que, aplicado a la producción, das al capital, el trabajador no es para ustedes más que un gasto, como el alquiler o el coste de la fábrica, la compra de las materias primas, el valor de las máquinas y herramientas, la contribución […] con ellos no tienen más relación que la del jornal; pero ese autómata que da forma a la materia prima y la convierte en útiles y ricos productos con que satisfacen […] a cambio del mísero jornal”. (Anselmo Lorenzo…).  Continuando con lo escrito por Anselmo Lorenzo, hallamos que: “… el proletariado se elevará y constituirá la única y la más grande esperanza de progreso”.


EL DERECHO DEL TRABAJO O LABORAL

El Derecho del Trabajo o Laboral aparece y crece no para defender a las personas como tales sino cuando pertenecen a una clase: la clase trabajadora. Es decir el Derecho del Trabajo o Laboral se ocupa solo de una parte de las relaciones jurídicas; esto es de los derechos que se derivan de las prestaciones de servicios subordinados.
Alberto Trueba Urbina nos dice: “… una de las finalidades del Derecho del Trabajo es reivindicar a la clase trabajadora en el campo de la producción económica”. Y recalca que es opinión de varios autores que el Derecho del Trabajo nació para defender a la clase trabajadora (proletariado). Y esto como idea o como frase no es propiedad de ningún autor.
El Derecho del Trabajo o Derecho Laboral nace como una legislación clasista a favor de los trabajadores, cuya nota predominante no es la de ser un Derecho económico sino, por el contrario, es un Derecho que “piensa” en el Hombre como tal, en su salud y en su dignidad como sujeto fundamental de la protección (Suárez Arias Luz Yollotl: Colectivo y Procesal del Trabajo).
El Derecho del Trabajo o Derecho Procesal se sienta sobre la existencia de lo que se dio en llamar “energía laboral” o “fuerza laboral” y este concepto recién aparece en el siglo XVIII, como una consecuencia de la Revolución Industrial, que el mundo comenzó a cambiar y se necesitaron trabajadores con destreza y no solo hombres, sino también ocuparon mujeres y hasta niños; sobre todo a fines del siglo XIX (1862), y surgió la clase trabajadora como oponente a la clase burguesa, dando origen al concepto de “la cuestión social”, un fenómeno que abarca lo religioso, lo filosófico, lo científico, lo moral y lo político, como nos lo afirma Rafael Caldera (Derecho del Trabajo o Derecho Laboral – 01 de junio del 2014).
El juslaboralista Mario de la Cueva afirma que el Derecho del Trabajo o Laboral es un Derecho de la clase trabajadora, que surgió en el siglo XIX con la intención del Estado de poner coto a la explotación de que eran víctimas las clases laborales, en particular las mujeres y los niños (Derecho Mexicano del Trabajo, T I, pág. 9). Y en la última edición de su obra el maestro reafirma que la finalidad del Derecho del Trabajo es la de: “… asegurar la salud y la vida del hombre y proporcionar al trabajador una existencia decorosa” (Nuevo Derecho Mexicano del Trabajo, pág. 187). Por cierto, hay autores que no están de acuerdo con lo que dice el maestro.
El Derecho del Trabajo aparece para defender al trabajador en su dignidad humana; no al trabajo, ni mucho menos a los resultados económicos de la actividad laboral. El trabajador es primero y todo se ha hecho para que gire en su alrededor, incluso el capital.
Las clases sociales se definen no por su riqueza ni por su estilo de vida, sino por su posición en el sistema de producción. Hoy las sociedades capitalistas distinguen principalmente al proletariado (trabajadores) y a la burguesía (banqueros, terratenientes, monopolistas).